Cristo, el Dios de Israel y el punto de quiebre.

Para cualquier persona de fe que se sumerge en aquello que se ha denominado ‘Antiguo Testamento’, y que en realidad es la recopilación cristiana de las antiguas escrituras de la religión israelita, base además que sostiene a la religión musulmana, y reflexiona sobre los hechos, palabras y pasajes que se detallan en estos Escritos… queda ante evidentes contradicciones que han tenido los siguientes tratamientos: a) son misterios que el Hombre no debe escrutar; b) no debe el Hombre entrar en juicios a los modos de proceder de Dios; c) lo Escrito es Sagrado por ende es justo, siempre; d) se debe explicar con subterfugios y contorsiones intelectuales aquello que humanamente parece inexplicable, y hacerlo explicable de algún modo; e) aceptar literal todo cuanto escrito y aplicarlo a rajatabla y con bizarra ortodoxia; f) se debe obtener mirada Espiritual para discernir lo de Dios.

La contraposición radica en la inusitada y reiterada ‘humanidad’ del Dios Bíblico, sujeto a pasiones, venganzas y avatares políticos concretos; son cientos los pasajes donde el Dios de Israel promete muerte y castigo, y en no pocos episodios los aplica con determinada precisión. Matar a los hijos, a un hijo primogénito, o permitir incestos, o aceptar a un Rey emocionalmente inestable, el cual, para quedarse con la mujer que lo consume en pasión, urde un plan para matar al esposo de ésta y tomar como concubina a la viuda… no son ejemplos de justicia y amor que ahora asociamos a la misericordia de Dios. Podemos seleccionar todos los pasajes de estas Escrituras donde Dios realiza alianzas políticas con ‘su pueblo’, y sanciona ocupación de tierras ya ocupadas por otros, y por lo mismo da inicio a una dilatada guerra que dura hasta nuestros días. Matar, castigar, vengar y hacer pagar, incluso esclavizar… como el sabio Salomón, quién para deforestar El Líbano esclaviza a treinta mil hombres y los hace trabajar hasta lograr su objetivo ‘santo’, que era construir el Templo. Si no tuviésemos un parangón divino donde apoyarnos, comparativamente, simplemente deberíamos aceptar, como lo hace la religión hebrea, que ‘así es, y ‘así debemos aceptarlo… y proceder’. Sin embargo, es JesúsCristo quién nos brinda ese punto paralelo de referencia en el cual debemos apuntalarnos para entender la realidad que nos vive cuan seres trascendentes y espirituales.

En el mismo ejercicio de leer, separar y establecer líneas conductuales y de principios, tomando Los Evangelios en su totalidad, y ampliándolo a textos apócrifos y rollos y pergaminos en el mismo tenor hallados en los últimos 70 años, no descubrimos, no encontraremos, una palabra, idea, oración o mandamiento de JesúsCristo que se armonice, en forma y contenido, con la esencia y enmiendas del Dios del Antiguo Testamento y las Escrituras Hebreas. Y no hablo de interpretaciones teológicas, sino de simple ejercicio de comparaciones aplicadas, donde se establecen líneas históricas y semejanzas de ideas, conceptos, principios y fundamentos… entendiendo que una religión humana es el resultado de las necesidades de los Hombres, y sus cultos y rituales son expresión de creencias nacidas de eventos que no se pueden entender; mientras que los movimientos de fe, místicos, espirituales o ‘al di sopra’ de la realidad cotidiana del Hombre… los cuales ejercen una influencia que conduce al Hombre a supeditarse a realidades supra mundanas… son hitos de corta duración histórica, pero que perduran en el tiempo como un modo espiritual de trascender la materia, siempre exigiendo la sublimación del ser humano hacia estados que no son de este mundo. Ahora, la religión también se alimenta de estos ‘episodios místicos’ o ‘eventos espirituales’, y en muchos casos suelen ser, las religiones, deformaciones humanas y mundanas cuyo origen está lejos de ser solamente humano y netamente mundana.

Los Hechos del Cristo en la Tierra son una ruptura en la continuidad histórica-religiosa de los israelitas… y del mundo. Y es aquí en donde surgen las diferencias cuyo análisis abre los resultados a una cantidad de bifurcaciones: a) no se acepta al Cristo encarnado en Jesús; b) se concibe a JesúsCristo como a un hombre que se hizo hijo de Dios, siendo profeta, maestro y mártir, y como un hombre quiso cambiar a los Hombres y al mundo y nos legó enseñanzas e iglesia que debemos fomentar y obedecer a según interpretación del pastor; c) se entiende a JesúsCristo como hijo de Dios desde su nacimiento, cuyo valor principal fue morir en la cruz echándose encima los pecados del mundo, resucitando luego para ser Glorificado por su sacrificio; d) se acepta a JesúsCristo en continuidad, igualdad y relación inseparable con las Antiguas Escrituras Hebreas, no estableciendo diferencias y aplicando aquello que se ha separado bajo el nombre de Evangelios como un texto único con aquello que se ha seleccionado de los hebreos y se ha llamado Antiguo Testamento.

