«más que de un lugar, se trata de un ‘estado’ del alma, en el cual nuestras expectativas más profundas serán cumplidas de manera superabundante y nuestro ser, como criaturas y como hijos de Dios, alcanzará la plena maduración (…)Todos nos encontraremos allí«, detalló, según informa ACI.
Esta fue la respuesta del Sumo Pontífice ante una de las preguntas más relevantes que recibió en su viaje por Estrasburgo.
Esta afirmación nos llama a reflexionar y exponer algunos pasajes para tener mayor claridad sobre este asunto y llegar a la Verdad de estas palabras, según lo que Cristo, quien viene de lo alto nos sentencia sobre este aspecto en los evangelios.
Cristo nos revela sobre este asunto en su diálogo con Nicodemo:
“Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.” Juan 3
En otro pasaje podemos ver otra condición para entrar al Reino:
“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” Mateo 7: 21-23
Podemos constatar en estos dos pasajes un conjunto de LEYES para entrar a lo Celestial dictadas por quien tiene la POTESTAD de abrir los Cielos. O sea que el Cielo (no el firmamento) o los mundos Celestiales no es una condición inventada por cada hombre o religión, o cada cual puede acceder a esta instancia divina según parámetros personales o sociales, porque lo que nos dicta nuestro Dios Vivo es que es necesario una serie de opciones y condiciones ESPIRITUALES. Lo Celestial es una instancia reservada para quienes han nacido de nuevo a través del sacramento del bautismo en edad consciente, por propia opción, con conciencia del Plan de Salvación y como una opción para llevar una vida consagrada a Cristo. Este sacramento del bautismo nos sella como parte de la casa espiritual de Cristo, casa que tiene muchas estancias e instancias (Juan 14, 2). Esto quiere decir que todo ser que recibe este sacramento queda con un sello que le permite la entrada al Reino de Cristo donde hay muchos mundos inmortales, terrenales y celestiales, todos bajo su potestad y guía divina.
Pero constatamos en la segunda cita una sentencia mucho más severa. Donde Cristo advierte de que no todo el que llegue a tocar su puerta reclamando derechos entrará al Reino, sino que serán desconocidos y juzgados como hacedores de maldad. Porque a lo más alto del Reino solo entran quienes hacen la Voluntad del Padre. Instancia divina suprema que se ha llamado como la EXALTACIÓN.
Por ende, no toda obra que se hace en nombre de Dios es necesariamente la Voluntad del Padre. Puede ser una buena obra a los ojos de los Hombres, pero eso no garantiza que sea la Voluntad de Dios. Vemos en esa sentencia como muchos presentaron su obra de profetizar, expulsar demonios y sanar, pero Cristo desconoció sus obras, catalogándolas de obras del mal.
Lo que queremos reafirmar con esta sentencia es que solo Dios puede juzgar si una obra es de su Voluntad o no, pero bien puede y DEBE el Hombre en vía de santidad indagar cual es el designio de Dios para esta existencia. O sea, que habiendo nacido de nuevo a través del sacramento del bautismo y consagrándose en la vía del sacerdocio, vive para conocer cuál es el designio de Dios que debe poner por obra en esta existencia. Ahora, que esa Obra encomendada por Dios sea conocida y reconocida o no a los ojos de los Hombres, eso no tiene importancia el día en que seremos juzgados por nuestras obras.
Otro aspecto que debemos destacar de esta afirmación inicial, es la creencia de que todos nos encontraremos con nuestros seres queridos en el Cielo. Dejando claro que hay condiciones espirituales para entrar a lo Celestial, esto nos lleva a contemplar y comprender las sentencias de Cristo en relación a los lazos carnales (Mateo 10, 34). Los lazos de la carne duran hasta el día de nuestra muerte (“hasta que la muerte los separe”), pero los lazos espirituales perduran mas allá. Aquel ser que entra en la pertenencia a Cristo a través del sacramento del bautismo sella un lazo espiritual eterno e indisoluble. Este sello está por sobre todo lazo carnal de este mundo, y el día en que el ser reciba su gloria sus semejantes serán quienes sellaron la misma pertenencia espiritual que él y los lazos de la carne morirán con la carne, y llegará al núcleo espiritual eterno del cual formará parte en espíritu.
Estos aspectos que todo ser de fe debe investigar y llevar a reflexión nos deben servir para tener una visión real de cómo Dios concibe su Reino y su entrada en el. Así estaremos venciendo las fantasías y ensoñaciones humanas que se han inventado a lo largo de la historia sobre estos asuntos.
Cosas que no son de este mundo y ya han sido sentenciadas por quien ES LEY.
– Congregación Evangelista Carismática –
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