Editorial 23

Exégesis o Discernimiento.

El gran retraso espiritual que el Hombre se ha provocado a sí mismo proviene de que en su  intento de comprender la Voluntad de Dios, ha terminado interpretando, y quizás debiéramos decir “mal interpretando Su Palabra”.

Esto es de una tremenda importancia si comprendemos la firme y profunda enseñanza de JesúsCristo cuando advierte que “No todo el que le diga: Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos, sino el que hace la Voluntad del Padre que está en los Cielos, porque Muchos le dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces él les declarará: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad”. Es decir hasta milagros se podrían hacer en su nombre, más si esa no fuese la Voluntad del Padre, no constituye mérito sino por el contrario, hasta podríamos ser juzgados cuan hacedor de maldad… y esto que puede parecer extraño, duro o incomprensible, lo es para la mirada humana, pero no para la mirada divina, cuyo plan maravilloso existe detrás de una cortina que el Hombre no alcanza a traspasar, porque en su soberbia pretende “entender” lo de Dios de acuerdo a su propia mirada, pero nunca poniendo atención a lo que su espíritu le enseña.

Diferentes enciclopedias y diccionarios coinciden en describir la Exégesis como la interpretación de textos, palabra que comúnmente se asocia a las Sagradas Escrituras, entendiendo por estas toda Revelación de Dios recibida por el Hombre en cualquier cultura o tiempo. Este es el punto clave, las revelaciones de Dios, la palabra recibida, los medios que el Reino Celeste usa para comunicar su voluntad o designio –palabras, sueños, señales, etc.- no se interpretan, sino que se disciernen. Y el discernimiento no es un trabajo donde participa activamente sólo el Hombre, sino que el Hombre es asistido por el Poder que todo lo enseña: el Espíritu Santo. Pero de este Poder poco o nada sabe la Cristiandad. Entonces debemos aceptar que hemos caminado a merced de la subjetividad, donde la interpretación de la palabra pasa por el cedazo de quien asume esa tarea, siendo filtrada por cánones culturales, intereses eclesiásticos, necesidades personales o expectativas emocionales que finalmente nos han guiado por una senda que en vez de acercarnos al Padre, han impedido este salto trascendente, única razón que el Hombre debiera tener en la conducción de su vida.

En esta edición comentamos ejemplos donde la interpretación de la palabra ha distorsionado la Voluntad de Dios, invitándolos a la reflexión interior y a la seguridad de que a pesar de lo lejos que hemos estado, el amor de Dios, magnánimo por esencia, nos permite reconducir nuestra acción cuando la conciencia es despertada. Aún es tiempo.

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