En la visión de que Cristo es Dios, y Jesús es la Carne y Cuerpo del Espíritu de Dios entre los Hombres, hay claramente un quiebre sustancial con toda postura religiosa cristiana eclesiástica, pues si Dios estuvo en la Carne para ejecutar un Plan de Salvación, es menester identificar los Hechos que detonan tal elemento salvador. Es entonces que la cruz romana y la muerte de Jesús en el instrumento de martirio de los potentados de entonces… pierden categoría, pues la simbología que representa la muerte en la cruz no explica nada, ni nos revela en qué consiste el Plan. Cuando el mismo Jesús insiste que alzará el Nuevo Templo en Tres Días, y que por Tres Días estará vivo en el vientre de la bestia (como Jonás) ilustra la clave del Hecho Salvador. Son los Tres Días… en que Jesús, la Carnalidad, cesa su rol, y el Cristo Dios en su Potestad Divina desciende a los Abismos para provocar la Gran Mutación del estado de Vida en el Hombre… aquel tiempo preciso en que los Hechos de la Salvación son puestos en acción por la fuerza del Dios Verbo.

Si de Dios se trata, bien nos vale entender cada enseñanza de JesúsCristo como Palabra de Dios, y de eso se trata La Nueva Ley– luego traducida como ‘Nueva Buena’ y posteriormente en su acepción griega: ‘Evangelios’-; se trata, nada menos, que poner por obra la Nueva Ley de Vida. Tomamos, a modo de ejemplo, las Enseñanzas del Monte, y nos proponemos hacerlas nuestras, cuan modo de vida, coherente y permanente… y esmerándonos en esta congruencia leemos el Antiguo Testamento porque nos dijeron que ‘toda la Biblia’ era Ley de Dios. Entonces surge la contradicción. No es conciliable la paz de Cristo con el Dios de los Ejércitos. Claro, siempre se podría encajar con el intelecto lo que nunca cuajará en la práctica y la coherencia de vida… ¡pero es que la religión no exige que una verdad adquirida quepa a la perfección con la realidad del individuo! Y eso bien lo sabía JesúsCristo, quien fustigó hasta el cansancio a los hipócritas. Y siendo Dios, mal podemos empequeñecer la crítica de Dios en Jesús a solamente los fariseos, sino que debemos entenderlo y hacerlo realidad a una condición del Hombre.

¿Cambió Dios? ¿Un Dios que cambia, puede ser un Dios inmutable? ¿Puede Dios plegarse de tal modo a las pasiones tan típicas del Ser Humano? ¿Acaso este Dios tan cambiante, apasionado y hasta político de Israel se parece en mucho a los dioses del Panteón Griego?

La reflexión sobre esta cuestión podría ser larga, plena de citas, hechos y pasajes que ahondarían las dudas y los contrarios que nos dejarían en un mar de incertidumbres. La religión está hecha para dar seguridad al Hombre mundano sobre los asuntos de Dios, en modo que el Hombre común de este Mundo pueda desarrollar su vida de esclavo entre las contenciones que lo hagan productivo, maleable, y sumiso a las autoridades eclesiásticas. En cambio, la realidad de Dios desestructura lo mundano y coloca al Hombre sobre rieles de superación que el sistema Cainita no acepta y combate. Basta que una persona se sincere en su Fe y tome sobre sí a Cristo cuan Dios, y los Evangelios como regla de vida (coherencia que debe ponerse en práctica cada día) y será inevitable la contradicción. La pregunta que todo ser de buena voluntad que asume a Cristo como a su Dios Personal, y por sensatez se adapta a la paz de Cristo sin cuestionar los efectos que esto comporta en un Mundo hecho para la Guerra, es: ¿a qué Dios debo seguir, al que leo y recibo desde el testimonio del Antiguo Testamento… o al que JesúsCristo me invita a vivir? Los exegetas bíblicos ya tienen la respuesta para eso, pero no hallaremos ninguna que nos aclare el dilema, y toda aceptación debe ser por dogma y una fe que se asocia a la no-inteligencia. Los eclesiásticos tienen su panacea: ‘en la iglesia se halla el camino… aún en la incertidumbre y las no-respuestas… estás a salvo en la iglesia, pues es ésta el centro de la autoridad de Dios entre los Hombres’. Algo así como: no pienses, no escrutes, no disciernas, no preguntes, no busques, no indagues, no quieras hablar con Dios porque Él ya habló, no pretendas entrar en asuntos divinos porque eso es malo y tentación del demonio.

