Se pudo ver un cartel en medio de una manifestación en Tegucigalpa, capital de Honduras, en apoyo al gobierno de facto, que decía: ‘la paz no es un camino, la paz es el único camino’. Parece una incongruencia esa lectura hallándose en medio de un lío constitucional que condujo a un golpe de Estado. Sin embargo, la Paz sigue siendo el único camino.
Debemos insistir: no la paz de la no-guerra, sino La Paz de la Espada que nos enseña Cristo. La Paz debe ser la esencia guía, no un mero instrumento verbal de usar según conveniencia. La Paz de Cristo obliga a toda religión que se diga cristiana a no participar en actos de violencia y prevaricación, en políticas de retaliación y de golpes violentos, y sí coloca la obligación de Orar masivamente por la Paz cuando los ánimos de las masas y de la clase política han tomado el camino de la confrontación.
No hemos asistido a llamados drásticos y masivos a la Oración unánime y al unísono de los creyentes cristianos en Honduras, sino que hemos constatado iglesias divididas tomando parte en la política contingente, azuzando el fuego de la división y los desencuentros. Es vergonzosa la actitud de las iglesias católicas de Hondura, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua. Es extraño el comportamiento oportunista de las iglesias evangélicas en estos mismos países: siempre al asecho de hacerse de mayores cuotas de penetración en los aparatos estatales y convertirse de algún modo en ‘religión institucional’ en estos y otros países de América Latina.
Los creyentes en Cristo deben Orar por la Paz en forma activa, masiva, unánime y constante; deben tener la valentía para alzar su Voz ante todo tipo de violencia y prevaricación: ‘No hay salida de Paz en los golpes de Estado’, y en medio del avance de planes dictatoriales por vía del aprovechamiento de las normas democráticas debe existir la defensa irrestricta de La Paz en su expresión de libertad, ejercicio del derecho, separación de poderes, respeto a la decisión de mayoría y salvaguarda de los derechos de las minorías, pleno derecho a la libertad de expresión y manifestación de las ideas sin uso de la violencia y sin instigación a la confrontación y la sedición armada. La Paz exige que la democracia sea un método de gobierno y gestión del Estado igual para todos, según voto de mayoría, sin sometimiento o tiranía sobre la minoría. Eso implica el deber de la alternancia como garantía de democracia real. Todo vestigio legal, incluso decretado por mayoría temporal, que conduzca al socavamiento de los derechos democráticos es una acción anti-democrática, aunque hecho en virtud del aprovechamiento de una mayoría transitoria. La esencia de La Paz obliga a pensar en todos, y en la aplicación de Justicia siempre se tendrá en consideración la persuasión, el diálogo, la consulta transparente y democrática, los acuerdos. En los acuerdos todos ceden, nadie gana sobre otro, y todos son beneficiados. La Paz obliga al lenguaje y la práctica de los acuerdos. Roto todo puente de acuerdo y diálogo: abierta la confrontación y los golpes de Estado, no queda más que La Paz cuan bandera sin partido, y es deber de todo creyente dar inicio a verdaderas Olas de Oración que llenen el país de un clamor de Paz y Concordancia. Sin embargo, las religiones toman partido, se confrontan, apoyan vías violentas, justifican medios anti democráticos sea de izquierda como de derecha… y eso deja a la deriva a los de Fe honesta que no se sienten llamados a apoyar este estado de cosas.
Honduras hoy debiera estar inundada de Oración por la Paz y por el Acuerdo democrático, y no debiera estar apoyando ni golpes de Estados ni retornos a la venganza. Porque si la masa de creyentes no estuviese de acuerdo con su clase política y Orara por La Paz sin cesar, de seguro otros vientos soplarían y muchas cosas cambiarían en Honduras, como en Venezuela, como en Bolivia. Pues no se trata de apoyar o desaprobar un gobierno, ni justificar la violencia cuando ésta se tiñe de izquierda o de derecha: lo que los creyentes deben imponer por presencia y coherencia es La Paz como base de todo desarrollo y Justicia. Y es Valor de Cristo dar a los pobres aquello que los haga ser Personas: educación, vivienda, posibilidad laboral. Y es deber de los ricos ser generosos en su gracia y no aferrase a sus privilegios con egoísmo y avaricia.
Es triste constatar como seguimos divididos por intereses de poder que nos hacen actuar como demonios y seres hirsutos. El Hombre Superior, ese anhelo de todo sabio desde la antigüedad, no ha calado en los corazones de los cristianos, ni de otros, como musulmanes, judíos o ‘libres pensadores’. ¡Sólo si asumiéramos la fuerza que tenemos en nuestro Espíritu y la revolución de Paz que somos capaces de provocar con la Oración… ya no estaríamos prisioneros de los bajos intereses de la política mundana!
Honduras tiene una salida, como Venezuela sí tiene una solución…antes que sea tarde: La Paz es el Camino. No la paz del mundo, que es una división entre formas de guerra, sino la Espada de La Paz que Cristo nos hereda: o la Paz hasta que duela… o el dolor de no vivir jamás en Paz.
Las iglesias católicas y evangélicas de América Latina no pueden seguir siendo parte de la nomenclatura política y contingente de los diversos intereses mundanos…O más bien: los creyentes no pueden seguir siendo ovejas descarriadas por la política de sus malos pastores. O somos Discípulos de Cristo, o somos apostatas. No hay camino medio…como en La Paz. La Paz es radical e irrenunciable.