Romper las cadenas

Erradicar la inercia, la costumbre y la moda. Suprimir un hecho doloroso que aún está vivo y latiendo en nuestra memoria. Descartar lo que se nos ha obligado en las culturas, en las sociedades, en la historia. Eliminar todo lo que nos acomoda y hacemos propio, con lo que nos hemos adueñado… Si no somos capaces de romper esas cadenas que nos atan, seguiremos concibiendo toda esta vida como propia, muchas veces ahogándola y posesionándola con ideas que rebajan la calidad que se nos ha dado: personas con Conciencia y libertad para pensar y decidir. Y si Dios nos avisa que ya estamos en Tiempos de Tribulación y Cambios, no podemos quedarnos en lo que nos da una aparente libertad, sino que debemos movernos en el sentido que Él ya lo está haciendo, cuan Soberano que cumple sus promesas para el Hombre de Vida Nueva en el espíritu.

Somos influenciados en lo erróneo incluso desde el vientre materno. Si el vicio de fumar o beber está presente en el embarazo, sus efectos en nuestro cuerpo no se dejarán esperar. Si la alimentación ha sido inadecuada, producto de malas costumbres o ansiedades descontroladas, el recién nacido partirá su caminar con ciertas enfermedades que condicionarán su natural crecimiento.

Desde pequeños, seguimos recibiendo todo tipo de influencias y enseñanzas, buenas o malas. Nuestros padres, la familia que nos rodea, el medio en donde nos tocó estar insertos, el colegio… siempre quieren “lo mejor” para nosotros. Todo se desarrolla bajo un perfil que se debe adaptar a lo que la historia familiar, la sociedad y la cultura han establecido como un normal canon. Y bajo esta realidad, nos convertimos en una máquina de logros y de carreras desenfrenadas contra el tiempo. Todo para que nada material nos falte y tengamos aquello que la moda impone. ¿Por amor a nosotros, se supone? No, sólo adoración al ego, pues el “tenerlo todo” es señal de éxito en este mundo.

Y como “lo religioso” muchas veces es parte del hábito cultural, ¿qué nos ofrece aquí la sociedad, para que el niño no esté “alejado” de la Mano de Dios? Nuevamente la costumbre. La no-conciencia espiritual de nuestros padres, nos pone bajo un bautismo que, bajo ninguna forma, es conciente en nosotros. Ellos sólo obedecen cuan ovejas a una u otra iglesia que cree que todos nacemos en pecado debido al Pecado Original. Nos hacen parte de esa apostasía que niega que Cristo vino a salvarnos del Pecado, y que por esta Gracia todos nacemos sin esa antigua mancha. ¡Qué alivio es saber que esa misma Gracia no nos hace pecadores, porque no existe conciencia ni opción en el que recibe ese bautismo! Pero tal vez vayan a otra iglesia, una que restringe todo, basando su doctrina en una ley de Dios anterior a Cristo en Jesús, establecida sólo para el Hombre de ese Tiempo. O quizá acudan a otra, y así, y así… pasando por creencias subjetivas, y buscando la comodidad y donde no se les exija mucho. O al final, simplemente, no optan por ninguna. Nada les llena… ¿O será que en realidad no encuentran allí al Cristo que el espíritu anhela reencontrar?

Pero, bueno… el niño sigue creciendo como parte de una “base fundamental de la sociedad”. Una familia adaptada a las modas y necesidades que nos impone el mundo. Un núcleo que, dejando de lado las diferencias o conflictos en su seno, debe mantenerse unido a como dé lugar. Todo esto a pesar de que el padre viole a sus hijas, que la madre se deje violentar por su esposo sin importar el “ejemplo” que está entregando a sus hijos, o que entre los hermanos haya odiosidades nacidas en la infancia. No importa, sólo nos interesa la imagen que se dé hacia los demás. Y así, como adolescentes, nos convertimos en el mayor juez de nuestros padres, y nos sentimos con derecho a cometer todos los errores y a probar todos los vicios de moda, enrostrando a quienes nos han guiado su incoherencia y falta de amor. Y tomamos al fin el “control”, y repetimos lo mismo con nuestros propios hijos. Con más o menos errores, no importa… es el mismo círculo vicioso.

He ahí lo débil del ser humano. Tergiversa y menosprecia su calidad de persona con Conciencia y libertad, sin dejar que sea el natural que nos vive, el espíritu, el que ejerza en nosotros su Verdad. La inercia, la cómoda costumbre, la holgazanería interior, nos paraliza, y no permitimos ser inducidos por lo único que es Vida en nosotros.

