-Reflexión para contribuir a una visión seria sobre el tema –
¿Cómo entendemos al líder espiritual en el ejercicio de la labor religiosa?
Cada iglesia o estamento religioso tiene un líder: el papa, el patriarca, el profeta, el obispo, el pastor, etc. E históricamente va resaltando a sus hombres y mujeres prominentes en la fe: santas y santos, maestros y sabios que van dejando ejemplos que sirven de luz orientadora para los que vienen. Así es y así es bueno que sea.
Se puede estar de acuerdo o no con un líder como Escrivá de Balaguer, por ejemplo, o como Maciel, pero aparte de ser un liderazgo opinable para algunos, o nulo para otros, es verdad que para muchos son referentes válidos y vigentes. Como el Dalai Lama, o un Mulá musulmán, o el Patriarca Ortodoxo, o el Profeta Mormón. Y hay líderes que parecen ser universales: como Gandhi, o como Mandela. Lo cierto es que no hay una fórmula perfecta de líder humano. El Che Guevara es ícono para muchos y un criminal para otros. Pero lo que sí debemos aceptar es que los liderazgos son importantes y sin ellos no sería posible resumir y condensar el ideario de un grupo humano.
No se comprende la categoría que establecen los ‘expertos en sectas’ de ‘líder absoluto’ o ‘líder carismático’ que tendrían los sujetos que conforman sectas en torno a su propia figura. Porque todo líder, si lo es, es de algún modo ‘absoluto’ porque resuelve en uno lo que el conjunto no podría; y debe ser carismático, es decir, debe ejercer poder…sea por capacidad…sea por inteligencia…sea por saber…sea por fuerza de carácter…o por convicción, etc. pues de otro modo no sería un buen líder. Eso es lo que se pide a un líder empresarial, como a un líder político. Entonces que se endose esta categoría a la tipificación del ‘líder de secta’ es una barbaridad y un hándicap intelectual.
Nosotros trabajamos y nos esmeramos por ser buenos líderes espirituales: es decir, carismáticos; que ennuestra formación y en el recorrido de Fe que aplicamos cada día vaya conformándose la capacidad de guiar a otros y adquirir los dones del Espíritu Santo para ayudar, facilitar y dar testimonio…a la gente que cree y que busca Consagrarse.
Sin liderazgo es imposible ejercer sacerdocio.
Lo que los ‘expertos en sectas’ no dicen, ni parece intensarles, es que en verdad en una secta el fenómeno que se produce no es de simple liderazgo, sino de simbiosis catártica entre el deseo de unos y la voluntad dominante de otro. Veamos por ejemplo el fenómeno de Hitler. ¿De verdad alguien puede todavía creer que un pequeño hombre loco pudo tener en vilo al mundo y convencer a millones con sus estridencias? Bien sabemos que primero encubó la frustración en la masa de Alemania debido al sometimiento indigno de las potencias europeas sobre el caído imperio austro húngaro, en la primera guerra mundial. Sobre todo Francia impuso graves sanciones económicas a Alemania, y además de la ofensa que los alemanes sentían por su degradación el pueblo se sumía en la pobreza y la desocupación masiva. La clase política conservadora apegada al viejo sistema en crisis nunca supo entender lo que sucedía, y mientras los movimientos armados de comunistas y nazistas no tocaran sus puertas e intereses no les importaba la realidad de su propia gente. En este contexto dramático no había partido político ‘no comunista’ que pusiera sobre la realidad concreta las necesidades de los millones de cesantes. Y en medio de este cuadro caótico surge el nazismo y su líder es sostenido por señores adinerados que veían en este partido y en este líder la única salida a la crisis.
La simbiosis catártica de la necesidad de muchos concentró su frustración y su fuerza en un líder: Hitler. Y producida esa unidad la masa sostuvo a su cabecilla, y el líder usó el poder que se le concedió. Nunca hubo tal ‘sometimiento’ de millones al poder hipnótico de un hombre. Ese facilismo histórico es digno de caricaturas, pero no de análisis serio de la realidad.
Para que un grupo de personas se someta a un líder al punto de perder todo espíritu y capacidad crítica, debe existir, antes, la necesidad y deseo de un núcleo para ser concentrado y resumido por una cabeza que le dé ‘pertenencia’ y canalice sus aspiraciones y frustraciones. Cuando ‘la necesidad o deseo’ surge y se hace colectivo, entonces, y solo entonces surge el líder que puede provocar la simbiosis catártica. Nunca es al contrario: hay muchos locos en el mundo, y no tienen poder alguno porque no son elegidos cuan receptores de frustraciones, esperanzas o deseos de pertenencia.
