Cristo, el Dios… ¡Menudo dilema!

Quienes se han aferrado a las Escrituras Bíblicas como voz excluyente y exclusiva de Dios debieran no tener dudas sobra la calidad divina del Cristo encarnado en Jesús. Solamente citando la clara introducción del, para muchos,  único texto fidedigno de los cuatro evangelistas, el de Juan, debiéramos concluir en una verdad asumida por todo quien se diga ‘cristiano; a saber: que Cristo es el Verbo, y por el Verbo el Padre hizo la Creación, y el Verbo de Dios es Dios.

Podríamos referirnos a decenas de pasajes en donde JesúsCristo declara venir de Lo Alto, conocer y haber aprendido todo del Padre, ser Uno con Él, y ‘de Mí hablan las Escrituras’.  Pero confiamos en la capacidad espiritual del creyente, el cual puede acceder a esta verdad simplemente relacionándose con Cristo en la Fe y escrutando los evangelios con Espíritu: los aspectos que son del Espíritu deben ser Discernidos por y con Espíritu. Exponemos para que cada uno discierna en su íntima relación con Dios.

¿En qué gravita el hecho de aceptar a Cristo como ‘hombre santo’, ‘hijo de Dios, pero hombre de todas maneras’, y a ‘Cristo el Dios encarnado en Jesús’,’ JesúsCristo hecho Hombre siendo Dios’?

Sustancialmente en que el ‘hombre hijo de Dios’ jamás pudo declarar aquello que Él mismo revela sobre su calidad y proveniencia, y nunca Juan pudo escribir sobre una connotación divina indiscutiblemente eterna: el Verbo. Si consideramos a Jesús cuan humano iluminado y santo, pero no Dios encarnado, el Cristo, no podemos encuadrar los dichos que de Él emanan, y aquello que Juan nos revela en su Testimonio y en Apocalipsis.  Pero en donde este dilema se convierte en un punto de quiebre es en relación a La Salvación, La Muerte, el Pecado y la Nueva Ley.

La ‘simbología’ que nos ha acompañado desde la infancia en nuestra cultura religiosa nos ha repetido que Jesús al morir en la cruz y derramar su sangre… nos salvó, y tomó sobre si mismo los pecados del mundo. Al crecer: o aceptamos una cantinela que a todas luces posee enormes incoherencias y omisiones, o nos disponemos a indagar sobre cómo fueron los hechos y en qué consiste La Salvación. Y es aquí que nos topamos con este cruce fundamental: si Jesús era un hombre, santo, maestro, iluminado, milagroso e hijo de Dios por elección de Dios y entrega del hijo, pero el hombre por un lado y Dios en su Altura… en definitiva… éste, el hombre elegido, no podía sino ofrendar más que su cuerpo carnal, su sangre humana, su sacrificio y martirio. Muerto, es Dios quién le da Vida, y ‘Resucita’, es decir: retoma cuerpo carnal. Luego de 40 días asciende a la Gloria ‘ganada’ en esta vida y mundo, y desde entonces es quién nos guía al Padre Dios… por Fe y por La Iglesia.

La lectura es muy distinta bajo la mirada del Cristo Dios, encarnado en Jesús: el Verbo es Dios, y es el Dios de los Hombres (Adán) desde siempre; es el Hijo Primogénito Divino que en los Cielos (Reino) fue convertido en Unigénito debido a la caída del Ángel de la Mañana, Lucifer. Verbo es ‘Sentido’, y ‘Sentido’ es, en lenguaje Cristico, Espíritu de Luz, ‘Sentido Puro’, y la traducción griega de ‘Sentido’  a Verbo es debido a la imagen que revela que Dios Padre Crea por la Palabra (Sentido) del Hijo Dios; es decir, Cristo es Co-Creador con el Padre. Uno e indivisible. Verbo, en el griego místico, es ‘Razón’, y descifra que la Voluntad del Creador es transformada en ‘Razón’ y ‘Sentido’ por el Dios Hijo. El Dios Verbo, el Sentido del Padre Creador, encarna en Jesús. JesúsCristo fue Dios en la Carne. Y aquí surge la primera resistencia: ‘si es Dios no pudo encarnar’ ‘Dios no encarna’. Y la segunda: ‘hay un solo Dios y todo el resto se hace hacia Dios, como Jesús se hizo’.  La pregunta que cabe es: ¿Quién es el Hombre para definir las potestades y realidades de Dios, de su Poder y su Voluntad? Si Dios decidió encarnar ¿tendría que haber solicitado autorización a los teólogos y exegetas de las iglesias? Sobre que ‘hay un solo Dios’… La realidad de Cristo y la Persona del Espíritu Santo desmienten esa visión escolástica. Sí, hay Una Voluntad, y una Raíz, y Un Plan, y esta Única Voluntad y Raíz, y Plan, es Uno, y en tres roles y manifestaciones es Uno e Inseparable. Dios es Uno, pero el ‘Uno’ en lo espiritual siempre ha significado ‘Unión y Unicidad’ y nunca ‘uno’ en el sentido matemático. Si Dios es ‘uno’ matemáticamente ¿cómo se entiende la presencia del hijo de Dios que se rebela al Reino y en su caída conforma el principado tenebroso?

