Vivir sin miedo

Los últimos acontecimientos derivados del terremoto, maremoto y las numerosas réplicas provocaron en la población sensación de pánico colectivo y miedo, que en muchos casos persiste hasta hoy en personas que no solo habitan en los lugares más golpeados, sino que fueron remecidos por estos eventos de la naturaleza.

 ¿Pero qué es el miedo y por qué tenemos miedo?

Se define como: “Emoción caracterizada por un intenso sentimiento habitualmente desagradable, provocado por la percepción de un peligro, real o supuesto, presente o futuro o incluso pasado. Una emoción primaria que se deriva de la aversión natural al riesgo o a la amenaza, y se manifiesta tanto en los animales como en el ser humano”.

 El Hombre a través de su historia siempre ha sentido miedo, porque esta es una característica inherente a la sociedad humana y seguramente seguirá siendo así. La mente y el alma se unen en sus paradigmas, percepciones y ante cualquier amenaza, surge el miedo cuan expresión de este proceso interno. Reconocemos aquí un miedo basal, que es propio de los seres vivos.

 Hay otra expresión del miedo, que tiene que ver con procesos más conscientes. Todos hemos sentido miedo más de una vez y sabemos que, por lo general, nos paraliza e inmoviliza. Por miedo, muchas veces no actuamos como debiéramos hacerlo; por miedo no soltamos aquellas cosas que nos pesan y nos dejamos arrastrar  por lo cotidiano; por miedo no hacemos los cambios que muchas veces son necesarios para  generar nuevas condiciones y dar saltos de calidad en nuestra existencia. ¿Miedo a qué…? A no tener la seguridad sobre el paso que se está dando, miedo a enfrentar una verdad que nos desnuda, miedo a los cambios que nos sacan de nuestra estabilidad, porque tenemos la necesidad de tener todo bajo nuestro control, miedo a un futuro que desconocemos y no nos atrevemos a experimentar porque resaltan probablemente mecanismos y patrones no superados que nos han dictado que “no somos capaces, que no tenemos habilidades, etc, etc”. El miedo surge por la incerteza y nos obnubila (miedo a lo desconocido).

Buena parte del sistema normativo social se fundamenta en el miedo, por lo tanto, crecemos acompañados por el miedo y el temor. Distintas  serían  las cosas si ese sistema, independiente de su carácter coercitivo, tuviera también normas basadas en el amor y en la solidaridad.

 El Hombre se somete a las condiciones que son dominios del sistema (mundo) y en inconciencia permite ser encarcelado por un conjunto de normas y patrones de conducta que lo llevarán por aquello que heredó culturalmente, porque es su evolución natural, porque muchas veces vivimos sin cuestionamientos, sin reflexión sobre si lo que aprendimos y heredamos es aquello que debiéramos aplicar en nuestras propias vidas. Y así se adquieren los patrones de seguridad y estabilidad, bajo un canon moral y mundano. Sin embargo, inevitablemente deberá enfrentarse permanentemente a situaciones que le provoquen miedo o temor.

 ¿Cómo el Hombre puede vencer estas situaciones de miedo?

 Primero el Hombre debe tomar conciencia y reconocer su ´nivel´de miedo y luego disponerse a superarlo. Para ello es necesario alcanzar un estado donde no haya dependencias de este mundo, donde las instituciones o personas con sus influencias y manipulaciones no tengan poder sobre él; donde el alma no se sienta amenazada ni en riesgo constante; donde la sensación de peligro y oscuridad, que provoca el miedo, sea transformada en una sensación (estado) de paz y de luz.

Pero estas condiciones no son fáciles de alcanzar en nuestra vida cotidiana. El tiempo para reflexionar sobre nuestros propios fantasmas, la honestidad para poner nuestras dificultades sobre la mesa, la valentía de reconocernos en nuestras imperfecciones… sólo son un aprendizaje que puede ser alcanzado sin duda, en una senda distinta a la habitual, el Camino hacia el espíritu y la Verdadera Vida.

El Camino de Consagración entrega al Ser de fe y de vida espiritual las armas para alcanzar la visión objetiva y la victoria, no solo sobre los miedos sino sobre toda conducta que arraigada en el Ser obstaculiza el despertar del Espíritu. El miedo es un mecanismo de lo tenebroso, que el Mal usa para evitar que la persona avance hacia estados espirituales.

 Un Ser de luz, un hijo de Dios que tiene conciencia de su espíritu, sabe  que su camino estará pleno de obstáculos y que éstos son  pruebas que debe superar y se irá forjando en sus propias luchas hasta llegar a vencerlos, pero el Ser de fe nunca tendrá miedo, porque el miedo es contrario a la fe.  El único temor que un Ser de fe puede tener, es el temor de no estar cumpliendo con la Voluntad de Dios. Si entendiéramos que todas las cosas que ocurren, incluidos los sucesos de la naturaleza, tienen una causa o razón Superior, Macrocósmica, estaríamos mejor preparados para enfrentar los riesgos y los peligros que surgen de la convivencia en el mundo. El Hombre tiene la posibilidad de enfrentar y vencer el miedo a través de su Fe y su fuerza espiritual, bajo la Guía Sabia de Cristo Dios.

Hoy, en que el Hombre  transita por un tiempo evolutivo que se está terminando, objetivo y palpable a través de todos los fenómenos cósmicos, planetarios, naturales y de conductas sociales con sus fracturas morales… HOY es el momento de que cada Ser tome conciencia de su verdad interior (espíritu), active su Fe, venza sus miedos y se entregue con humildad a la Voluntad de quien es el Creador de todas las cosas y ha establecido un Orden que es perfecto. Esa misma perfección también habita en cada Ser y sólo se alcanza bajo el Gobierno del Espíritu.

 Vivir en la Fe es vivir sin miedos.

 

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