Para que se conforme una secta se requiere de personas que cultivan necesidades, deseos, frustraciones y esperanzas que no han hallado asidero o respuestas. Cuando estos deseos y necesidades se hacen masivas, de mucha gente, entonces aquellos locos que de otro modo serían simples exóticos y esnobistas, o dementes, pasan a cumplir el rol de catalizadores que nunca deben ser cuestionados y siempre deben ser obedecidos.
Simplificando el asunto a ‘pobre gente incauta’ y un loco con poderes de persuasión…estamos yendo por sendas enredadas que nos llevarán sin duda alguna a perseguir personas y no desenredar fenómenos, y menos a solucionar realidades.
La necesidad de agruparse, de organizarse, de pertenecer, de nuclearse no puede ser síntoma de sectas. ¡Por favor! Aseverar tal cosa es una negación burda de nuestra condición humana.
La existencia del liderazgo, incluso su necesidad, no puede ser condición fatal para dirimir sobre lo que es o no es una secta: porque entonces estamos llenos, repletos, de sectas de todo tipo, y el planeta es un gran conglomerado de sectas llamados países.
Ahora, nosotros, en nuestra Misión de Consagrar Creyentes claro que tenemos un modo de organizarnos, y como todo culto religioso poseemos rituales, oraciones y sacramentos que debemos cumplir con ceremonial respeto. Y tenemos lideres, ¡Cómo no! Y tratamos de que todo sacerdote y todo misionero-a sea un líder. ¿Somos una secta entonces?
¿Hubo uno que hizo primero el Camino que el resto de nosotros? Obviamente. Pero quienes transitaron esta senda de Fe y de Obra por primero son maestros y maestras de aquellos que hemos venido después. Y sí, guardamos respetuoso amor por quién abrió ante nosotros este modo de vivir la Fe. ¿Eso nos hace secta? No, eso nos hace personas coherentes con el Valor de la Rectitud.
Pero hay un punto vital que debemos asumir: una agrupación y sus líderes que nada tengan que ocultar, y cuyos objetivos son claros y demostrables DEBEN buscar en la Ley del Hombre, de las naciones, el modo de resguardarse y de accionar en la sociedad. Y para esto es fundamental que tal sociedad y su cuerpo legal se sostengan en la democracia, y sea un Estado de Derechos.
En un país en donde la libertad de culto está sancionada en la Carta Magna, y hay leyes de libertad de Culto, no es entendible que un grupo de personas se esconda detrás del anonimato. Y toda agrupación humana que se rige por las ordenanzas y leyes de su nación o de diversas naciones democráticas mal podría ser puesta bajo sospecha por tratarse eventualmente de una ‘secta’ con liderazgos extraños y dementes. Porque bajo la ley de una nación democrática los liderazgos son públicos, manifiestos y concordantes con los propósitos declarados. Por lo mismo, si la nación democrática ofrece espacios de legalidad en donde todo grupo de ciudadanos puede cobijarse para ejercer su Fe, no se justifica ni permanecer a escondidas o lejanos de esta vertiente jurídica, ni que se tilde a las agrupaciones religiosas pequeñas, siendo legales y personas jurídicas, como ‘sectas’ a indagar y poner bajo escrutinio policial.
Llegamos al punto de esta exposición: ¿tienen en consideración estos aspectos aquellos que disparan al montón dejando caer la insidia y la sospecha sobre toda agrupación de fe que no comulga con lo tradicional o que no pertenece a las grandes corrientes eclesiásticas?
No se puede seguir estableciendo lugares comunes y fijando falsos parangones teóricos como si tratara de grandes indicadores de un fenómeno: liderazgos, agrupaciones, ritos, etc. Porque eso denota una clara mala intencionalidad, persecutoria, de evidente discriminación y inconcusamente violatoria al sentido de justicia de cualquier sistema democrático.
Pero digámoslo con claridad, sin pretensión o pedantería: en los argumentos de estos ‘expertos en sectas’, así como en ciertos reportajes de prensa, hay una cuota no menor de desconocimiento sobre las Religiones, y una falta absoluta de información sobre de la ley vigente en el país en cuanto a la libertad de Culto y los Derechos a asociarse y manifestarse de los ciudadanos.
