‘Perdona Padre mis deudas, así como yo perdono a mis deudores’
Esa es la traducción universalmente aceptada por la exégesis bíblica, y lo fue por años hasta que la iglesia católica lo re-tradujo: ‘Perdona…mis ofensas, así como yo perdono a quienes me ofenden’. Con esta ‘sutil variación’ las mentes apostatas lograron deformar, nada menos, que la Oración que enseña JesúsCristo .
Una ‘ofensa’ es un acto preciso: una injuria, un insulto, un agravio, un escarnio…Una ‘deuda’ en cambio, hablando de cosas espirituales, como Cristo nos habla, equivale a una mácula semejante al pecado, en cuanto constituye algo que liga ‘en deuda’ a personas que dejan de ser libres, pues toda ‘deuda’…como el odio, la venganza, los celos, resentimientos y malos pensamientos, las ofensas (también), los males, daños y heridas morales, emocionales, físicas y psicológicas, pero sobre todo: las ‘cuentas pendientes’… amarran no a quién recibe el mal, sino a quién lo provoca; y claro, si quién recibe daño responde con mal: ambos caen enredados presas de la ‘deuda’. No se trata de una invención moralista o de buena convivencia inventada por Hombres loables: hablamos de una Ley de Vida, y como toda Ley actúa independiente de su aceptación, conocimiento o razón. Esta Ley es conocida por la enseñanza proveniente de La India antigua bajo el nombre de Ley del Karma.
Esta Ley nos desnuda ante La Prueba: se trata de Vida y de Muerte.
Cuando Cristo dice al hombre: ‘deja que los muertos entierren a sus muertos, tú a mí sigue…’ Nos está enseñando un punto fundamental que no podemos pasar por alto. Para entrar en la Nueva Vida se debe abandonar, literalmente, lo muerto del Mundo. Alguien podrá alegar que es una ‘irresponsabilidad dejar a un familiar sin sepultar, que también Cristo podría esperar a que uno cumpla con su deber’. Si Cristo fuese un ‘gran Hombre’, ‘un Maestro’ de este Mundo quizás instruiría otro modo como aplicar la Ley de Vida, pero siendo Cristo el Dios encarnado en Jesús, él habla, razona y enseña cuan Dios de los Hombres para que éstos asciendan a la Nueva Vida.
La ‘deuda’ es lo muerto, los cadáveres, lo rancio, lo putrefacto. Nadie entra al discipulado de Cristo con los muertos a cuesta. No hay persona en este Mundo que acceda a algún tipo de Paz en los Cielos arrastrando pendencias, litigios y ‘cuentas pendientes’: todo debe saldarse.
La ‘deuda y lo muerto’ es lo mismo: una deuda vive en el odio, no en el amor. Lo muerto se alimenta de ‘las cosas pendientes’, no del Perdón.
Creemos estar preparados para todo, sí ‘para todo’ porque tenemos una sólida convicción teórica, una buena iglesia, una vida responsable, una idea de Cristo… pero sin Arrepentimiento y Perdón somos muertos y deudores. Lo muerto está en nosotros: nuestros modos de pensar, de entender, de concebir, de vernos a nosotros mismos, de establecer relaciones de dependencia (que llamamos amor), de aferrarnos a nuestra propia verdad…Pues todo aquello se verá sin tapujos ante el Paso por la Muerte Física. Porque todo Prueba de Vida, y en La Vida, es una Muerte, pero la última Prueba en este Mundo pasajero es nuestro paso por la muerte física. Quién vive en la apariencia y lo superficial sufrirá la muerte. Quién Vive la Verdad desde su Interior: pasará por la muerte. Podemos engañar al mundo con caras de bondad, y engañarnos a nosotros mismos con ideas arraigadas a la oscuridad: pero ante el paso por la Muerte todo se presenta desnudo y sin posibilidad de escondrijos. Pero bien sabemos que si el Hombre no comienza por lo Muerto en Si Mismo nunca alcanzará la Paz en los Cielos.
