La noticia sobre un periodista que pasó todos los controles aduaneros en el maletero de un taxi, en la zona fronteriza de Arica, ha causado gran revuelo en la zona.
Primero revisemos lo que es una frontera: las fronteras son una “línea imaginaria” que se estableció en el pasado mediante un acuerdo, o un decreto de quien tenía el poder sobre esas tierras en ese momento. Por lo que en algunos casos corresponde a una barrera natural como una alta montaña, un río, o un lago; pero muchas veces es sólo una línea trazada con regla en un mapa que representa un territorio.
Sin embargo, el mapa no es el territorio, por lo que en todo el mundo se han dado estas situaciones en que se establecen estas líneas sin la participación de quienes ahí viven, y lamentablemente, también muchas veces, se divide un pueblo porque alguien así lo decretó.
Asumiendo ésta realidad, establecida la frontera para mantener un orden en los territorios y zonas de poder y responsabilidad, las fronteras permiten mantener un control para proteger las vidas, orden y posesiones en ambos lados de éstas líneas.
Entonces el cruce de las fronteras que permiten salir de un país requiere controles para asegurar los patrimonios, para cautelar que no sean llevados del territorio reliquias, tesoros u objetos valiosos para ese pueblo.
Y al entrar en un país el control es para resguardar el posible ingreso de algo que nos hiciera daño: drogas, armas, personas sin las autorizaciones correspondientes, contrabandos de todo tipo…
Vivimos en esta hermosa ciudad fronteriza, por lo que es central y cotidiano todo lo que ocurre en esta línea imaginaria, y cómo se llevan a cabo dichos controles.
Y por vivir aquí todos estamos involucrados en estos acontecimientos, a todos nos afecta.
Si conocemos a alguien que actúa en forma ilegal, si compramos mercancías que sabemos han ingresado sin los controles respectivos, si tratamos de evitar los controles sanitarios del SAG, que son para evitar la diseminación de pestes a otras regiones del país… nos hacemos directamente partícipes de las dificultades que se podrían producir en la convivencia entre los países.
Entonces las verdaderas fronteras que debemos establecer no son una línea en el terreno, sino los límites que nos ponemos cada uno, frente a sí mismo, según los principios básicos de convivencia en comunidad.
Ahí radica el problema, porque si establecemos un límite imaginario en nuestra conducta “esto sí y esto no”, caemos en la línea moralista que pareciera que más potencia lo que se supone debiera restringir.
Por lo que la clave es La Conciencia, tanto para las fronteras territoriales, como para los límites de conducta.
Para obtener esta conciencia en cada uno, sólo es posible mediante la educación, y la formación sólo es efectiva mediante el ejemplo.
Entonces revisémonos todos, ¿en qué favorezco este estado de cosas? ¿Soy coherente con lo que digo, o si pudiera también lo haría… trataría de pasarme el control tanto en la frontera como en mis actos?
Hna Pilar Gonzalez
Sacerdote Misionera