Hace un tiempo, en una nota de la revista digital, El Gran Fundamento, se invitaba al lector a que indagara, investigara, la razón histórica de la medida que impuso el celibato en la curia católica. Entonces se señalaba que producto de un largo tiempo de decadencia, con hechos de verdadera degeneración moral, el papado intenta terminar con prácticas indeseables en y desde el mismo Vaticano, y la solución fue la imposición del celibato, amén de una ultra clausura a cualquier rol de la mujer en el mando eclesiástico.
Las respuestas a este comentario al margen no fueron ponderadas, ni pacíficas, y casi rayando en la histeria se nos imputó un ánimo pernicioso y enconado a priori hacia la iglesia de Roma.
Meses más tarde el mundo no ha cesado de recibir información de hechos que dormían su anestesia en los vericuetos de los arzobispados del mundo: los eventos de la iglesia de Boston fueron el preámbulo de aquello que ahora parece un tsunami que ha inundado los archivos escondidos del Vaticano y los ha sacado a flote sin que se pierda día en el cual seamos testigos de un nuevo escándalo golpeando los duros muros de la palaciega institución.
Quién tenga ojos que vea. La información está por todo el orbe, solamente el ciego y sectario no querrá mirar a los hechos ampliamente reconocidos por el papado, y no por honestidad, sino porque la verdad siempre saldrá de la oscuridad, tarde o temprano.
Siendo los hechos ampliamente difundidos, es nuestro propósito fijar aquí algunos aspectos de fondo, doctrinarios, que la declaración oficial del Vaticano simplemente no toca, evade y soslaya… en una continuada característica de hipocresía y afán de omisión.
La férrea defensa de la institucionalidad vaticana y eclesiástica llevó incluso a determinar teológicamente que la Eucaristía, máximo momento espiritual del católico, era la confirmación del valor institucional de la iglesia cuan único magisterio de Dios. Este principal fundamento del Ser Católico se reflejaba, en la misma línea, en que la santidad de sus componentes, debidamente sancionada por la autoridad de la iglesia, hacía santa a la iglesia misma.
Con la marea de incoherencias que agreden la moral más básica del ser humano, este precepto sostenedor de la institucionalidad se ha visto degradado, pero sobre todo ha sido violentado por el papado en su Declaración Oficial a raíz de los hechos masivos y transversales de sacerdotes pedestres, y costumbres altamente degeneradas. Propone el Papa que los abusos a niños y niñas sean de única responsabilidad personal de quienes los cometen, y de acuerdo a la comprobación del delito sea la justicia y tribunales seculares quienes determinen condena. Léase entonces que la institucionalidad que condujo a ocultar estos hechos, a omitirlos, esconderlos con propósito pernicioso y malévolo, deja de funcionar y cae cuando la historia es conocida, hecha pública y difundida al mundo. Entiéndase que esta institucionalidad alzada a calidad divina y vicaria, que se apropiaba para su fachada pulcra de la virtud de sus santos y santas, ahora predica y práctica que los actos, cuando afecta para mal y daño a la institución, ya no son protegidos por el manto eclesiástico, sino que son dejados al amparo y sentencia de tribunales corrientes.
En una contorsión ideológica para incautos el Papa dice en esa declaración, hecha de espaldas y arrinconado, que debe condenarse el pecado, no al pecador, que mientras el pecado debe ser confesado y rechazado, con el pecador debemos abrir nuestros corazones de misericordia y piedad. De pasada pide perdón a la familia y a los afectados. Cristo nos enseña que el pecado no nace con el Hombre, desde los Hechos de Salvación, sino que el Hombre se hace al pecado en su camino por este mundo. Entonces nos propone Cristo un Plan para no caer en las fauces del pecado: a) tenerlo a Él como a Dios Salvador; b) postular bajo Su Conducción alcanzar la Voluntad del Padre; c) recibir en nuestro Espíritu al Magisterio del Espíritu Santo para que sea éste quién nos enseñe lo de Dios; d) Arrepentirse y Perdonar.
No el creyente, sino el sacerdote, debe aplicar el mandato de JesúsCristo en su vida y misión, más que cualquier otro hombre y mujer de Fe. Pero cuando escuchamos de las mismas fuentes del catolicismo que aquí, en este mal público y masivo, ha fallado el filtro y los criterios para permitir el ejercicio del sacerdocio… que incluso se debiera someter a un mayor y más fino tratamiento de test psicológico a los seminaristas… evidentemente nos encontramos ante una mentalidad y una práctica institucional mundana, y nunca, bajo ningún aspecto, espiritual. Ahora, el pecado que el Papa quiere presentar como un ente separado de la conciencia del Hombre, no es una condición por sobre la voluntad del Hombre, y asegurar lo que asegura el pontífice es una negación abierta y burda de Cristo y la Salvación. Pues desde Cristo y los Hechos de Salvación el pecado ha quedado sujeto a la opción y conciencia del Hombre, en modo que por nuestros frutos seremos reconocidos y medidos. Si el pecado estuviese por encima de la voluntad y conciencia del Hombre estaríamos aún bajo la antigua condición de la Caída de la cual Cristo nos liberó. Justamente, desde Cristo es el Hombre quién entrega al pecado el poder de oponerse y luchar en contra de Dios y su Plan. Por lo mismo, el Hombre que abriga y actúa desde el pecado es un anatema, un demonio… y si en tal condición proclamara a Cristo y ejerciera autoridad en su nombre, sería un Anti-Cristo.
La petición del Papa es un juego del Anti-Cristo, porque al defender al pecador justifica al pecado.