De esto se trata ‘El Camino Espiritual’: hacer, recorrer el Camino del Espíritu. Y el Espíritu que nos Vive es parte de Dios, y aquello que se vive en el andar Espiritual es la expansión real de la Voluntad de Dios En Nosotros. El ‘Camino Espiritual’ exige que el Alma, los sentidos, lo emocional y sensual, se plegue armoniosamente a la calidad del Espíritu. Esto requiere de Llaves, sin las cuales esta puerta no se abrirá jamás: una es el Arrepentimiento, otra es el Perdón. El Arrepentimiento, en términos trascendentes, es ‘tomar conciencia de Lo Muerto’ y ‘asumir mis deudas y deudores’. El Arrepentimiento va a las Causas del mal, del daño, de Lo Muerto y de la deuda, no a sus efectos: ‘es malo porque estoy encarcelado’ ‘no fue justo robar porque me sorprendieron’. La Causa nos impulsa a la raíz oscura: ‘fue malo porque matar es malo y va contra la Ley de Vida y contra la voluntad de Dios’ ‘robé por impulso de la maldad, de mi perversión y eso proviene de…’ Es decir, el Arrepentimiento es y debe Causal. El Odio es injustificable, el rencor es maligno, los celos son una posesión, la violencia es estúpida y malévola siempre y en todo caso. En el Arrepentimiento trascendente se enfrenta Lo Oscuro, Lo Muerto y La Deuda. Y siempre va al interior de Sí Mismo: nunca el daño que otros hacen sobre nosotros justifica en uno los efectos de maldad que se aplican luego sobre otros.
La segunda Llave, y que no funciona sin introducir en la ranura oscura la primera, el Arrepentimiento, es el Perdón. Perdono, pido Perdón, deposito el Perdón en Manos de la Justicia de Dios…son los Tres Actos de Perdón que nos liberan. Yo perdono: y eso no significa que debo regresar al pasado y restaurar aquello que murió en esa relación o situación: el perdón ES la restauración. Perdonar a quién me golpeó, torturó y encarceló (física, emocional o psicológicamente) no significa correr y abrazarlo, o tenerlo en la propia casa como amigo… eso sería esquizofrénico. Se trata de cortar lazos, de romper la deuda: porque en el resentimiento, en el dolor, en la pena, en la rabia y en la venganza hay dependencia, ligamen y deuda. El Perdón es el entierro de los muertos, y que otros se encarguen de quién nos hizo el daño: Dios, la Vida, la Ley de Retribución, la Ley de Causa y Efecto…pero no uno, no yo…ya no. ‘Me libero’, la liberación es un acto de Perdón. La rabia se ha ido, la paz ha llegado: eso es Perdón; la Justicia es de Dios a Él entrego a mis deudores: eso es Justicia, pero aquello me compromete, en todo caso, a ‘nunca más volver a recordar y a tomar en mis manos este pasado’. Pido Perdón: o con valentía cara a cara, o a distancia ante Cristo, incluso a quienes ya no están en este mundo. Y este ‘pido perdón’ debe ir SIN justificación alguna del error: sino con Arrepentimiento. En la ‘justificación’ hay un residuo de Oscuridad que luego hará crecer la larva que en parte matamos, pero que no eliminamos del todo.
Cuando una nación ha pasado por traumas sociales y políticos, como en muchas partes del mundo, en donde una parte de la ciudadanía se ha colocado en contra de sus hermanos, y se han producido todo tipo de abusos y violaciones a los derechos más elementales de la dignidad humana: no cabe otra sanación más que el Arrepentimiento y Perdón. Pero para el Mundano aquello que es justificable en la religión no es ‘políticamente conveniente o correcto’. Así asistimos a la convivencia de la hipocresía, en donde todos comparten espacio político pero ninguno perdona ni se arrepiente, y todos guardan en Lo Oscuro sus ‘razones históricas’ para el resentimiento, la desconfianza, la secreta venganza y la ‘cuenta pendiente’. Por ese camino cínico e impúdico los países repiten en espiral sus malas experiencias y nunca sanan para Vivir Lo Nuevo realmente.
Nadie está preparado para la Muerte Física sin antes, en su vida carnal, emocional y concreta en este Mundo, no ha sepultado al Muerto que vive en Uno Mismo. ‘Perdonar Deudas y Deudores’ el ‘Arrepentimiento y Perdón’ y la ‘Sepultación en Agua de la Vida vieja y mundana’ son el camino que Cristo nos impele a recorrer con osadía.