El hecho de tomar criterios asociativos naturales a la condición humana: agrupaciones, liderazgos, pertenencia, tendencia a creer tener toda la razón y ser poseedores de la única verdad…y minimizarlas a una condición exclusiva y explicativa de las sectas – siendo estas maneras o modos de ser y comportarse las condiciones humanas que se pueden hallar en un Clan, en un Club deportivo o en un partido político- es, por decir lo menos, un fraude intelectual, un plagio de ideas, un ‘corta’ y ‘pega’ sacado de criterios generales y expuestos cuan teoría exclusiva que pretenden explicar el fenómeno que se quiere demonizar.
El Ser Humano en su inseguridad y falta de libertad, o en su deseo de pertenencia o posesión…o en pos de logros sublimes y metas de altura moral, y en aras de una entrega sin límites… tiende a reunirse en una orgánica de clan, de secta, de partido, de asociación, de cofradía, de iglesia… con loables propósitos o con desquiciados objetivos pero siempre como ente absoluto que de algún modo imponga a otros su plan o visión. La política halla aquí su esencia. Este modo de influenciar en otros y ejercer poder corresponde a una autodefensa innata que resguardó al Hombre de los peligros que le avasallaban y le permitió sobrevivir en épocas catastróficas. Y las Religiones son, en tal sentido, grandes sectas cuya sobrevivencia depende de la calidad sectaria de sus componentes: es un asunto de sobrevivencia.
El único enfoque real y realista para enfrentar a agrupaciones, cualquiera sean, cuyo objeto sea el encarcelar a sus miembros bajo la amenaza y el chantaje, y que tengan propósitos de enriquecimiento sin control de los entes del Estado, y que cometan actos de violencia, auto inmolación y daño psicológico o físico es aplicando la ley que persigue a toda asociación destinada a fomentar la violencia y que en su declarado propósito o en los hechos delinque o llama a delinquir. Pero para eso no es necesario hacer una ‘ley anti secta’ o crear brigadas policiales especiales o separarlas de otras agrupaciones violentistas que puedan sostenerse sobre otros pilares teóricos: políticos, mafiosos, o lo que sea (incluso las barras bravas o las pandillas). Porque el fondo es el mismo: una asociación que burla y evita la ley, que niega entrar en el sistema de libertad democrática, y propaga modos de coerción y violencia, cualquiera sea su pretexto fundacional, debe ser enfrentada bajo el único criterio posible en democracia: el Derecho y la aplicación igual de la ley.
La libertad de asociación, la libertad de expresión, la libertad de practicar la propia fe no pueden caer de bruces debido a una fanática visión de la realidad. El Estado y sus entes no pueden actuar en forma histérica por un crimen abominable (como la incineración de un neo nato) cometido por unas personas que ya antes del crimen constituían no una ‘secta religiosa’ sino una asociación ilícita. Menos…menos…puede el Estado – a través de un alto funcionario- hacer llamados a la cacería de brujas en donde el vecino que cree ver en la casa de al lado a una secta diabólica termine por provocar allanamientos y seguimientos a gente sana y decente. Tal tratamiento es nocivo, decadente y bastante desprolijo.
Es urgente subir el nivel de la discusión, y exponer en serio el tema de las asociaciones con fines de violencia, auto violencia, auto exterminio o de enriquecimiento al margen de los controles naturales de la sociedad. Porque, por ejemplo, ¿qué diferencia hay ante la ley y la sociedad entre una supuesta secta que fomenta rituales de muerte y auto exterminio y esa asociación violentista que coloca bombas y está dispuesta a inmolarse por su causa? Porque se persiguen delitos, no ideas, no Fe, ni formas de vivir la religión. Se persiguen delitos, y sobre eso es que se debe centrar el Estado democrático y sus correspondientes actores. Y conformar una ‘secta’ no es delito de por sí, como reunirse bajo una sigla política, o bajo un propósito social… los delito son actos punibles que se hallan bien definidos en el código de tribunales de un país libre y democrático. Ciñámonos a lo que somos. No inventemos pequeños estados dictatoriales y tiránicos ante cada fenómeno que no entendemos. Seamos serios y maduros.
Sacerdocio de Cristo