No busques a Dios fuera de ti mismo: esta frase lo hemos escuchado o leído seguramente más de una vez, pero nunca aferramos que en el templo que somos, según Pablo, se halla el Espíritu del Creador. La Sabiduría escribe que: nada de lo humano está sesgado de lo divino.
Ahora la ciencia descubre que Dios habita en alguna parte del cerebro. Eso siempre lo han sabido, por vivencia, los Santos y Sabios. Hoy se descubre que los humanos contienen su emocionalidad en el corazón y en la composición de la sangre, y lo mismo enseñan los Santos y Sabios de hace miles de años.
Quizás un día la ciencia conversará con Dios desde una parte del cuerpo humano, y entonces los científicos serán santos, y los santos de antes habrán sido los primeros y reales científicos. Pero un orden debe prevalecer para que esto suceda: que aquello que los ilustres descubren no es Causa, sino Efecto; es decir, no es que Dios existe porque existe el cuerpo, o la sangre, o el cerebro… sino que la Carne y sus circuitos funcionan y cumplen roles porque Dios así lo dispuso y de tal manera hizo el Creador a su criatura, para los fines de su Plan y Designio.
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