El Verbo toma Carne de Hombre, es Hombre, es Dios viviendo en la Carne. Al morir el cuerpo de Jesús, el Dios Cristo ejecuta los Cambios de Salvación: abre los Cielos que yacían cerrados; derrota la potestad de Lucifer sobre los ciclos de la Muerte en el Hombre; cierra los Abismos y caduca la ‘ley de eterno retorno’; eleva a los hijos de la Estirpe Santa de Abel y Set que dormían el ‘sueño de la espera’; abre la Ley de Resurrección. Estos Hechos acontecen en los Tres Días que Cristo prometió que alzaría el Nuevo Templo. Luego toma imagen y presencia humana tangible (pero no resucita, pues la ‘resucitación’ es un retorno del Alma al mismo cuerpo y condición de antes de haber estado en la muerte; Cristo VENCE a la muerte y cambia su condición y arrebata de los infiernos las Llaves que le dan, desde entonces, el Poder al Reino de Los Cielos del cual Él es Potestad y Dios; no vuelve, entonces al cuerpo de Jesús, y por ese motivo no era reconocido por quienes en vida carnal estuvieron cerca de Él, y, dice la Escritura, al ‘abrirse los ojos del espíritu, entendían que era JesúsCristo’. Durante los 40 días que perduró su Presencia fue en Gloria, no en la Carne resucitada, sino en Cuerpo Espiritual, que es tangible, y estuvo con sus otras ovejas, la generación de Abel, Set, Enoc y los Adanes leales que en secreto se hallaban dispersos por el mundo, en especial en Tierra de América, para entonces absolutamente resguardada de los demonios y Cainitas. Declara que si Él no asciende no descenderá Espíritu Santo, y que desde la Gracia del Magisterio de Dios ‘el Espíritu nos enseñará todo’. Establece la meta para el Hombre: ‘nadie que no ponga por obra la Voluntad del Padre, podrá entrar al Reino de Dios’. Fija una Conducción: ‘nadie llega al Padre si no es por Mí’. Finalmente: ‘id por el Mundo y Bauticen en Mi Nombre’ y ‘Hagan como Yo Hice’.

La Salvación nunca ha vertido sobre la sangre humana del Hombre Jesús, sino en la Nueva Agua Viva que se nos ofrece por Gracia el Cristo Vivo. No es la muerte lo que nos Salva, sino la Nueva Vida. No es la sangre oscura la que nos lava, sino el Agua Viva del Cristo Dios. Y nos Salva del pecado, y si vence al pecado: ¿Por qué la cristiandad se ha construido sobre la vigencia del pecado y la calidad pecadora del Hombre? La Salvación nos deja sobre una plataforma distinta a la base anterior del Hecho de Cristo: no nacemos en el pecado, sino que nos hacemos a éste; el pecado original fue derrotado, exculpado y eliminado por los Hechos de Cristo, por ende: todo Hombre nace en La Gracia; el Espíritu de Dios en el Hombre, la imagen y semejanza, ha retomado su vigencia y ha sido liberado de la cárcel en la que se hallaba bajo la Ley Antigua, por lo mismo: todo Hombre puede relacionarse con Cristo por la Fe, y por la Fe recibir Espíritu Santo: Fe, desde el Hecho de Cristo, es ‘Acción e Inducción del Espíritu de Dios en el Hombre’ (la semilla que mueve montaña) (la fe de la ‘esperanza’ – y no de la certeza-  y de la creencia – y no de la consagración-  es inferior, tramposa y caldo de cultivo para la apostasía)