Lo Nuevo: La Vida. No la vida en un Mundo que es pasajero y en un cuerpo que envejece y debe morir. Hablamos de La Vida: aquella que no está sujeta a la carne corruptible, sino Al Espíritu. No al Alma, porque el Alma se alimenta de los sentidos e incentiva las emociones de acuerdo a lo sensual, y causa los deseos y aquellos efectos placebos que luego creemos ‘divinos’ o ‘plenos’ y son en verdad una droga del momento. No a la mente, pues la mente sin el Alma y sin el Espíritu no sería más que una masa gris muerta e inservible. La mente es efecto, nunca causa. No al Mundo y sus ‘deberes’ y ‘responsabilidades’ que cercenan la creatividad y la libertad del Hombre. La Vida que está sujeta al Espíritu: esa es La Vida real y perecedera.
Lo Nuevo se adquiere en el Camino Espiritual, en la Relación Personal con el Dios QUE ES. Y no hablamos aquí de dogmas, de doctrina, de religión, de cultos, de ritos, de creencias o de esperanza. Hablamos de un recorrido vivencial, tangible, conocido, palpable, experimental y testimonial de Relación con Lo Divino. No el Jesús que la religión sigue matando en la cruz. No al dios que se ha encerrado en un Libro. No a la fe que se auto-complace con el ritual del domingo o la lectura colectiva un sábado. No al dios del intelecto que todo lo explica con mentalidad humana y hace descender a dios a una figura pensante que es casi menos que el Hombre y equivalente en su poder al demonio. Nada de eso. Hablamos del Camino del Espíritu, es decir: La Senda que se inicia desde lo más profundo de Uno Mismo y se eleva al Dios Vivo que Es Ley y Objetividad, sin intervención de Hombres y sacerdotes terrenales. Eso que es siempre Nuevo… porque si viene y nace del Espíritu es divino, y jamás el Hombre ha vivido a Dios hasta que entra al Reino por el Umbral del Espíritu que Lo Vive… No es un árbol crecido, nunca, sino que Semillas nos entrega Dios, y Simiente recogemos de primero de nuestro Espíritu. Nos hace vívido el Amor que el Creador Es, y conocemos por fin el Amor tal y cual es en su virginidad y pureza, y entonces comparamos ese Amor al que creímos vivir y aplicar, añorar o esperar, y podemos Discernir Lo Muerto de Lo Vivo. Entonces debemos sepultar al amor fantasmal, mundano y deseoso, y sembrar el Amor Nuevo que ahora vivimos en Espíritu. La Paz del Espíritu es gozosa, es plena, es fuerte y da fuerza. Entonces Discernimos la paz de este mundo y asumimos la gran mentira de esa falsedad, y debemos Sepultar la engañosa paz del Mundo y Sembrar la Nueva Paz de Dios. Vivimos La Humildad y Discernimos que la hipocresía del mundo se cubre de una humildad que mata y hace caer; entonces Sepultamos la humildad de los hipócritas y Sembramos la Humildad del Espíritu. Y el Espíritu nos hace vivir La Fe: y entendemos a Cristo en esa Fe que mueve montañas siendo una ínfima pepita de mostaza, y Discernimos y enterramos a la fe muerta y llevamos cuan bandera nuestra Fe Viva. Así, hasta que el Espíritu nos enseña por experiencia dónde está La Vida: y entendemos la Gran Mentira en la que nos hallábamos sepultados, y es ahí donde enfrentamos La Verdad Objetiva, no la relativa de la mente humana: entonces, y solo entonces estamos preparados para pasar por la Muerte Física. Porque es ese estado del Espíritu Discernimos la Vida ilusa de los demonios, arcontes y ‘señores del cosmos’ que nos tienen prisioneros en un sistema Cainita: violento, pasional y carcelario. Y entendemos Quién es Cristo, y Discernimos que al Jesús que adoran las religiones es una parodia inventada por la curia, una pantomima para fines y propósitos de apostasía, una careta para alcanzar cuotas de poder mundano, un engaño que esconde al Cristo Dios. Sí… el Cristo Dios, el Cristo Vivo, el Alfa y la Omega, el Verbo…es el Dios de la Vida, es decir: Él posee las Llaves de la Vida Verdadera. No otro. Solamente Él. Y esto no lo decimos desde el dogma, la doctrina y la religión, sino cuan Testimonio de la Vivencia del Espíritu. Y Para entrar por la puerta de La Vida se requiere… ¡atención religiosos! No arrastrar muertos, no tener deudas ni deudores, haber pasado por el cedazo del pleno y profundo Arrepentimiento y Perdón. Sin esos elementos básicos no habrá redención ni hálito de vida.