Nuestra práctica nos enseña que en estos puntos, como en otros, es urgente y necesario fijar una base primordial de sustento: La Fe. Y entendemos por Fe aquella fuerza, convicción, certeza y voluntad que nace del Espíritu, y que es más fuerte que el conocimiento, se impone a nuestros deseos y nos empuja hacia Dios en todo acto y recoveco de nuestro andar y ser. Esa Fe que nos mueve, es el Espíritu de Dios viviendo en nosotros: y esa Fe no nos conducirá sino a Dios. Por lo mismo, es deber del Hombre dejar que esa Fe Lo Viva, y jamás mermar su fuerza con trampas emocionales, necesidades del ego, intelectualismo y ansiedad de poder mundano. Nuestro deber es dejar que la fuerza de la Fe nos conduzca hasta el final del camino humano. Ahora bien, la Fe no es genérica, ni es azarosa; si es Fe que viene del Espíritu, es Dios en nuestras vidas. Para Discernir lo de Dios de aquello que endiosamos: Alma, Sentidos, Deseos, conocimiento, necesidades y poderes en el mundo… es deber del Hombre estar bajo un Orden Divino, no invención de Hombres, sino divino. La fe centrada en una referencia cósmica, en una santidad determinada, en dioses que podemos cambiar de acuerdo a nuestros ‘procesos’… suele ser aquello que en lo común entendemos por ‘fe’: creer, creer en algo, creer en algo que no veo y que considero superior… y que me es útil; creer para tener esperanzas. Pero esa fe no nace del Espíritu, por ende no conduce a Dios.

Cristo se propone como el centro de la Fe. ‘Quién a mí me ve, ha visto al Padre’. Y establece una directa relación divina entre el Padre Dios y su Calidad Divina.

Surge entonces el punto de quiebre: ¿es el Padre que nos revela Cristo, el Dios de Israel? Porque si lo fuese no se entiende porque no lo sanciona de tal modo, siendo de esta forma más claro para los mismos israelitas; pero en cambio hace una grave diferencia en variados pasajes, en los cuales establece que el ‘padre de uds. es el demonio’ ‘…pero el que me honra a mí es el Padre, el mismo que Uds. afirman que es vuestro Dios, pero Uds. no lo conocen, yo sí lo conozco…’ – Juan 8:54- En forma constante JesúsCristo niega que el Padre del cual Él viene sea el mismo padre Dios al cuál hacen referencia los israelitas. No hay un pasaje, ni en los Evangelios ni en otros textos, en los cuales se pueda verificar una aceptación clara en relación a que el padre Dios de los hebreos fuese el Padre Dios que Él representa en todas sus Formas y Contenidos. Leemos en el AT varios pasajes en donde el Dios de Israel es proclamado como ‘habitante del cielo’, y se identifica a éste, al igual que a sus ángeles, como seres que intervienen desde el cielo. Por su parte, JesúsCristo indica que el Hombre de Fe debe ‘orar al Padre en Espíritu, porque Él es Espíritu’.

Leemos en Juan que Cristo es Antes que Abrahán, y revela su calidad divina con la frase: ‘Abrahán se alegra por este día’- y por lo mismo es catalogado como ‘demonio’ por parte de los sacerdotes israelitas- y sí a esta declaración agregamos el Hecho de la Transfiguración, estamos acercándonos a la aseveración de Pablo, cuando dice que ‘sin duda que habían cristianos antes de Jesús’. Ahora, si Cristo es antes de Jesús, y en Jesús está en plena Conciencia de su calidad Divina, al punto de sostener relaciones tangibles con Moisés y Elías, y hablar de los estados en que se hallaba Abrahán: ¿Cómo nunca afirmó la unidad entre el Padre que Él revelaba y el padre Dios al cual hacían referencia los israelitas?

Si entendemos que la Antigua Ley de Vida atañe a todos los Hombres que habitaban este mundo antes de los Hechos de Cristo, y que esta Ley de Vida no ofrecía salvación, redención o ascenso a vida eterna, y dejaba al Hombre en las fauces de la muerte que yacía bajo control infernal, y los santos de la generación de Abel entraban en el ‘sueño de la espera’ pero tampoco tenían acceso a la inmortalidad y la vida celestial, mas no caían en Los Abismos; y que todo Hombre nacía con una Deuda capital, el pecado, y agregaban deudas personales abrumadoras que no tenían esperanzas de saldar… y que el mismo pueblo elegido es catalogado por los profetas como ‘terco’ testarudo’ rebelde’ ‘idolatra’ y ‘criminal… pues ‘ha matado a todos sus profetas’… ¿cómo el padre Dios podía estar tan cerca y absolutamente involucrado en asuntos de tierras y de ejércitos… y ahora, libres del pecado… restaurado el Espíritu… no llegamos a Él sino por Cristo? No hay muchas alternativas: o tiene razón JesúsCristo cuando asevera que el padre de los israelitas no era el Padre Dios, que no lo conocían, o simplemente Dios se volvió demasiado humano y está lleno de contradicciones inexplicables e inaceptables para la calidad de un Dios.

