Bien sabemos ahora que por los Hechos de los Tres Días, el Cristo Dios nos eleva, cuan Hombres, a la calidad espiritual que nos asemeja a nuestros orígenes divinos. Orígenes Adámicos cuya esencia espiritual era y es que por La Carne y la Conciencia este Ser Humano Opte, Elija, en libertad, por la Pertenencia que lo une al Creador y al Plan del Creador.
Sabemos también que la Estirpe Adámica Original eran varones y mujeres hechos descender sobre un mundo que no era santo, puro o celestial, sino terrenal, dual y en lucha con los poderes del Cosmos y de las Tinieblas. Y es dato de la Causa que la Estirpe fue dividida en dos Generaciones: la de Caín y la de Abel, o también conocidos como ‘los hijos de la luz’ (Abel) y ´los hijos de perdición’ (Caín).
Existen dos figuras en los textos hebreos, y estas imágenes se repiten en otros testimonios antiguos que nos hablan sobre estos Orígenes: la mujer Adámica y Liliht. Esta última no es Adámica, sino que ‘hija de los Hombres’, y sería ésta la responsable de la tentación que conllevaría a la unión de varones Adanes con mujeres de este mundo; y de esta unión nacería Caín. Mientras que Evas y Adanes que no se unieron a los ‘Hombres de este mundo’, y sí se unieron entre ellos, dieron por fruto a Abel.
¿Por qué es importante esta versión de la historia de nuestros Orígenes? Porque desmiente que la mujer sea la única culpable de La Caída, sino que endosa la principal responsabilidad a los varones Adámicos que al sentir que gustaban de las mujeres de los Hombres se unieron a ellas. Aparece la figura de Liliht, que siendo parte de la Biblia Judía no fue considerada por el cristianismo eclesiástico, y este personaje es vital para entender el nacimiento del nefasto Caín. Entonces, con esta amputación se esconde la verdad sobre la mujer Adámica, la madre de Abel, y menos se acepta el rol posterior de la mujer Adámica en la construcción de Reinados florecientes.
La Generación de Caín es el resultado de la unión trasgresora entre Adanes y mujeres de este mundo, cuando este mundo era producto del Principado Tenebroso. La esencia de Caín es violenta, y sublimiza la guerra, al héroe, la sangre y el dominio. El ‘Mundo’ que Cristo critica, y que pregona como el principado del Belcebú, es el ‘Mundo cainita’. Cuando proclama que Él ha sacado a Los Suyos de este Mundo, está hablando del ‘Mundo cainita’, cuyo sistema se basa en el dominio, la esclavitud, el dinero, la violencia y guerra, la sangre y el exterminio. Al referirse a los humildes, habla de Abel, de la Generación Santa, de los Hijos de Set, de Enoc, de Noé, de los Santos y Sabios de Paz, que son Sus Otras Ovejas.
Ahora, Cristo encarna en Jesús en medio del dominio ancestral de Caín: Judea. Coloca a Israel no como el pueblo santo, sino como el Pueblo Rebelde. Separa y aparta a Doce varones: representación profunda de las 12 Tribus originales. Los 12 son varones, porque las 12 Tribus fueron esencialmente cainitas, y en el sistema cainita la mujer, que no es de la Estirpe de Eva, debe ser esclavizada y sometida. Por lo mismo, las ‘cabezas’ de estas Tribus eran varones, y varones debían ser sus representantes en el Plan del Mesías. Sin embargo, purifica a María de Magdala, y conforma un núcleo de mujeres santas en su entorno cuyos roles eran evidentemente sacerdotales (como la unción con oleos) y María, la madre carnal de Jesús, es de Estirpe Adámica… una Eva.
En los Evangelios Sinópticos del cristianismo existe una sola aseveración de Jesús sobre su calidad de Mesías y Redentor: la hizo a la mujer en el pozo de Jacob. Nunca reconoce su verdad ante los discípulos varones, y esto irritaba a sus discípulos, incluso al punto de causar alejamientos temporales, como se nos enseña en la repartición de los panes.
Los 12 días de martirio, la amarga copa que Jesús al final aceptó por amor al Padre, no fue pago por la Santa Generación de Abel, sino pago por el asesinato de Abel, crimen de Caín que nunca fue castigado y que Jesús, en la carne, pagó en los 12 días de tortura y luego en su padecimiento en la cruz romana. En efecto, finalizado el pago de la deuda de Caín, el Cristo Dios desciende a Los Abismos y combate en los infiernos, y provoca el Gran Cambio que nos Salva y Eleva.
Después de Su Victoria en los Tres Días, alzado ya el Nuevo Templo: el Espíritu de Dios en el Hombre (en todo Hombre… sea cual fuese su origen, nación, sexo o cultura)… regresa entre los Hombres… no en el cuerpo de Jesús, sino con variadas formas humanas y divinas (por lo tanto nunca hubo resucitación); y a quién primero se presenta es a Magdalena, una mujer, la primera Testigo del Cristo Victorioso. Pero tampoco ella, tan cercana y amada por el Mesías, lo reconoce al inicio, como los caminantes Emaús, pues quién se presentaba era El Cristo, y no necesariamente la figura de Jesús… porque Cristo es el Verbo del Padre… Dios Hijo… Dios desde siempre, antes, durante y después de Jesús.