Cada paso Espiritual es un grado de Muerte, y es un surco de Nueva Siembra. Pero nunca estaremos enteros, ni seremos realmente libres sin pasar con nuestra siembra Nueva intacta y pujante por el estado de Muerte Física. He ahí la última prueba: mucho podemos hacer o dejar de hacer, creer o no creer, pero si no somos capaces de pasar por la Muerte Física con nuestra Siembra Espiritual intacta, y sin arrastre de muertos y deudas, abandonando Lo Oscuro al lado oscuro de este Mundo, no entraremos a la Nueva Vida. Seguir a Cristo significa sepultar los muertos y liberarse de deudas y deudores. Eso nunca podrá hacerse desde la buena voluntad y la mejor intención: debe hacerse DESDE el ESPÍRITU.
DEBEMOS PREPARARNOS PARA LA MUERTE DEL CUERPO. Parece de Perogrullo: si somos carnales, pasajeros, corruptibles en composición material, y la muerte física es nuestro sino inexorable, inevitable… ¿Por qué eludimos su hora y menospreciamos su Trascendencia? El Ser Espiritual no teme a la muerte, sino que teme a vivir en este Mundo en la ignorancia de la muerte. Pablo, el Apóstol nos plantea un desafío: ‘no sufrir la muerte, sino que pasar por ésta como trasponiendo un velo’. Para’ pasar’ y no sufrir la muerte debemos morir muchas veces. Y el ciclo de muerte no es voluntario, manipulable, artificial: es Ley de Vida. Cada cierto ciclo de existencia el Ser Humano pasa por un ‘estado de muerte’. Estos ‘estados’ pueden derivar en enfermedades, en crisis existenciales, en torbellinos emocionales, en cansancio mental o psicológico, en cambios aparentemente azarosos, en hechos ‘fortuitos’, en ‘coincidencias’ que golpean el eje de la vida en la persona…etc. Pero la verdad es que estas vivencias son un efecto, no una causa. La Causa se halla en la Índole que cada persona trae consigo desde su concepción, no por gen, sino por Calidad de Alma y Calidad de Espíritu. Es decir, todo ser Humano debe pasar por estos Ciclos de Muerte. Entonces, La Sabiduría del Espíritu nos enseña que el Ser Espiritual asume estos puntos neurálgicos como una oportunidad, nunca como un drama o tragedia. Es la gran y excepcional oportunidad de ‘enterrar al muerto’ ‘saldar deudas’ y ‘adquirir Lo Nuevo’. Al final de cada muerte sobreviene el alivio de haber sido liberados de algo pesado, antiguo y morbosamente apegado a nuestra Carne y Alma. Y sigue la alegría de tener en nuestras manos algo completamente Nuevo, y por ser siempre ‘Semillas’, comenzamos a cultivar las Virtudes que Dios nos inculca por nuestra Esencia más Pura. Y en cada muerte vemos cara a cara a la Oscuridad, y conocemos a nuestros demonios, y transitamos por los abismos. Y desde las cenizas, gracias a La Sabiduría, nos elevamos montados en Nuestro Espíritu y ascendemos a la Paz de la Luz: así Discernimos Oscuridad de Luz, Bien de Mal, Dios y Demonios, Cielo e Infierno, Muerte y Vida. La Muerte es necesaria, de otro modo jamás Discerniremos La Vida; y la Vida de Dios debe ser Discernida, pues todo Lo Vivo de Dios requiere Libertad y Conciencia, por eso es que nadie es libre, y nadie tiene real Conciencia, sin pasar por la Muerte muchas veces, y cada vez acoger la Vida que Dios nos ofrece desde el Espíritu.
