La OMS (Organización Mundial de la Salud) ha declarado que en 20 años, la depresión se convertirá en la enfermedad que más padecerán los seres humanos, superando al cáncer y los trastornos cardiovasculares, así para el año 2030, será la enfermedad más común de nuestro planeta.
Nos parece, sin embargo que esta situación no puede analizarse fuera del contexto espiritual que atraviesa la humanidad, enfrentamos el tiempo de tribulación, donde muchos acontecimientos serán permitidos para reflexionar y prepararnos a un nuevo tiempo, una promesa anunciada de un «Milenio de Paz», donde las condiciones serán distintas a las que esta humanidad ha vivido… por lo tanto si mundialmente la Depresión es una de las enfermedades que causa mayor índice de discapacidad en las personas pues afecta al ser por completo, en su emocionalidad, en su comportamiento, en su pensamiento y en su relación con el mundo y si la persona depresiva pierde su capacidad de disfrutar de la vida, de gozar de cosas que antes sí le eran atractivas; se desconecta de su entorno, se aísla; disminuye su nivel de actividad general; no hay un sentido muchas veces para estar vivo, lo cual puede llevar a atentar contra su propia vida para poner fin a esta sensación de vacío y soledad, es claro que esta enfermedad constituye una gran plataforma para lo tenebroso, que debe evitar que el Hombre, salga de su yo, de su problema personal, terrenal y temporal, y sea capaz de tener visión espiritual para plantearse la trascedencia más allá de la muerte, especialmente en este último período de tiempo que antecede a los grandes cambios anunciados.
La sabiduría revela que objetivamente las personas que caen en depresión viven situaciones de dificultad y de conflictos, y que en la manera de enfrentar estas complicaciones las personas se alejan del modo correcto de obrar, no actúan con la luz, no actúan con paz, y en esas condiciones el Cristo no puede ejercer influencia y las fuerzas del Cielo se retiran.
La sabidurìa señala que hay fuerzas perjudiciales actuando sobre estas personas. Si las fuerzas creativas del Cielo están desconectadas del Hombre ¿Cuáles son las fuerzas perjudiciales que empiezan a influir sobre las personas?
Pero no todas las personas que enfrentan grandes pruebas y dificultades terminan con depresión, por lo tanto concluimos que hay algo que marca la diferencia entre ambos grupos. La sabiduría revela que quienes padecen la enfermedad son personas interiormente débiles, que requieren apoyo, pero en la circunstancia en que se ven envueltas, no lo encuentran… muy por el contrario reciben consejos que en nada les ayudan a salir hacia la luz.
En el segundo caso, las personas capaces de enfrentar la adversidad comparten una característica común: son fieles a sus principios y esto otorga una fortaleza para distanciarse de los conflictos, refugiarse en Dios y eludir mayores dificultades; les vive la necesidad de apartarse, no por cobardía como cualquiera pudiera pensar, sino porque no hay nada más que hacer, sino reflexionar, tener cautela, esperar, confiar, aceptar situaciones, ceder, etc.
Los conflictos y la adversidad a que se ven enfrentadas las personas que caen en depresión, son condiciones naturales al mundo en que vivimos, pero existen agravantes, como por ejemplo largo tiempo de acumulación de situaciones y vivencias que han sobrecargado a la persona, y sobre las cuales no se tomaron decisiones, no se alivianaron y se sostuvieron hasta el agotamiento emocional y físico; o bien no se previeron efectos de estas situaciones; también pudiese suceder que se crearon expectativas que sólo eran una ilusión pues en realidad nunca se habrían de cumplir. En cualquiera de estos casos y situaciones, se está expuesto al Mal y se es presa fácil de sus influencias.
Pero para quien está en la luz, las tinieblas no pueden confundirlo, por lo tanto la mayor fuente de sanación reside en nosotros mismos, en nuestro interior; debemos retomar contacto con lo espiritual, con lo divino y posibilitar que entre en nuestras vidas, nutra nuestro espíritu, expanda la luz en nosotros y se reestablezca la salud.
El sabio consejo es entonces, el fortalecimiento de la relación personal con Cristo, el diálogo honesto y de reconocimiento ante Él, de nuestros pesares y nuestros agobios, haciéndonos cargo de lo que no hemos hecho o hemos hecho mal, sin culpas, sino con entrega y confianza, para permitir su intervención en nuestra vida, su guía y su protección incondicional… De esta manera se fortalece nuestra fe y se comienzan a ver las cosas como Cristo las mira… sólo así podremos llegar a vencer las dificultades y obstáculos, como Cristo venció al mundo.
Hna Marcela González, Consagrada bajo Sacramento, Hna Maythe Horta, Sacerdote Menor de Melquisedec
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