¿Elige Dios al santo? No, pues siendo santo ya está en el seno de la obediencia al Creador. Elige Dios al que debe ser salvo, al rebelde cuyo potencial espiritual permite ser elevado del abismo al cual su orgullo lo ha empujado. Cuando se lee que una estirpe humana ha sido ‘elegida’ por Dios no significa que dicha generación sea santa, pura, sino que justo lo contrario: el síndrome del ‘hijo prodigo’ se repite en Israel como lo fue con Caín, y en su génesis sucedió con el ‘hijo de la mañana’.
El Hecho de Cristo, que se sella con los Tres Días de acontecimientos definitivos, delimita una frontera para Israel como estirpe elegida: antes de los Tres Días era una generación elegida por su calidad y potencial, por su rol en pasado, un pasado fuera de la historia humana conocida (‘Israel: la que lucho con (contra) Dios’) pero cuya caída y crimen la condenaba a vagar por esta Tierra; en la muerte, se hundía el israelita cainita en los abismos, o era presa de los demonios; mientras que la Estirpe israelita de los Santos, los Abelitas, dormían ‘el sueño de la espera’… espera que llegará a su fin con la ley de Resurrección. Con los Hechos de los Tres Días, y con el pago por Caín que el Verbo sufre en carne y humanidad durante los doce días de martirio, la Estirpe de Caín también quedaba bajo La Gracia y la Ley de Salvación. Desde Cristo Israel ya no es un pueblo ‘elegido’ particular y especial: sino que espiritualmente ‘todos somos Israel’, según nos explica Pablo, y eso significa que ‘todos somos elegidos para alcanzar la Gloria de Dios’.
El pueblo de Israel, desde Cristo, tiene puertas anchas para su elevación espiritual mediante la Fe en el Verbo del Padre, JesúsCristo, aceptando que el mal de Caín que sobre ellos pesaba ha sido cancelado por un pago de dolor y sangre… y que el mismo Verbo Dios que pagó por ellos además abrió una Ley de Gracia para todo Ser Humano cuya Fe en su Potestad Divina sea convertida en un Camino hacia la Voluntad del Padre.
El apego de los israelitas a la antigua ley, el desconocimiento radical del Mesías Cristo Jesús, su insistencia en que ‘ser elegidos’ -bajo un concepto de superioridad- los instala cuan raza y estirpe superior por encima de sus hermanos palestinos y sus vecinos árabes, los coloca nuevamente como la Estirpe de Caín que trae al mundo la venganza, la violencia de la retaliación y el militarismo como cultura de sobre vivencia. Aún así, cuando en 1948 la ONU decreta la existencia del Estado Hebreo el mundo esperaba hallar en este pueblo tan perseguido y sufriente una lección de paz, de fraternidad e igualdad. Nadie podía pensar que los seis millones de horribles muertes hebreas durante el exterminio nazi tendrían en la nación recién constituida algún efecto de retaliación o de burda imitación de sus verdugos. Todos miraban a esta nueva Israel con esperanza.
Los hechos y la dura estadística nos dice que hoy Israel es una potencia nuclear no declarada, y sus acciones militares por el mundo, persiguiendo a sus enemigos, son ilegales y violatorios de toda norma internacional. La invasión a Gaza, de hace más de un año, ha sido declarada por la ONU como un acto desmedido y con manifiestos actos de crimen de lesa humanidad. Y ahora asistimos al burdo, grosero y tan poco inteligente asalto militar a un barco de civiles que deja 19 muertos y más de 60 heridos.
Una flota civil puede ser detenida con lanchas militares, sin necesidad de abordarlas, incluso estableciendo una línea de fuego aéreo que advierta sobre la decisión de Israel, y bien sabe todo analista internacional y quienes algo entienden de cuestiones militares que la superioridad militar de Israel ante unos barcos civiles no ameritaba un abordaje comando como el que se llevó a cabo, más aún cuando el mismo comunicado del gobierno de Tel-Aviv reconoce que toda la flota se detuvo ante los requerimientos armados de sus tropas, menos el buque invadido. Cuesta entender la lógica guerrerista tan banal y rudimentaria de uno de los ejércitos mejor preparados del planeta. Pero a la base de estos actos descarados y fuera de toda observación diplomática se halla una convicción religiosa y cultural de superioridad que parece ser avalada por siglos de diáspora y millones de muertos. Claro, un pueblo de Paz, ante tanta historia y sufrimiento, tendría que ser el paladín de los acuerdos, de la paz y los equilibrios. Es cierto que sus vecinos árabes nunca le han dado paz a Israel, y que la conciliación que Arafat en su momento inició pareció morir con él; sin embargo, casos como los enemigos de Israel muertos en suelo ajeno y extranjero por agentes del Mossad, como los muros y el asilamiento de Gaza, y este acto estúpido e incomprensible de los barcos con ayuda humanitaria… reflejan debilidad, nerviosismo, inseguridad… y eso es muy peligroso para el mundo, pues Israel es una potencia nuclear no declarada, y bien sabemos que una guerra total en este tiempo, en dicha zona, podría ser el detonante para la temida tercera guerra.
¿‘Elegido’? No. Porque con Cristo la Ley es otra, y la antigua condición ha sido superada, no abolida, sino que elevada, y eso significa que por Cristo, el Mesías ya venido… todos somos Israel, y los israelitas de hoy se hallan entre el cainita caído que no acepta su salvación y pago; y el Hombre de Fe, el Abel de paz, que acepta la Nueva Ley de Vida y se hace Uno con sus hermanos bajo el Dios de Amor, en aras de hacer la Voluntad del Padre Creador.
Ni ‘tierra santa’ ni ‘pueblo elegido’: con el Cristo Victorioso toda la tierra puede ser santa, y todo pueblo es elegido. La Salvación no es cuestión política, no se resuelve por las armas, no es asunto de Estado, y menos tiraniza a unos en manos fieras de otros.
‘Vuestro padre es Belcebú’ Dijo el Cristo a los sacerdotes fariseos. Y todo quién justifica la guerra, la violencia y con la venganza impone su voluntad… tiene por padre a Belcebú. El terrorismo, la muerte de inocentes, la lógica de la guerra, la política del exterminio y del sometimiento que se halla en todas las partes en conflicto en Oriente Medio nos llevan a una verdad tremenda y tangible: Belcebú es el padre de esa tierra y es su influencia la que maneja el odio de sus líderes y ejércitos… regulares e irregulares.
Bien dicho está: ‘La Nueva Jerusalén ha sido elevada’. No nos confundamos: nada santo sucede entre estos ‘elegidos’… en tierras de sangre y retaliación.
Sabemos, por Revelación, que la Nueva Sión, la Gran Jerusalén descenderá de su Dimensión Celestial y Cósmica el día y la hora en que el Dios de los Hombres y de los Ángeles, el Verbo, aúne a Los Suyos y los eleve al Tiempo del Milenio de Paz: entonces todo el mundo sabrá que la ‘tierra santa’ nunca fue la que los Hombres llamaron así mientras batallaban y morían, sino que es y ha sido siempre un lugar de Paz para la Vida… una Vida verdadera. Somos la generación de Abel, y hemos visto con nuestros ojos la ciudad santa que está acercándose a esta generación: ¡Y tú, creyente…! ¿Estás preparado para entrar bajo sus portales?
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