Me re-dispenso, me re-ordeno; pero no como yo quiero sino como Cristo quiere. Y es Cristo quien me re-dispensa, me re-ordena.
Aceptar ponerse bajo el orden de Cristo en el matrimonio ha sido una larga y dolorosa experiencia. Y es que la naturaleza humana no tiene la disposición para aceptar ese orden que emana de la autoridad sabia, Omnipotente, Omnisciente y que es en sí mismo La Verdad. Es Cristo Dios quien hace descender ese orden para todos (ya sea que lo aceptemos o no) y para todos los aspectos de la vida de un Consagrado.
Somos bendecidos al vivir primero que muchos lo que una Dispensación de Paz es para la Tierra. Ser pioneros de esta Dispensación nos obliga a aprender lo nuevo, el nuevo orden de Dios para los suyos para ser luz para los otros hombres y mujeres que quieran aceptar este orden.
La libertad del otro, respetar la opción del otro, es también lo que por “naturaleza” no hacemos. Querer llevar el agua al propio río sin dejar que fluya según su propio camino es parte del duro aprendizaje.
Sólo la entrega a Cristo de todo lo que no fluye, no funciona, se obstaculiza, se traba y la relación personal con Cristo que he desarrollado a lo largo de mi Camino de Consagración, permitió que un día ante el Altar con Cristo, me revelara una verdad indesmentible y dolorosa: a la base de mi matrimonio nunca hubo amor, sino interés y segundas intenciones.
Con Cristo se puede aceptar una verdad por dolorosa que sea y el Espíritu Santo nos enseña el Perdón. No el perdón al modo humano, se me olvida hoy pero me acuerdo de nuevo mañana; sino el perdón que me libera en la toma de conciencia, que hace que ya nada duela, nada debo, nada me debe, cierro el asunto en paz.
Y doy gracias al Padre, al Hijo JesúsCristo y al Espíritu Santo que me permitieron cerrar una separación matrimonial con esta vivencia espiritual del Perdón y de la Paz.
Rossana Farías S. – Sacerdote Presbítero