Si nacimos y morimos, y por un corto espacio de tiempo tomamos conciencia de nuestra existencia, en medio de órdenes y ordenamientos naturales, sociales, personales, afectivos y por objetivos mundanos… entonces, de cualquier modo, nos hallamos insertos en una cadena de rituales que son, en su momento, vitales, importantes o trascendentes. El asunto es que en la cultura religiosa se han introducido precisos gestos y formas que en el común de la gente son asociadas a Dios, a divinidades o lazos espirituales, sin los cuales no habría ‘contacto’ con los dioses.
En un acto patriótico marchan los militares, hay saludos específicos, símbolos y simbologías, se usan ciertas palabras, etc. Este ritual, como los más herméticos de una sociedad secreta, o los de una religión masiva, o de un partido político… son todos modos ‘religiosos’ de concebir un hecho, un acto, un pacto, o la vigencia de un hito. En la figura del ‘héroe’ Cainita existe la sacralización de los actos de sacrificio de sangre, la muerte y la derrota de los enemigos.
Cuando JesúsCristo se muestra severo con la hipocresía de los fariseos ataca, precisamente, el formalismo de los ritos y cultos que se realizan más para la masa y la figuración, sin una verdad coherente que respalde el acto. Exactamente lo mismo acontece con Lao Tse, cuya crítica ácida y directa a los rituales de su época dice, entre otros argumentos, que los rituales son hechos cuando no se ha encontrado al Tao, y cuando el ritual muestra su inutilidad, simplemente se inventan otros.
La Sabiduría del Cristo Dios enseña que toda Forma debe contener Espíritu, y una vez adquirido el Espíritu, la horma del ritual ya no sirve, se debe desechar. Oramos, Meditamos, Ayunamos, Estudiamos, Discernimos, hacemos Retiros Espirituales, nos unimos en Actos de Fe Comunitarios… como Formas de Fe para alcanzar el Contenido que mora en el interior de cada fórmula (ritual). Cuando la Forma (ritual) toma para sí todo el sentido, y obliga a repeticiones sin Conciencia del Espíritu de la Oración, Retiro, etc. simplemente caemos en la formalidad religiosa que conlleva a un engaño lamentable: creer que la ejecución del ritual, de por sí, nos hará libres, puros, dignos o nos hace estar en relación con Dios. La realidad es que si la Forma ritual gira en torno a sí misma, sin llegar jamás a su misterio, su revelación y Sentido, aquello que la persona siente, sea tranquilidad, sea sensación de ‘hacer la tarea’, sea la idea de estar bajo un orden determinado… no es más que ‘efecto placebo’, comodidad psicológica, estado mental, satisfacción anímica, pero bajo ningún caso es ‘realidad espiritual’. En eso se basa la práctica religiosa: sujetar al creyente al ritual permanente para que dependa de quién dice poseer la autoridad de los rituales: la Iglesia.
Cuando se coloca a la Iglesia como al centro de la fe y el único terreno en donde la creencia se expresa, además de conceder a ésta la supremacía para recoger a las ovejas, la obligación del creyente es amarrase a los rituales del culto sin una clara conciencia de sus contenidos, y sin metas trascendentes liberadoras; por el contrario, los cultos se alimentan siempre de ‘Rituales Circulares’ que nunca abren puertas de Trascendencia Personal, pues de provocar un Salto en la Persona la iglesia debería prescindir del que se hace Libre En Cristo, y como el objeto de toda iglesia es alimentarse a sí misma… entonces los rituales deben ser formales, y nunca de Contenidos.
La verdad nos hará libres, y si Cristo es Verdad, entonces es tangible el Camino y es concreta la meta de alcanzar, por Conducción del Cristo Vivo, la Voluntad del Padre Creador. Si para transitar por la Verdad del Cristo Gobernante debemos realizar pasos rituales que nos conducen a ‘estados espirituales’… aceptamos tales modos de ritualidad como una herramienta sagrada que nos abrirá puertas vitales, y una vez alcanzado el umbral: o ya no tenemos necesidad del ritual, o mantenemos formas rituales como manera de entrar al corazón del Sentido que habita en cada ‘estado espiritual’… pero ni al inicio, ni al lograr el objetivo espiritual, el ritual es lo fundamental, sino UN MEDIO. Todo ritual es una forma, un medio, y la esencia será siempre alcanzar el Contenido, Lo Vital, al Espíritu que mora en el corazón del misterio. Una vez logrado el ‘estado espiritual’ más alto: conocer la Voluntad del Padre para colocar por Obra el Designio… los rituales son Llaves, y ya no formas para alcanzar la esencia, sino Llaves que activan en el Hombre el Poder de Dios.
Toda nuestra vida es un ritual: y éste nos debe conducir a la gran meta del Padre y al Plan de Dios para Los Suyos. Vivir sumergidos en formas y modos que nunca nos abren las puertas del Reino Vivo, es sobrevivir en la ilusión. Si creemos que las Formas y ritos nos transportan de por sí al lugar de nuestra Verdad, simplemente nos auto-engañamos y vagamos por las Formas sin Contenido. Nadie llega a Dios sin Rituales de Fe, es cierto, pero no hay uno que haya llegado a los misterios de La Vida solamente por culto y rituales, y todo quién se ha santificado ha roto con los límites del ritual para trascender en Su Contenido Divino.