La Felicidad de la Paz

Desde siempre el Hombre ha vivido empecinado en la búsqueda de la felicidad. Toda lucha, todo esfuerzo, toda entrega siempre ha tenido ese objetivo, aunque sea breve, aunque tenga que pasar antes mil lamentos y esfuerzos, todo se justifica por y para ese ‘instante sublime’.

Dos condiciones propias de este mundo en que vivimos debemos asumir para adentrarnos en la develación de la felicidad anhelada… primero nuestra condición de temporalidad (minutos, horas, días, años, antes, después…), y la existencia del Bien y el Mal, cuan ley de polaridad que rige en este y otros mundos.

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El Hombre busca una felicidad cuan ABSOLUTO, como extrayéndose de la condición de temporalidad y esto nos limita, porque nunca podremos lograr bajo condiciones efímeras y de transición, Lo Absoluto, por lo tanto, cualquier definición de felicidad, desde la mirada personal del Hombre, necesariamente es subjetiva, y en realidad es una ‘auto-satisfacción de expectativas’, un objetivo de ‘auto-realización’, una quimera, un momento, algo ligado al Bien o encadenado por el Mal… nada absolutamente Verdadero, permanente, o proveniente de lo Superior.

Muchos grupos ofrecen su ayuda para alcanzar la felicidad a través de un cierto camino… supuestamente ligado a lo espiritual, y el hombre en su desencanto, ante la tan inalcanzable felicidad, ante lo efímero que le ofrece el mundo, arroga a Dios este gran propósito: que la persona tiene ‘derecho’ a ser feliz… como sea. Sin embargo, se parte de un gobierno errado: el Alma, la cual manifiesta su naturaleza en los sentimientos, en los deseos, en las pasiones, en las alegrías, en las penas… en la psiquis. Todo eso que nos lleva a navegar por aguas turbulentas que nos alejan cada vez más de la felicidad anhelada. Muchos anhelan una particular forma de concebir la felicidad, algo así como el pago por lo sufrido o el antídoto para el dolor que se arrastra, queriendo borrar con un nuevo estado o condición la dependencia de lo pasado, de los traumas, de los dolores, de lo dejado atrás, de los deseos y las necesidades que se han almacenado en la psiquis de un infeliz Ser.

Los Consagrados vivimos con certeza un aspecto relevante en esta visión de la felicidad, que ella no está fuera del Ser, que este estado emana del interior de cada persona, que ahí está la fuente que despierta y desarrolla la conciencia de la Verdadera Felicidad, el Espíritu.

Si queremos entender esto en el verdadero sentido espiritual, es decir, lo que el Orden de Dios establece, debemos antes ser claros con lo ya dicho: Cristo Dios, desde su encarnación en Jesús, propuso la PAZ como el elemento fundamental de nuestra condición de Fe. Jamás Él nos prometió que alcanzaríamos la felicidad estando en este mundo, no hay ningún texto Sagrado en que esto se declare. Lo que sí nos promete es el ‘Goce Eterno’ en las instancias del Padre. Porque, ciertamente, es la Paz el fundamento de nuestra vida en la carne, hablamos aquí de la Paz del Espíritu, que está en la vereda opuesta del gobierno del Alma, que antes mencionábamos.

Y si el Espíritu es puro, perfecto, sabio y generoso, ¿Por que la felicidad verdadera aparece tan escasa y escurridiza? Porque el gran desafío del Hombre es que Espíritu y Alma caminen unidos bajo la luz y con un mismo propósito, y el Alma humilde se disponga al goce de lo que el Espíritu induce y nunca al revés. Nuestro problema humano es que el Alma es lábil a la inducción del Mal, quién entra a gobernar al Alma, posesionándola, y no nos permite ni siquiera acercarnos a ese Goce prometido. Lo Tenebroso toma posesión del Alma y se divierte del ‘torbellino emocional’ presente en toda persona que se entrega a lo que sea… con tal de ser por fin ‘feliz’. El Maligno conoce muy bien al Hombre, sus necesidades, sus dependencias, y utiliza su entorno, el núcleo humano que le rodea, para crear una serie de tormentas emocionales que dejan a su víctima en condiciones de ser ‘infiltrada’. Los estados de oscuridad presentes siempre, y ocultos en lo más recóndito del Alma, serán el pantano que el demonio solamente deberá agitar para producir el ‘torbellino’, en su nefasto plan de posesión. Pero lo que más le cuesta disolver es el amor. Y para que esto ya no sea un obstáculo, exacerba la consideración de ‘amor’ o ‘forma de amar’ que el Ser humano tiene, pero que está muy alejado de lo que es el verdadero Amor que nos enseña Dios. Así lo usa para sus malignos propósitos, e induce al amar con celos, con posesión, vanidad, dependencia de lo material, inseguridad, miedos, sospechas, arrebatos, tratos insanos, violencia, control, anulación del otro como persona… bajo la idea de que ‘así es el amor’ o ‘así controlo el amor’ o ‘así mantengo el amor’ o ‘así es como quiero ser amado’…

Bajo la inconsciencia de la ley que nos rige, bajo supuestos errados, en la senda de alcanzar una felicidad inexistente, pues se pretende algo Absoluto en un mundo Temporal, y se desconoce que Lo Absoluto solamente lo puede entregar y hacer vivir Dios, PORQUE ÉL ES ABSOLUTO.

Bajo ‘Torbellino emocional’ no puede haber verdadero Camino Espiritual. Por eso Cristo nos habla de la Paz, porque es el verdadero antídoto a la tribulación del Alma. En realidad es el ‘Estado de Paz’, y no la paz en lo mundano, el que se alcanza por opción en la entrega al Orden de Cristo y desde esa paz, no hay felicidad que se iguale.

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