¿Qué vamos a heredar a nuestros hijos?
Mucho se reflexiona y discute en base a esta pregunta, asentando esta preocupación sobre el evidente daño que hemos hecho a la Tierra, y las consecuencias que está teniendo la sobreexplotación constante a los recursos naturales, sin la proyección de los efectos y el lastre de los desechos tóxicos. También en el ámbito social, sobre la mesa aparece la decadencia moral, la falta de tradiciones y la carencia de respeto.
Sin embargo, ante los hechos que ya son evidentes para todos, en este cambio en el que se cae el sistema establecido, porque hasta la Tierra se mueve y cambia, donde se nos advierte y se nos avisa que todo será nuevo y diferente… en este contexto, ¿qué heredaremos a nuestros hijos? Porque en este escenario ya de nada les servirán nuestros esquemas y formas de relación (que no servirán al futuro), nuestras formas para abordar dificultades y afrontar los cambios, porque el cambio ya comenzó; de nada les servirá el cómo lo hice yo, porque se ha iniciado la transformación sin precedentes en esta Tierra abarcando a sus habitantes, modelos, estructuras sociales, económicas, religiosas y medioambientales.
Según la visión de nuestros padres, orgullosos estaban si nos dejaban educación y con qué hacernos de una posición en la sociedad, ese “algo de que valerse en la vida”, pero ahora que todo el sistema tambalea, ¿qué dejaremos a nuestros hijos para que logren enfrentar lo que viene?
La respuesta a esta pregunta es interior, porque si todo está en transformación, preparando el cambio y mutación de este sistema en el que nos ha tocado vivir, proyectándonos hacia una Tierra distinta y Hombres nuevos; nada de lo antiguo servirá, porque queda obsoleto, no aplica a este cambio trascendental que engloba todo nivel… Por eso debemos apuntar a la fortaleza y sabiduría interior, al Espíritu que vive en cada uno, que es sabio, de Luz, y que está en armonía con el Gran Hacedor.
Podemos legar a nuestros hijos nuestro ejemplo de honestidad, sobre todo con nosotros mismos, la lealtad con nuestros principios, la solidaridad para que después ellos puedan vivir en una comunidad en armonía, podemos mostrarles cómo ser coherentes con nuestras ideas más nobles… partiendo todo esto de la base de nuestra honestidad, lealtad y coherencia.
Ante el inminente cambio, con la conciencia y la certeza de que nadie quedará ajeno a esta transformación, lógicamente al preocuparnos por el futuro de nuestros hijos, tenemos básicamente dos opciones (como nos ocurre con prácticamente toda desición): Hacer como que nada pasa, exigirles en función de nuestras expectativas y deseos, traspasando el problema a ellos mismos y al mundo… o asumir coherentemente nuestra responsabilidad de guía sobre quienes nos observan para seguir nuestro ejemplo, afrontando con valentía la propia transformación, heredando a nuestros hijos la libertad que significa decirse a sí mismo: “puedo cambiar, puedo dejar lo que es mentira en mi vida y asumir con honestidad la verdad que vive en mí, que vibra en pos de mis mejores virtudes”.
Ahora la pregunta que queda es: ¿cómo hago esto?
Hay un camino, con un guía, que es Cristo Dios en Persona, Él mismo en Su Verdad y manifestación, sólo tienes que estar dispuesto, con la osadía para romper tus propios esquemas, y con la valentía para dar pasos concretos en tu vida que te encaminen a estar en la armonía de lo que se viene, y del Plan que Dios ha dispuesto para esta Tierra y para cada uno de nosotros en lo personal.
Para dejar una herencia a nuestros hijos que sea relevante, que les entregue herramientas para afrontar lo venidero, debemos tener en nuestras manos lo que les vamos a entregar, el cambio comienza en nosotros mismos. Nadie puede optar por otro, pero las armas para poder tomar la mejor opción son la herencia más valiosa en este tiempo, y los padres consagrados somos testimonio vivo de la opción por la luz, por la paz, por el servicio a Cristo, Dios de los Hombres y de los ángeles que conduce a los suyos hacia el salto trascendente, para llevarlos al unísono de la mutación toda…