María de Magdala: la nueva Eva

(Ref. Libro «El Andariego», autor Ricardo Andrée. Ediciones El Gran Fundamento, año 2007, Capítulo 7+1, La Hora del Salto)

«Magdala servía en un templo de Perea, relacionado con el viejo culto de Amón, cuyo oráculo constituía la base de rituales antiguos que eran, a su vez, parte vital de la vida y misión de la Orden de las Vírgenes: sacerdotes mujeres que vivían bajo claustro desde edad muy temprana.

Para los Judíos (de la Tribu de Judea) había dos tipos de parias religiosos y sociales: los samaritanos, y los amonitas (un residuo de viejas tribus amorritas). Los primeros, siendo supuestamente de raíz israelita, palestinos de todas maneras, eran des preciados y muy criticados por su forma de entender y aplicar la fe y enseñanza de los profetas. Los segundos, de raíz egipcia, simplemente eran calificados de “demonios”. Esta discriminación tenía su reguedero popular de rumores y creencias: entre otras cosas, que las sacerdotes del culto de Amón eran prostitutas cuyo objeto era el servicio a los jerarcas del templo. Y sobre dicha versión popular, claramente especulativa y sin fundamentas reales, los varones del nuevo poder religioso, bajo el pagano convertido, Constantino, tejieron, de igual manera, susurrantes y cobardes, la “sospecha”… y luego la “certeza”… sobre la calidad nefasta de la Magdalena.

Es cierto que en muchos rituales antiguos existió algo llamado “sexualidad sagrada”, y no solamente en Mesopotamia, sino que en la gran mayoría de Oriente y Asia, pero lejos está esta idea y práctica de un burdo ejercicio pasional, carnal y prostituido. Es posible que algo de aquella “sagrada sexualidad” hubiere en esta religión: seguramente nada que se asemeje a lo que hipócritas y rasgadores de vestiduras imaginaban, y aún hoy quieren creer.

Los Archivos de Sabiduría nos revelan que la Magdalena tenía el Don de la profecía y de las visiones, desde muy niña. Ella conocía la promesa de la presencia del Mesías en esas tierras (al igual que otros no-israelitas: como los tres “reyes magos”) y supo con antelación que ella le reconocería y que sería “salvada” por su mano. Nada dicen los evangelios canónicos de cómo esta mujer llegó al lado de Jesús. Pero sabemos con certeza que Jesús tuvo el primer encuentro con Magdalena aún antes de llamar al primer discípulo varón. Camino a la tierra donde iniciaría su “ministerio público”, aún antes del Acto en el Jordán con Juan Bautista, pasó Jesús por el lugar donde se practicaba lo que apenas sobrevivía del culto de Amón: había mucha gente esperando consultar al Oráculo. Subió las pocas escalinatas del vetusto edificado y se detuvo en silencio. Cuando unos hombres le vieron éstos cayeron sin conocimiento sobre el piso y sendos demonios escaparon de sus cuerpos. ¡¿Quién es éste que con solo presentarse hace escapar a los demonios?! Y el rumor se extendió hasta el corazón de los atrios sacerdotales: la Magdala salió de entre el gentío y cayó a los pies de Jesús: “Te reconozco Señor… sé quién eres. “Y Jesús respondió: “antes de encontrarte ya te conocía, porque nada me es oculto por Mi Padre que está en los Cielos”. Y puso Jesús sus manos sobre la mujer arrodillada y todos vieron a siete entes saliendo despavoridos de la joven, mas, no desfalleció. Jesús siguió su camino, y la mujer le fue detrás: “no, no puedes venir conmigo -dijo Jesús- pero ve a casa de Las Marías y di que yo te envío, y espera allí hasta que yo venga por ti”.

La “Orden de Las Marías” es la “Orden Nazarena” de las sacerdotes mujeres. Es ahí donde la antigua sacerdote amonita de Magdala recibe el nombre de María de Magdala.

En María Magdalena se condensa el sumo de la mujer en un mundo oscuro: no como persona mundana y común, sino que profesando lo más arraigado de las creencias evidentemente influenciadas por la oscuridad. Espiritualmente no era una Eva. Era una mujer de esta Tierra, humana, y sin embargo, siempre bajo visión espiritual, con excepcionalidades que le permitían entender, ver y conocer aspectos que escapaban a su religión, y cultura. En los distintos evangelios no-canónicos se la describe como a una mujer de fuerte personalidad y de aguda inteligencia, y eso era más que suficiente para causar el enojo de los varones. Se habla de ella como una persona extremadamente disciplinada, de rápido aprendizaje y junto a Bethania, dos de las más bellas mujeres de Las Marías.

Jesús entregó a Marta, hermana de Lázaro, la responsabilidad de guía del grupo de Marías. Llegaron a setenta mujeres, todas discípulas abnegadas e incondicionales del Mesías. Mientras Jesús llevaba adelante el designio del Padre con sus Doce Discípulos varones, espíritus de las Doce Tribus de Israel, paralelamente consignó tareas de Consagración a mujeres y hombres en un número estimado en ciento veinte personas. Especialmente profundas eran las Abluciones que JesúsCristo aplicó y selló en las mujeres, precisamente por lo que deberían vivir más adelante.