La Salvación, no por la cruz, sino por la Victoria de los Tres Días, es transversal, para toda la humanidad, para el Hombre. La Salvación no es mérito de los Hombres, sino Gracia del Plan del Padre. Y corazón de esta Salvación es la Ley de Resurrección: la que se abre con el Despertar y Elevación de los Santos que dormían el sueño de la espera, la Generación de Abel que fue postrada a la Derecha del Reino de Los Cielos. Imposible, entonces, pensar que los Santos eran causa de deuda y martirio para Jesús, sino era Caín quién recibía liberación con los 12 días de tortura y muerte física en la cruz. Quizás sea legítimo para el cainita adorar la cruz y exaltar los 12 días de sacrificio, sangre y crucifixión… después de todo fue por y para ellos tal expiación atroz. Pero esta celebración de culpas y festín para solazarse en el pecado no es compartida por la Generación de Abel, pues para los Humildes y Leales la alegría se halla en los Tres Días de Victoria, y en la libertad de poder alcanzar al Padre para poner por Obra su Voluntad.
El responsable del enclaustramiento de la mujer es el sistema cainita, cuyo centro de poder es la Religión. Por medio de la Religión, unida a la Política y al Dinero, el Mundo (sistema cainita) ha logrado dominar a la humanidad, y ha discriminado a la mujer, al punto de que aún hoy hay Religiones que torturan y esclavizan a la mujer de manera demoníaca.
La negación del Sacerdocio a la mujer en el cristianismo cainita nace con el desquiciado Constantino, y se impone por regla viril siguiendo viejos cánones estructurales fariseos, con concepciones culturales y racionales de la antigua Grecia, ligada a la necesidad de ser parte de todo gobierno y reinado secular. No es ‘voluntad de Dios’ ni es’ herencia de Cristo’.
La mujer tiene pleno derecho a la Salvación por Fe, al igual que cualquier Ser Humano, sin distinción alguna. Y la mujer puede ejercer el Sacerdocio de Cristo… entendiendo este Sacerdocio por aquel que Cristo nos sella desde el Bautismo en edad de adulto, de acuerdo al Nacer de Nuevo por Agua y por Fuego, y los propósitos de Conducción que nos deben llevar a conocer y poner por Obra la Voluntad del Padre.
Pero hay un elemento que en el Sacerdocio de la mujer es único: la maternidad; como lo señala la concepción de María, es la maternidad una alianza de Fe y Entrega entre el Padre y la Mujer, bajo la Conducción del Espíritu Santo. El Reino puede prescindir de un varón para traer Hijos del Cielo entre los Hombres… pero no de la mujer. Y el Sacerdocio de la mujer contiene esta clave de santidad suprema que los cainitas han ocultado por siglos obedeciendo a su dios, a su padre: el Príncipe de Tinieblas… el que debe evitar a como dé lugar que mujeres santas conciban Hijos del Cielo.
Cuando los cainitas debían fundar su sistema religioso usurpando el nombre de JesúsCristo, tuvieron que combatir otras verdades bien arraigadas en quienes practicaban la Fe en el Cristo Dios. Una fue ocultar, omitir, desdibujar, obnubilar la calidad del Espíritu Santo. Desde Pentecostés se entendía a este Espíritu de Fuego como a una Fuerza que entregaba iluminación, conocimiento, saber… SABIDURIA. Y era llamada ‘Madre Sabiduría’. Los oscuros conciliábulos de varones del Poder eclesiástico desmembraron esta concepción, pero nada pudieron presentar en su lugar… y desde entonces el cristiano común poco y nada sabe de la Madre real, y el catolicismo quiso llenar este espacio divinizando a su antojo la figura de María. La Mujer y lo femenino sigue siendo un trauma para el cainita.
Si entendemos la historia de este justo modo… entonces no podemos alarmarnos por la sodomización y pederastia que pulula entre los varones cainitas que ejercen sacerdocio eclesiástico. El cainita es un ser corrupto por naturaleza, y es para ellos el Camino de acogerse a la Gracia, y por La Gracia Salvar el Alma oscura, y despertar por fin el Espíritu de Dios en ellos. Mas, por su gen rebelde y deseoso estará siempre propenso a la caída, y por lo mismo que Cristo se propone a Sí Mismo como Conductor y Sumo Sacerdote. Esta realidad, del cainita, es la que predomina en la doctrina del pecado, y la insistencia en que ‘todos somos pecadores’. Y es la misma que sirve para calificar a la mujer como un ser intrínsecamente pecador.
Si abandonamos la mentalidad, el alma, los modos de ser y de concebir la vida y al mundo… que son propias del cainita… y la mujer reivindica en ella su calidad de Eva, y renuncia a la Liliht oscura que subyace en lo humano… nada, nada de lo que teoricen y decreten los teólogos y legisladores de la Religión según Caín, tiene valor para un Consagrado, para una Consagrada. Porque los Consagrados pertenecemos a la Generación de Abel, de Enoc… de los Santos y Sabios Adámicos, y nuestro Sacerdocio se halla bien saldado al Sello Perpetuo de la Orden Celestial de Melquisedec.