Arica es una ciudad ancestral, con vestigios de un pasado entre remoto y reciente, que por recodos, valles, laderas de montes, y antiguas cavernas nos recuerda que hay aquí parte importante de una historia oculta, que corre paralela a la historia oficial. Arica ha sido parte de la ruta que siguieron los antiguos Hombres Perfectos, que en su Tiempo fueron llamados a ejecutar la labor de siembra, de la cual hoy nosotros somos continuadores y que al igual que nuestros antiguos hermanos sacerdotes de Cristo, hemos de ejecutar la siembra de este Tiempo.
Aquellos que descienden de los antiguos Hombres perfectos en espíritu y por obediencia a Cristo, son los que pertenecen por estirpe a Su Casa, y a ellos buscamos en esta ciudad y sus alrededores, sabiendo por revelación de Cristo cuántos son y en qué lugares debemos buscar. A ellos y ellas va dirigido el llamado de Cristo por medio del cual les invitamos a indagar este Camino de Consagración y Sabiduría, y comprometerse con Cristo y Su Plan. Ellos harán parte de las Comunidades de Consagrados que irán constituyendo las bases en la geografía designada por Cristo como el lugar de Su Portentoso descenso como Dios, quien vendrá a instaurar El Orden del Reino, bajo Su Ley y Gobierno, para conducirnos hacia el Milenio de Paz.
Toda esta revelación no tiene un asidero coherente sin la visión de la Deidad de Cristo y su potencia para elevarnos mediante este Plan que no es nuevo, sino que hoy, como en tiempos anteriores, cumple con una etapa distinta, pero complementaria; siempre avanzando y siempre concretando los objetivos.
A esto hemos invitado durante este Tiempo de misión en la ciudad de Arica, visitando y ampliando nuestra acción hacia poblados aledaños como San Miguel de Azapa, Putre, a 3500 metros hacia el límite con Bolivia, y también hacia el Perú, en la ciudad vecina de Tacna. Llamamos a participar de este maravilloso Plan, entregando en cada casa de la zona designada por Cristo una carta con palabras inspiradas por nuestro Señor, con su llamado directo, que sin duda hará eco en el espíritu de quienes desde siempre le pertenecen y en su intimidad le buscan. Quienes reconozcan la Voz del Señor en la carta que entregamos serán quienes llamen, y recibirán de nuestras manos el “Compromiso Con Dios”, que en su escrito contiene todas las directrices de este Plan, los fundamentos de esta Dispensación y los objetivos de esta etapa del Plan de Cristo. Este Compromiso es la guía para estar preparados para los Tiempos de Tribulación que pronto entrarán en su fase más radical, y para que todos puedan entender, enfrentar y guiar a otros en medio de la confusión que ha de venir.
En estos Tiempos de cambio y previos a lo más difícil que está por venir, podemos seguir siendo buenos creyentes, buenas personas y de seguro eso nos hará participar en la eternidad de un grado de Gloria siempre mayor a este mundo; pero hoy Cristo nos pide un paso superior: Él coloca ante nuestro discernimiento y conciencia la posibilidad de optar por participar directamente bajo Su conducción en este Plan, el cual se realizará creamos o no, queramos o no; ese es el Compromiso con Dios, ante El y para los Objetivos Superiores que El posee, a eso invitamos en este tiempo.
A nosotros, sacerdotes, misioneros, consagrados todos, nos corresponde la labor de sembrar y dar testimonio de este Dios Vivo, que es uno con el Padre, y que camina ya por las tierras al sur de América que él ha elegido como el lugar de su descenso. Sembramos la semilla que germinará en cada espíritu, y en Su Día, Dios vendrá a recoger los frutos.