La Muerte Física, última Prueba: en la Verdad de la Muerte Física, cuando el cuerpo ya ha sido entregado, y la mente no razona, y solamente Alma y Espíritu quedan desnudos ante la Mayor Prueba… no hay religión que valga, ni pertenencia humana o mundana que pese, ni creencia intelectual que prevalezca: O predomina el Alma Oscura y sus odiosidades y apegos…O Gobierna la Luz del Espíritu y se cosecha la Siembra de Lo Nuevo. Qué nadie se engañe: no hay más. Todo el resto queda en la ilusión de este mundo. Los religiosos del mundo dirán: ¿y la misericordia? Y respondemos lo que ya hemos aseverado: ‘La Misericordia es Gracia y Potestad del Dios de La Vida’ Nunca ha sido una Ley que amarra a Cristo, y por lo mismo haga lo que hiciere el Hombre Dios está estaría) ‘obligado’ a aplicar Misericordia. No es así. Quién así lo crea está confundido, y quién así lo enseñe es un demonio. La Misericordia es Potestad de Dios, no es un manto a priori que cubre al Hombre para que éste cometa todo tipo de fechorías. La Misericordia nunca se aplica al negligente, sino al inocente.
Si no conocemos la Oscuridad, porque la hemos rehuido, negado u olvidado después de haberla sufrido, y nunca la hemos aceptado como una oportunidad para discernir la diferencia con la Luz, pues cuando la enfrentemos – en la Muerte Física- definitivamente, en toda su amplitud y negrura…caeremos en el espanto, en el miedo del Alma, y clamaremos por ser salvos y que alguien nos tome la mano y nos saque de ese abismo. Y si no vivimos la Luz desde el Espíritu, en Paz y en vida Carnal, en la Muerte Física nos confundiremos con todo tipo de luminarias, y seremos presas fáciles de los burlones arcontes y falsos maestros que nos conducirán a cielos mentirosos y nos harán sus prisioneros. Ya sabemos, nos argumentarán: ‘pero Cristo Salva y él promete que desde su Elevación todos somos salvos y nadie cae en los infiernos…’ Es verdad, a los infiernos van los Hijos Naturales de los Infiernos, no los Hombres que nunca pactaron con el demonio ni le sirvieron… Pero Cristo sentencia que cada uno recogerá el fruto de su Siembra. Y aquí hablamos de la calidad del fruto: no es lo mismo entrar con Siembra Nueva a la Nueva Vida, o enfrentar la muerte con temor, dudas, espanto, sin preparación y sin Espíritu, con Alma Oscura gobernando al Ser. El fruto no puede ser el mismo. De eso hablamos. Tratamos de algo elemental: la Muerte, y cómo la vida pasajera y temporal debe servirnos, cuan nave de aprendizaje, para posteriormente navegar por los Cielos de la Vida sin contratiempos o impedimentos. De eso hablamos, y para eso es que damos Testimonio: El Camino Espiritual es Morir y Vivir… es el Gran Discernimiento de la Vida.
El Camino Espiritual es un largo y único Bautismo: claro, acostumbrados a entender y hacer lo espiritual en forma externa, superficial, mundana y mental, siempre buscando respuestas y eco en el Alma y sus emociones, y amarrando al intelecto aquello que es esencial y esencia en la Vida del Espíritu y no en la razón humana… nos bautizamos para la fiesta, para cumplir con un rito, para una vez ser aceptadas por Dios, para hacer parte de una iglesia, para adquirir pertenencia…o por fe del Alma, emocional, o convicción doctrinaria…Pero el Nacer de Nuevo que Cristo nos propone es por Agua y por Fuego, y posee un objetivo, no otro: entrar al Reino de Dios. Agua es Psiquis, Alma, Vida en los Sentidos y en el Mundo; Fuego es Espíritu, es Espíritu Santo cuan Magisterio en el Espíritu del Hombre. Morimos por Agua: he aquí la muerte permanente del Alma Oscura, de los ciclos carnales, de las deudas y deudores; y nacemos por Fuego: El Camino Espiritual. No es un Sello que hacemos formalmente una vez, y luego volvemos a lo muerto o creemos estar en santidad por haber sido hundidos en la pileta bautismal. El Bautismo es permanente: un morir cíclico, una lucha ante los demonios, un vencer seguido y continuado, un uso adecuado y sin dudas de las Llaves del Arrepentimiento y Perdón… siete veces, setentaisiete veces…siete mil veces. El Bautismo por Espíritu es un Camino, es recoger Semillas Nuevas y sembrarlas. Nunca termina. El Bautismo es el único Sello que nos será tomado en consideración cuan vara de medida ante el Dios de Justicia. No ese bautismo mentiroso que hicimos una vez y jamás cultivamos y de hecho traicionamos. Sino el Bautismo de Cristo que es Muerte y Vida, Vida y Muerte, Muerte y Vida…hasta pasar por la Muerte Física…o victoriosos… o derrotados por el peso de las culpas y las deudas.