Sin el Orden de la Fe nada de esto puede ser dilucidado. Puesta la Fe en Cristo Dios, todo puede hallar respuestas.

Puesta la Fe en el Cristo Dios, encarnado en Jesús… el Verbo del Creador venido en Jesús, y eterno en su calidad divina (no ‘Jesús como un todo’, sino el Cristo como un todo)… haciendo nuestra la Nueva Ley de Vida, y asumiendo las enseñanzas de los Evangelios (sobre todo el gran Manifiesto del Santo que representa el Sermón del Monte) nos colocaremos en estado de Oración como Él nos enseña: en Espíritu, y por paz, por Fe, por vacuidad de los deseos y carnalidad, aceptaremos Sabiduría del Espíritu Santo… entonces estaremos en grado de entrar en el Discernimiento de estas contradicciones y verdades. No hay otro modo. La Fe puesta en el Cristo Dios, las normas de vida interior y externas según coherencia plena, y estados espirituales constantes y disciplinados para establecer una real y profunda Relación con el Cristo Conductor. ¿Objetivo? Alcanzar al Padre y ser dignos de entrar en Su Voluntad. De este modo fundaremos la base de nuestra trascendencia. Desde aquí podemos explorar estas cuestiones que desde lo mundano y la mente jamás resolveremos. Por lo mismo es que resulta fútil entrar en debates religiosos o doctrinarios, ideológicos, sobre estos temas… es inconducente… y al final es causa de litigios, odiosidades y buen pretexto para que la maldad haga su parte.

Cristo es Ley por existencia, por naturaleza y por conducción. Si Ley es un Orden Creativo, entonces Cristo mismo es La Ley. Si es Ley conduce a una Ley mayor, al Padre. Si fuese no más que un dios de otro mundo, no puede sino conducir a sí mismo. Si es Ley Superior sacará al Hombre del Mundo que lo rebaja y amarra; si es dios de mundos diversos nos esclavizará y nos hará entrar en eternas guerras; si es Dios de Amor llamará al Hombre a amarse; si es dios de guerra incentivará la retaliación y la justicia del más fuerte; si es un dios menor pondrá unos sobre otros como hacen los Señores con sus esclavos; si es Dios de justicia proclamará que todos somos sus Hijos; si es un Señor de mundos que por superioridad usan a los Hombres para sus oscuros propósitos, es Belcebú o pertenece a la fuerza contraria al Reino de Dios Padre… porque al Reino del Padre solamente lo representa el Cristo Vivo.

Ahora, el asunto de las incoherencias de las religiones no es nuestro asunto: es juicio de Dios, no del pequeño dios de los mundos que ha predominado sobre los Cainitas, sino del Dios Verdadero que es Casa de Santos como Abel, Set, Enoc, y lugar de los Santos y Sabios de todo el Orbe.

La cuestión no puede ser de resolución teórica… eso es una trampa. El punto se resuelve por Orden de Fe, por Coherencia, por aplicación práctica y consecuencia en todos los planos de la vida; y nunca será juicio de los Hombres, sino que OPCION de los Hombres. ¡No que nosotros debemos resolver los engaños de los dioses! sino que es nuestra la Opción por y para hacernos parte del Dios Padre que Cristo, el Dios Verbo, nos muestra, y al cual nos conduce en la paz que nos ofrece. El punto de quiebre no es la resolución de los asuntos que nos sobrepasan, sino se halla en la ruptura de nuestra esclavitud humana por medio de la OPCION por (de) la Libertad Espiritual. Y para entrar en relación con el Padre que es Espíritu debemos navegar a diario en nuestro propio espíritu: el que será guiado por la Memoria de Sabiduría de la Madre Espíritu Santo, y tendrá como orientador supremo al mismo Cristo Vivo.

No de religión, no de teoría, no de discusiones bíblicas, no de pertenecías ideológicas, no de verdades eclesiásticas… hablamos, hablemos… Sino de Salto y Asalto a la Libertad que nos haga trascender este Mundo, y sigamos con más Vida en La Vida, en La Conciencia, y logremos la Voluntad del Padre… el Padre que tiene por Verbo al Cristo de la Salvación.

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