Desde los hechos de los Tres Días el Cristo Dios, el Dios Vivo, no exige religión, iglesia o sacerdocio al viejo estilo de la Antigua Ley: pide un Sello de Fe, de Pertenencia, que fije La Gracia a la vida de la persona: el Bautismo. El bautismo nunca podrá ser sello para membrecía eclesiástica o pertenencia institucional, sino que es el Sello que une al Hombre a su Dios Vivo. Desde el Cristo Triunfante el sacerdocio se inicia con el Bautismo y culmina con ‘poner por obra la Voluntad del Padre’. Desde Cristo, y por Sello de la Gracia, el Bautismo: todos somos Sacerdotes bajo el único Sumo Sacerdote Perpetúo: Cristo, el Verbo. Desde que somos Salvos por Cristo y su Victoria: nadie entra a los infiernos, ni nadie cae a los Abismos por ley, sino que los Hijos de Perdición son habitantes naturales de los infiernos, y el retorno a la carne hoy es Voluntad y Designio del Dios de la Vida, el Cristo Vivo. Desde La Salvación el pecado consiste en la negación, deterioro, adulterio y apostasía de los Sellos y Actos de Fe que se adquieren con Dios. Desde Cristo: el pecado y La Salvación se repelen, mas, sin reconocimiento y aceptación de La Gracia el pecado no entra en la vida de la persona, y el Ser es un muerto, está muerto, no en pecado, sino en ignorancia, pero muerto por no reconocer La Gracia y La Salvación. Al reconocer a Cristo, La Gracia y La Salvación, todo mal y deuda es una mancha en el Cuerpo de la Fe, y toda negligencia, desobediencia y negación de hecho y pensamiento que conlleve apostasía y tergiversación que viola el Espíritu de la Verdad de Cristo, es pecado. El pecado no existe en los muertos, porque muertos son, y la muerte está sobre ellos: vivos en la Carne y los Sentidos, pero muertos porque el Espíritu yace encarcelado como antes de La Salvación, hallándonos hoy bajo una Ley distinta y superior. Mas, reconociendo a Cristo vive el Espíritu, y en la Vida se echa a andar la Ley de Vida, y siendo Ley posee  Moral, la Jurisprudencia de la Conciencia (eso es Moral) y dicha Jurisprudencia establece un Orden Espiritual y un Mandato Conductor: entonces se aplica ‘hagan como Yo Hice’. Y al no aplicar la Ley de Cristo, y reemplazar al Cristo Vivo en su Autoridad, y colocar a la iglesia cuan ‘autoridad y magisterio’ se está apostatando, es decir: pecando.

Ahora concluimos: las iglesias, las religiones del mundo, mundanas, rebajarán la salvación a hechos simbólicos y a Jesús a un ‘Gran Hombre’ y seguirán predicando la vigencia del pecado, y continuarán a enseñar que la salvación está en la muerte en la cruz y proseguirán su larga y tediosa perorata sobre las Escrituras en un ejercicio intelectual diabólico: al unir la Vieja Ley del Antiguo Testamento al mismo nivel y vigencia de la Nueva Ley y los Evangelios: ¡he ahí a los pecadores! El pecado no está en el error, la imperfección o en costumbres culturales. El pecado vive y habita en el interior de quienes más ensalzan el pecado y más hablan y prometen  los infiernos. Y allí se halla la madre del pecado porque allí es donde más veces se nombra a JesúsCristo y más cosas vanas se hacen en su nombre.

Ahora, si Jesús era un Hombre ‘especial’, ¡qué más vale… después de todo Hombres somos todos! Pero si Jesús era el Verbo Dios encarnado, el Cristo, y conociéndolo a Él ya hemos conocido al Padre: no tenemos excusas. O somos muertos en la ignorancia, y somos muertos que viven en la materia pero sembramos muerte y cosecharemos lo muerto; o somos Vivos en La Gracia y despertamos a la Vida en la Fe en Cristo, el Dios que Conduce a la Voluntad del Padre… O somos apostatas y pecadores que usamos el nombre de Dios y de JesúsCristo para nuestros motivos en este mundo y alimento del ego, y para cumplimiento de los deseos de posesionar a muchos bajo el terror de la sangre, el pecado y los inminentes infiernos, alzándonos como autoridad y magisterio que coarta toda vida Espiritual y sesga todo Llamado de Dios.

No en los muertos se halla el peligro para los Vivos. No en otros que están Vivos se halla riesgo alguno (que escuchen los sectarios) Los abismos están abiertos en la Apostasía. La Apostasía es el barranco que amenaza a los Vivos en la Fe.  He ahí la gran diferencia entre el Jesús que nunca es elevado a su real calidad, y el Dios que nos libera: La Verdad nos hará Libres.

 

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