Bajo la ostentación de santidad y pulcritud, de leyes morales y normas canónicas, luciendo sin tapujos riqueza política y material, predicando el sufrimiento de la grey como imitación sagrada del dolor de un cristo perennemente sangrante y martirizado, pululaba y ronda aún una mentira institucional que se alza en nombre del único magisterio materno de cristiandad original: la Institución Vaticana del Catolicismo.
El pueblo de Cristo bajo la influencia y militancia católica ha sido tenido por esclavo en la falsedad doctrinaria: la cultura católica fue y es el instrumento para irradiar hegemonía ideológica; y la activa participación en la nomenclatura del poder político ha sido útil para imponer sus márgenes de educación y condicionar leyes y normas en la sociedad. Por siglos han predominado sin contrastes, y aún en la modernidad pluralista siguen ejerciendo fuerte lobby político en amplias gamas del acontecer de un país, y del mundo. Y la falsedad doctrinaria ha echado raíz en la tergiversación de los Hechos de Salvación, negando los eventos victoriosos, como llaves a la liberación del creyente, resaltando los episodios de tortura y muerte cuan condición de culpa y pecado. Desde ahí: la imposición del cristo muerto, martirizado y doloroso, para pasar raudamente por una resucitación casi simbólica, alzando el macabro instrumento romano de muerte, la cruz, como supuesta salvación… se llega y aterriza en la teología del sufrimiento y el sometimiento del creyente bajo un pecado que Cristo, según ellos, no abolió. Y sobre esa fraudulenta base se ha levantado la prioridad imprescindible de la tutela de la Iglesia sobre Dios mismo.
El cadalso es necesario cuando los prisioneros no pueden valerse por sí mismo: y con esa mentalidad, el Vaticano alzó su Estado secular y teocrático para desde sus cúpulas hasta la parroquia se ejerciera el mandato del gobierno eclesiástico. Seguros del poder alcanzado, sin Dios que los mire ni Cristo vivo, por siglos han sido partícipes e ideólogos de un sinfín de hechos de corrupción política, fraudes económicos, reparticiones oprobiosas, participación en guerras… y abuso de niños y niñas, pedofilia y sodomía como práctica común, aceptada, y debidamente bien resguardada.
Una señal de apostasía, dice Pedro, será la negación y prohibición de contraer matrimonio. Pues bien, el Celibato en esta institución mundana fue la respuesta a la exagerada costumbre, anterior a dicha medida, que se había convertido modo de ser y de hacer en la vida cardenalicia: casarse y tener no pocas amantes, introducir prostitutas en los conventos y… sodomizar jovencitos. Estos escándalos, referidos en la historia del vaticano y del papado (investigar e informarse es deber de conciencia de toda persona de Fe) fueron sancionados con el edicto del Celibato. Pero esta medida solamente tapó hacia la luz pública el escándalo que era de conocimiento general, y llevó la costumbre degradante a los oscuros pasillos del secreto y la omisión… hasta ahora.
La Salvación de JesúsCristo reside en los Tres Días en que el Dios Victorioso venció a los infiernos y cambio el Estado de Vida del Hombre. No es la cruz, ni la tortura, ni la muerte señal de salvación, sino lo es la Victoria y los Hechos acontecidos en los Tres Días y la labor Posterior en los 40 días en que el Cristo Dios estuvo entre los Suyos, incluyendo a su ‘Otro Pueblo’ (`tengo otras ovejas’). Son las enseñanzas de Jesús, como el Sermón del Monte, y los eventos trascendentes de los Tres Días, y su labor durante los 40 Días de Restauración, y el Hecho del Descenso del Espíritu Santo, los Hechos de Salvación que todo Hombre de Fe debe hacer propio y asumir como vía de Conducción para alcanzar la Voluntad del Padre. Sin estos Hechos, sin asumir esta Salvación y sin tomar este Camino hacia el Padre… hay apostasía, negación y se vaga en la tibieza que hace al creyente un ser que no es ni frío ni caliente, y si no es frío ni caliente… Dios lo vomitará.
El pueblo de Cristo debe ser libre, y la Verdad hace libre al real Hombre de Fe. El pueblo de Cristo encarcelado por la bestia de la corrupción debe salir de los muros de Babilonia, e ir al encuentro del Cristo Vivo que nunca salvó al Hombre por la cruz, sino superando la cruz, venciendo los infiernos, arrebatando la muerte de garras demoníacas, abriendo los Cielos, despertando a los santos dormidos, restaurando el Espíritu de Dios en el Hombre, colocándose El mismo cuan Conductor al Padre para que todo Ser haga Su Voluntad… y por El y Gracia del Padre obtener por Fe el Magisterio de Sabiduría del Espíritu Santo. He ahí La Salvación que derrotó al pecado, porque desde Cristo el pecado no es más que La Gracia. Y desde Cristo ya no es necesario el viejo sacerdocio intermediario que reemplaza a Dios, sino que todo varón y mujer se hace Sacerdote de Cristo por el Sello de su Nacer de Nuevo: el Bautismo de Arrepentimiento y Perdón, y el Sello de Fuego del Espíritu Santo.
Un Sacerdocio de santidad que responde a Cristo en Persona: ¡He ahí el Pueblo de Dios!
Por siglos la apostasía ha mantenido en la cárcel la creencia y la verdad de la Fe de miles de personas. Ahora el creyente debe salir de la ciudad corrupta, y debe alcanzar al Dios Vivo que por generaciones se le ha negado y escondido.
¡Es hora de Consagrarse. Ya no basta con creer!
No olvide el cristiano verdadero: estamos en tiempos de Tribulación y la Mano de Dios remueve los secretos para que todo Hombre opte en conciencia. El Cristo que juzga está cerca y vendrá cuan Dios que Es para separar a los de justicia de los extraviados anatemas que en Su Nombre han apostatado de su Ley de Vida. Nadie que no ponga por Obra la Voluntad del Padre entrará al Reino… aunque aleguen pertenencias eclesiásticas e ignorancia voluntaria de los hechos que están en la palestra para que todo Ojo vea, todo oído escuche y toda persona discierna. Nadie podrá pretextar… ¡es que yo no sabía! Se puede engañar a los Hombres por un tiempo, pero a Dios no se le oculta nada ni por un segundo de tiempo.