Cuando Cristo nos dice: ‘Uds. Oren así…‘ No nos está sugiriendo un rezo. La Oración en el Camino Espiritual es la Vida, es la Práctica de Vida. Oración es coherencia y verdad aplicada a cada aspecto de nuestra existencia. Luego dice: ‘no oren como los hipócritas…enciérrense bajo cuatro llaves y oren al padre en Espíritu porque Él Es Espíritu’. El Camino Espiritual es la Oración que el Padre nos pide: porque Él Es Espíritu. Y en el Camino Espiritual, que es la Oración hecha Vida y la Vida hecha Oración, hay y habrán muchos secretos que el Ser deberá guardar entre él y Dios, y no podrá revelarlos al Mundo, y de lo que sí pueda hacer salir de esas cuatro llaves, debe ser autorizado por Dios en Espíritu… Por eso, viviendo esto, conociéndolo, sabemos que quienes se construyen a sí mismos, en la gloria terrena, y en el fama de este mundo, proclamando relación con Dios, hablando en su nombre… son demonios, porque una Verdad de Dios jamás será para el orgullo, la vanidad, el ego, la idolatría, el poder y la propia gloria terrena…sino que siempre es y será ‘para Gracia de Dios’.
Ahora bien: tenemos la Muerte ante nosotros como un horizonte que en cualquier hora se nos viene encima y nos traga con su incertidumbre y misterio. ¿Estamos preparados? Muchos dirán: ‘Lo estamos’. Y ante la primera prueba, una pérdida, una crisis, un perdón difícil de aceptar, un arrepentimiento complicado por el Alma Oscura, una carencia, una situación que nos cuadra, un hecho que no entendemos, un terremoto que nos desestructura, una muerte que nos golpea, una aparición que nos desubica, una relación que no cumple con las expectativas… un trabajo que se pierde, un sustento que no tiene certezas… una enfermedad propia, una enfermedad en un ser amado… un accidente… ya sea nos hunde en la tristeza y nos desorienta, ya nos hace caer en la rabia y la rebelión…ya en la duda y el miedo…pero nuestra paz escapa y viene la desazón, la pérdida de fe, el cuestionamiento…¿Estamos preparados para La Muerte? Podemos decir ‘Lo estamos’ cuando hayamos pasado por todas las muertes que nos son naturales a nuestra Índole, y en cada una de éstas nos elevemos hacia la Luz luchando, aprendiendo, enterrando a La Muerte, venciéndola como lo hizo Cristo, y subiendo por nuestro premio de Cosecha de acuerdo a la Nueva Semilla de Vida que hemos cultivado. La pregunta es: ¿Cuántas Nuevas Semillas de Vida tienes en tu surco? Porque si no tienes ninguna, no estás preparado para pasar por la muerte, y sufrirás la muerte. La preparación para la Muerte nos la da la cantidad de Nuevas Semillas que tenemos en los surcos del Espíritu, porque por cada simiente de Luz debemos sepultar un mundo de deudas y culpas, y eso sí es estar preparados para la Muerte Física…o cualquier Muerte.
‘Hagan como Yo Hice’: es exactamente eso, no otra cosa: vencer a la Muerte, derrotar a los demonios, salir del Abismo…y entrar a la Gloria del Reino de Dios. Eso es el Camino del Espíritu.
El Camino Espiritual es un Constante Nacer de Nuevo.
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