COMENTARIO: Haití dificultades sin tregua

 

Sin terminar de estimar los miles de millones de dólares que costará levantar Puerto Príncipe y estabilizar la capital Haitiana, cuando aún se siguen sumando el número de víctimas, que a la fecha asciende a 230.000 personas, igualándose en víctimas al número que dejara el año 2004 el Tsunami de Indonesia, en medio del dolor y la incertidumbre de seguridad que se vive en muchos de los campamentos por las futuras lluvias, careciendo de suficientes carpas para resguardo y abrigo… Una noticia asombrosa recorre los medios de prensa: “Contrabando de niños en medio de este escenario… lugar Haití”.

Casi inconcebible parece además que los implicados sean un grupo de misioneros evangelistas estadounidenses, y que estos –como si no tuvieran conciencia, educación o sentido común- señalen que “no estaban conscientes de estar actuando ilegalmente”; y se califique el acto como un malentendido administrativo, siendo altamente sospechoso que los responsables hayan sido 5 mujeres y 5 hombres… Si bien algunas fuentes señalan que no existe un marco legal sólido donde apoyar una intervención de adopción o ayuda para la reinserción de estos pequeños huérfanos, y por otra parte se afirme que el contrabando ya existía… aprovechar las condiciones existentes para proceder al tráfico de menores, resulta insólito e inadmisible.

¿No habrá conciencia en quienes así actúan, presa de sus egoísmos y necesidades particulares, gobernadas por lo bajo y lo nimio, para obtener ganancias ilícitas, usufructuando de la desgracia ajena…? ¿No habrá conciencia de que hay un Dios que todo lo ve, que todo lo sabe y todo lo juzga? ¿No es capaz el Hombre al menos, de renunciar a sus propósitos de beneficio personal, cuando el prójimo está pasando por la desgracia y la tragedia? Hemos perdido el respeto por nosotros mismos.

En el contexto de los tiempos que vivimos, tiempos de Tribulación, a nosotros nada nos sorprende, mas nos conmueve la inconsciencia que ata al Hombre a cadenas de condenación, fruto y efecto de su propia iniquidad, que no serán fáciles de desatar después de que el velo sea corrido y la verdad objetiva se muestre y se demuestre.

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