Es preciso comprender un aspecto, para que bien se entienda el conjunto de esta exposición: Jesús es Nazareno no porque se crió en el pueblo de nazarea, sino lo es por Calidad Espiritual. Un Nazareno era un hijo de israelitas de clara procedencia, es decir, directo sucesor de una estirpe bien definida, y demostrable. Y la calidad espiritual del Nesser se establecía por actos de “apartamientos” (separación del mundo, de la familia y serie de abluciones y procesos nunca declarados y mantenidos en reserva por quienes, a su vez, eran nazarenos) La característica del Nazareno, además de lo conocido en cuanto forma y costumbres de un “apartado”, principalmente se la consignaba la “relación personal y directa con Dios” y, en según do lugar, su relación tangible con el Orden Elohim.

Recordemos el hecho de la Transfiguración: demostración palpable de la relación directa de Jesús con Elías y Moisés.

Ahora bien, el Nazareno Mayor tiene el poder y autoridad para “Apartar” a quién sea Llamado y entregar las Llaves del nazarenato, es decir: Aparta como el Padre “Aparta” a los Espíritus de Luz. Como Jesús lo hizo con Juan, el revelador. Así también “Apartó” a María Magdalena. Y esto no es tan simple: quién es “Apartado” debe seguir una serie de profundas vivencias de muerte y renacimiento que no todo ser humano estaría en grado de soportar. Entre otras cosas: el combate con los demonios es un hecho vívido inevitable. En términos espirituales se trata de la muerte del viejo ser carnal y el gobierno absoluto del Espíritu de Dios en la persona. Quién resulta triunfante en este paso ya no puede ser medido por vara humana. Y si María de Magdala pasó por esta gran transformación, para convertirse espiritualmente en nazarena, mal podríamos contextualizar su personalidad y persona en lo antiguo que fue sepultado, y menos tendríamos la medida para opinar sobre un ser que ya no es, dejó de ser… la que fue histórica y carnalmente… murió. Y la nueva mujer Nació de Nuevo por Aguas y por Fuego. Cuando nos referimos a esta mujer como si fuera la continuación de lo conocido, estamos fallando en nuestra evaluación, y ese error es normal que lo cometan los materialistas que no aceptan la transformación espiritual sobre la carne y el Hombre, o es falencia recurrente entre los religiosos racionalistas que todo proceso de fe lo ven como meros actos rituales y declaraciones hechas para que todos nos oigan. Aquí, en cambio, estamos hablando de cómo Dios hace las cosas, y de cómo el poder del Reino de la Luz puede mutar, literalmente, a una persona para hacerla y convertirla, sin pasar por la muerte física, en otro ser: el verdadero Ser Espiritual. Pues bien, exactamente así sucedió. La mujer conocida como la sacerdote amonita de Magdala murió y fue transformada.

Nacida de Nuevo fue sacerdote y nazarena: una María, una Eva. Y eso es parte del Plan de Salvación: que la mujer oscura tenga su liberación y su camino de redención por Consagración en JesúsCristo, y reciba la estirpe de Eva por Transformación Espiritual. Esta liberación y redención dirigida a la mujer, que se inicia con María de Magdala, es callada, ocultada y negada por los varones eclesiásticos pues desde Magdalena la mujer se levanta como un serio peligro para sus planes de poder absoluto. El posterior reconocimiento de María la madre de Jesús, como la única mujer pura, que sí lo era, por estirpe, intenta colocar una línea muy alta a las mujeres: “nacer santas, mantenerse vírgenes (en términos carnales) y obedientes al poder sacerdotal de los varones”. Más tarde, con la elevación de la figura Mariana a la calidad de “Reina de Los Cielos”, y ahora llevada por los teólogos católicos casi a “Co-partícipe en la Creación y Salvación…” se aleja aún más la meta de Salvación para la mujer: “Deben nacer santas… y no llegan a Cristo si no por el camino mariano”… y se la somete todavía más a condicionantes de ostracismo y ascetismo que aseguran el silencio y sometimiento de la mujer y el predominio gubernamental del varón. Para lograr esto, el poder de la iglesia debió aplanar, literalmente, todo el mandato de Jesús en las mujeres apóstoles. Si eso no es apostasía ¿qué es entonces apostasía?

Ahora, seguir diciendo que la “ramera del templo” simplemente se purificó al creer en Cristo, es una cortedad que peca de visión escolástica. E insistir en que la mujer que iba a la tumba a ungir con oleos el cuerpo de Jesús (tarea sacerdotal) simplemente era “una más” de algunas de las mujeres que seguían al Mesías: es una mentira absurda y grotesca.

Quienes somos Consagrados hoy, y conservamos las claves antiguas y originales del nazarenato, sabemos el nombre no revelado de María de Magdala, y sabemos que este tiempo de cambios que vivimos, y también en el nuevo Tiempo que ya está muy cerca, el Espíritu de nuestra Madre Espiritual, y de las Abnegadas Marías de JesúsCristo, se irradia y se expandirá en el sacerdocio de la mujer, que ya es una realidad por medio de la Consagración Bajo la Ley de JesúsCristo.»


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