Sin duda que los hechos telúricos acontecidos en Chile con sus repetidas réplicas, no sólo han sido causa de estremecimiento aquí en donde el mar casi se toca con la cordillera, sino que también en países vecinos y el resto del mundo. Ni el más indiferente podría argumentar que esto ha sido un “capricho” más de la naturaleza. Esto ha sido distinto, no sólo por su intensidad, sino porque trae un claro mensaje de advertencia de lo que viene, ha sido una muestra de lo que ya se acerca y que sin duda será aún mayor, en todo plano y aspecto. Sabíamos que iba a suceder, lo dijimos en ediciones pasadas, y si asumimos que así serán las cosas, no podemos admirarnos si son mayores los saqueos, si aumenta la cantidad de edificaciones inservibles, si se acrecienta la falta de alimento, el descontrol en todo aspecto, las acusaciones, los intentos de explicaciones… ¿estamos preparados para esto?, o en otras palabras ¿en qué forma debemos ya prepararnos?
Es cierto, Chile es un país sísmico, pero también es un hecho de la realidad que desde hace 25 años no se habían manifestado grandes temblores u otro tipo de desastres de estas proporciones causados por la naturaleza, ni aquí ni en otra parte del mundo. Es particular también que este hecho sea tan cercano en ocurrencia al de Haití, Japón, Turquía y otros que hoy podemos observar e informarnos. Es decir, nuestra visión espiritual nos lleva a no ver las cosas ni al azar, ni con una lógica humana: es una visión macro que nos dice que todos estos son elementos de aviso.
Fuimos testigos del error de haber construido toda nuestra seguridad en base a los avances de la tecnología, y que al final por falta de energía eléctrica no prestaron el servicio que la urgencia exigía. También falló el sentido de seguridad personal establecido en base al haber, al tener, demostrándose aquí cómo se rompió la idea de que solamente los pobres y los delincuentes saqueaban, constatando que no fue así, ya que hubo cierta población de clase media que también saqueó, y no sólo alimento, sino también cosas de valor, porque hay una cultura asumida de que mientras más tienes… más eres. En fin, hay muchas demostraciones de que muchos sistemas que se consideraban infalibles también fallaron. No pensemos tampoco que con ciertas muestras de solidaridad todo se solucionará, o que con eso “bueno” de nosotros Chile va a volver a ser como antes.
¿Cómo cambiamos estos paradigmas?, ¿cómo cambiamos nuestras ideas culturales?, ¿cuáles son las prioridades?… ¿cómo entendemos lo que Dios nos está diciendo? Porque nosotros ya no hablamos del Terremoto del 27 de Febrero, hablamos del AVISO que nos llegó ese día.
Estas advertencias deben llevarnos a cambiar nuestras prioridades y a cambiar la forma de ver las cosas. Porque esto seguirá sucediendo, sea por causa de la naturaleza, sea por sucesos en el Cosmos, o sea porque los Hombres malos serán cada vez más malos, y los Hombres buenos andarán buscando el modo de ser en verdad Virtuosos.
Y ante esta realidad que se manifiesta cada vez con mayor nitidez, nosotros traemos una propuesta: aunque se haga lo que se haga, se tenga lo que se tenga, se piense lo que se piense, o se intente reconstruir todo y creer que todo seguirá como antes… sólo la relación personal con Cristo producirá el cambio en nuestro interior, necesario para los Nuevos Tiempos. Porque los verdaderos cambios y la verdadera “reconstrucción” debe estar en nosotros mismos. Ya no podemos seguir apegados y dependientes de lo material y desechable, de las necesidades emocionales y carnales, de la búsqueda de una felicidad efímera y al propio modo… de lo que un movimiento del suelo hace inservible. Ya quedaron atrás los Tiempos de creer o no creer: hoy es necesario Consagrarse, una purificación bajo la Guía directa del Cristo Vivo, que nos edifica como Templos indestructibles y de Vida Eterna, y nos funde en el Nuevo Orden que ya está en cierne. No hay otra opción si queremos recibir juicio de Vivos, y no juicio de Muertos.
“Hay que pensar de otra manera, ya nada es igual” clamó la conciencia del sencillo pescador a quien el mar despojó todo: había entendido el mensaje de Dios. Porque esa respuesta a tanta interrogante se había instaurado en este sencillo hombre, una intervención Divina no sólo en lo externo sino también en el corazón de los humildes, de parte de un Dios que todo lo hace con Amor, Justicia y Verdad. Y esto no pasa necesariamente por la pertenencia a alguna Religión o por un compromiso con alguien, sino que pasa por un cambio interno y personal. Y si en nosotros está la fe y la entrega a Sus designios: ¿a qué tememos?
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