La conciencia de un Hombre de Fe no es la moral relativa de los hipócritas, sino es la plena sapiencia y claridad sobre el Juicio de Dios sobre su acción, sobre todo su obra hecha en nombre de Dios. Cuando un anatema viola y abusa, no una vez, sino a lo largo de años, de inocentes, incluso discapacitados, no está actuando según la conciencia de la Fe, sino de acuerdo a la moral de los hipócritas. Esto quiere decir que para estos pecadores empedernidos Dios no existe, no tiene Juicio sobre sus actos, y solamente la institución puede castigarlo o perdonarlo, o guardar secretos y complicidades. Ahora, entregado a los tribunales seculares, son llamados a recibir el beneficio de la piedad que ellos no tuvieron con los inocentes que abusaron, y de paso se llama a condenar al pecado… como si éste tuviera vida propia.
Hace rato que el perdón del Vaticano carece de toda forma y contenido Crístico. El Perdón nace de un profundo Arrepentimiento, y no, nunca, de haber sido sorprendidos en la aberración. Pedir perdón cuando se nos ha pillado con las manos en la masa es un acto mentiroso, cínico y manipulador. El Arrepentimiento que Cristo nos enseña va al fondo de las causas que han provocado el mal acometido, no mira solamente los efectos, sino que siempre busca las causas. En las causas del mal no debe haber auto-complacencia, ni justificación, sino que propósito de superación de esta causa y verdadero remordimiento por la debilidad o batalla perdida. Este Arrepentimiento entonces justifica una indulgencia honesta, pues parte este acto de Perdón de una aceptación de las causas y no de haber sufrido el efecto de ser sorprendido y cazado. Tratándose de haber fallado a Dios, y haber sido agente anatema y haber puesto en práctica modos del Anti-Cristo, el Arrepentimiento y Perdón primero se lo debe expresar a Dios, a JesúsCristo y a la Trinidad que traicionó con tanta alevosía. Ahora, si la Institución es universal en envolver lo bueno de sus miembros debiera asumir como propia lo malo y masivo que denigra y carcome a no pocos de sus sacerdotes. Pero la hipocresía farisea de esta institución dicta una moral contorsionada y extraña: en lugar de declararse en quiebre moral, en crisis de principios, en estado de putrefacción… intenta manejar los asuntos en el modo políticamente recomendado por el modelo de Maquiavelo, y no precisamente por la rectitud de la verdad que Cristo nos llama a practicar para ser llamados Sus Discípulos.
El católico de a pie, el creyente, siguiendo la arraigada costumbre cultural de la oveja, parece no tomar en consideración esta apoteosis interna que llevará, y lo decimos ahora para que lo verifiquen en futuro, a un cisma en la cúpula Vaticana que atravesará a toda la institución católica . Pero el creyente que calla y mira para el lado equivocado es responsable y en parte cómplice, ahora que todo está siendo colocado sobre la mesa del mundo, de estas aberraciones deleznables que han cometido… y cometen… y mucho más ampliamente de lo conocido… grandes porciones de la curia de esta iglesia. Es deber del creyente exigir a su iglesia explicaciones doctrinarias, apegadas a la moral, en pos de la coherencia de Fe y con el mandato de JesúsCristo enfrente y en la mano. Nadie puede aceptar este fardo de hipocresía y encubrimiento que se lee un domingo en la Eucaristía que, según los teólogos, debiera ser el punto más alto del rol institucional como figura de representación divina.
No se esconda el católico detrás de las sotanas del cura, porque además de peligroso y arriesgado, es un acto inútil cuando el Ojo de Dios está directamente sobre esta iglesia que se ha auto-proclamado de mil maneras como la auténtica y verdadera seguidora directa de JesúsCristo. La Justicia del Reino de Dios está sobre cada persona que nombra a Cristo y en su nombre hace y actúa, pide y concede. No vean al perdón hipócrita de los Hombres, ni crean en los arrepentimientos políticos, sino que busquen a Cristo y su Perdón, y enciérrense bajo cuatro llaves y Oren arrepentidos al Padre, y Oren en Espíritu, porque el Padre Es Espíritu. ¡TEMAN a DIOS! No por supuestos males que pudieran recibir, sino porque perder el Amor de Dios por apegarse a la iglesia de los Hombres tendrá, sin duda, afectos tremendos en vuestras vidas y sobre todo en el paso por la muerte.
La lealtad es para con Cristo, con el objetivo de alcanzar la Voluntad del Padre, para conocer nuestro Espíritu y por éste entrar en la Sabiduría del Espíritu Santo. Allí debe hallarse nuestro centro… ¿Las iglesia? Son instrumento de los Hombres para utilidad de los Hombres en este mundo; pueden ser buenas o perversas, pero nunca imprescindibles. La Comunidad y el Orden que Cristo nos dictamina se basan en tareas trascendentes que deben llevar al Hombre lo más alto en (de) su espiritualidad, y nunca rebajarlo al servilismo becerro cuya única labor es (sea) lamer el anillo del poderoso.
Todos somos responsables de aquello que otros y nosotros hagamos y se haga en nombre de Cristo. Es a Cristo a quién debemos defender de quienes en nombre de Cristo arrastran por el fango la Fe de millones. A cada uno se nos pedirá cuenta: ¿Y tú que hacías mientras se abusaba de Cristo en los cientos de niños y niñas violados y sodomizados? ¿Dónde estuvo tu defensa de Cristo cuando Babilonia arrasó con el Nombre y Obra del Mesías Salvador? Porque si todos podemos saber e informarnos, y podemos oír y ver… ya no somos ignorantes, sino partícipes.
Dispensación Vísperas del Advenimiento del Milenio de Paz
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