Ya en esta parte del camino, como adultos, comenzamos a sentir un vacío, un cansancio inútil, una carencia de sentido en todo lo logrado y adquirido. ¿Por qué y para qué? Nos cuestionamos si las cosas las hemos hecho bien o no… y en base a qué. No sabemos de dónde venimos ni hacia dónde vamos, ni menos qué pasará después de la muerte. Y una gran mayoría permanece encadenado a este círculo sin fin, mas algunos conducidos por un espíritu que clama por liberarse, se entregan a la reflexión y a la búsqueda responsable de respuestas, que sólo el Cielo puede entregar.

La respuesta será siempre la misma para el Hombre de este mundo, la misma que Cristo en Jesús entregó a Nicodemo: “Si uno no Nace de Nuevo, no podrá gozar del reinado de Dios”. ¿Y qué significa esto… volver al vientre de nuestra madre, como dijo este Fariseo? Este “Nacer” lleva intrínseco un “morir”, porque no nace de nuevo lo que no ha muerto. Y deben morir los instintos, las pasiones, las ataduras sensuales y lo que amarra al mundo y su secuela de costumbres, modas, inercias que adormecen, la inconsciencia que nos mantiene con la mirada al piso, la mala influencia que se ha recibido en nuestra vida y que se ha pegado como lapa en nuestra psiquis, todo lo que nos ha gobernado en la vida, todas las dependencias del alma, todo materialismo, toda doctrina religiosa apóstata y anti-Crística … todo lo que Lucifer ha establecido como lo normal y correcto en este mundo y que nos aleja de la Verdad de Dios… todo eso debe morir, y en el camino que el Cielo ha dispuesto para que el Hombre logre esto, la Consagración guiada y conducida por CristoJesús, se reciben todas las armas que van permitiendo al Hombre, de forma gradual y paulatina, vencer estos paradigmas y dependencias.

Esta purificación es Nacer de Nuevo por Aguas, cuya “llave maestra” es el Arrepentimiento y Perdón sellado por Cristo. Representa la muerte de lo pasado para empezar a vivir una nueva vida en el espíritu. Un Bautismo es completo sólo al Nacer de Nuevo también por Espíritu. Y este espíritu es Dios viviendo en nosotros, y es la relación personal con lo Divino la que nos transforma, nos libera de lo mundano y de las dependencias, nos gobierna y nos entrega Sabiduría. En definitiva, es el que nos prepara para la Resurrección cuan Ley de Nueva Vida después del paso por la muerte,  y nos conduce hacia el Padre… porque Cristo Es el Camino al Padre, y es Él quien rompe las cadenas.

Sería irresponsable asegurar que esta entrega es fácil. Todo lo que se ha adjuntado en nuestra vida pasada, siempre luchará por permanecer… y esto, los Consagrados, lo hemos vivido en todas sus manifestaciones. Sin embargo, el Amor por la causa del Reino, y el querer ser discípulo de su magna Sabiduría y un activo agente en el Plan de Dios Padre, nos ha dado la fe Verdadera, la fuerza y claridad para entregarlo todo a quien siempre luchará nuestras batallas: Cristo.   

Pero, ¿por qué esperar pasar por todas estas vicisitudes en la vida, para recién después optar por Nacer de Nuevo? Si inculcamos a nuestros hijos desde pequeños su relación personal con Cristo y con el espíritu que les vive, y no nos adueñamos de ellos, y los ponemos en manos de quien los ha puesto a nuestro lado… ellos no crecerán encadenados. Y en la aceptación humilde de saber que están con nosotros por una razón espiritual superior, nuestro Señor nos colmará de bendiciones, protección y sustento… que nada tiene que ver con lo que nos ofrece el mundo.

Entonces, si estamos dispuestos a que Cristo cambie y revolucione todo en nosotros, aquí y ahora, estaremos muy bien preparados para los tiempos de Tribulación que están sucediendo. Ya los estremecimientos que vemos y escuchamos, no nos desorientarán. No habrá razones para temerle a algo que sabemos que es parte de un Plan superior. Sabremos que es la presencia de Cristo cuan Temblor y Relámpago que ya se acerca y prepara Su Segunda Venida y el nuevo Tiempo del buen Milenio de Paz.

Hno. Carlos Alvarado C. 

 

 

 

 

 

 

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