Arquetipos… una barrera a la Verdad

Difícil de aceptar por el mundo Católico la fractura moral que se emplaza en la Iglesia y sus cúpulas a causa de los numerosos casos de pedofilia que están dándose a conocer a la luz pública.

Los feligreses justifican estos hechos argumentando que en su calidad de hombres, los curas o sacerdotes también pueden equivocarse, y desde lo individual no se atreven a comentar o tener una postura personal, y carecen de libertad para ser objetivos.

Un factor determinante en la carencia de postura sobre estos hechos es la mancha que les cae cuan pecadores. ¿Cómo elevar un comentario sobre hombres que se han propuesto ser “santos”, si ellos –quienes están opinando- se consideran a sí mismos “tan pecadores”?

La cultura del pecado tan arraigada en el mundo creyente en gran parte ha sido la herramienta de los líderes religiosos para tener cautivos a sus feligreses, improntándoles con fuego la calidad de penitentes, sucios y seres poco dignos de entablar una relación personal con Cristo, condición que los ha alejado de la Verdad y les ha conducido a una vida en completa inconsciencia del Plan de Salvación y de la responsabilidad individual en ese Plan.

Sin embargo, por otra parte, nos encontramos con otra barrera no menor para que el hombre se libere de formas erróneas de concebir y percibir, y se acerque la verdad que le hará libre. Esta barrera son los Arquetipos, que impiden y dificultan alcanzar la objetividad de frente a hechos de escándalo y pedofilia en las Iglesias.

Un arquetipo se puede definir como un modelo o ejemplo de ideas o conocimiento. Es una forma de pensamiento universal o predisposición a responder ante el mundo de ciertas maneras. Son patrones de formación, de símbolos que se repiten a lo largo de la historia y las culturas, en la humanidad entera. Se materializan en símbolos concretos.

La mitología, historias y leyendas, y en términos más modernos las películas, canciones y revistas, reflejan que los humanos tenemos todo en común, y compartimos la misma “frecuencia” de vida. Independientemente de la cultura y el contexto, los individuos somos propensos a tener el mismo tipo de debilidades y temores, y a aspirar a cosas muy parecidas. En términos más prácticos, los jóvenes de diversas partes del mundo se visten y se divierten de la misma forma; los centros comerciales del mundo, con sus peculiaridades étnicas, siguen los mismos procesos de compra-venta y negociación.

Si consideramos a alguien Sabio, le asignaremos, por ejemplo, un deseo principal de descubrir la verdad, una meta de usar su inteligencia especial y análisis elevado para entender el mundo, y aplicar decisiones en forma magistral. Si asignamos a otro un arquetipo de Héroe le otorgaremos o esperaremos de él su deseo de demostrar por medio de coraje y acciones difíciles su gran valor, tendrá como meta ejercer dominio y superioridad, de tal manera que proyecte sus cualidades a grandes logros.

¿Cuál es el arquetipo del sacerdote?

Buen gobierno, sabiduría, cordura, rectitud, verdad, honestidad, santidad, comprensión, conducción, amor, devoción, un ejemplo para las masas, otorga confianza, es digno de admiración.

El creyente requiere de esta personalidad superior, que ejerce sabiduría y liderazgo, porque a él le han inculcado a fuego que no es digno, que no puede hablar con Dios, que es un simple creyente y que por no haber dedicado su vida a Dios, no se ha ganado el derecho de ser un hijo digno… ¿Podrían entonces los creyentes ir en contra del Arquetipo que representa la supuesta Santidad y Pureza? Psicológicamente imposible, porque la persona puede tener todo muy claro mentalmente, pero las relaciones y los compromisos “morales” no le permiten actos claros, hay una dependencia con el “arquetipo”, se carece de toda libertad para expresar lo que en verdad se piensa y se debiera hacer, porque eso sería como traicionar sus principios, implicaría una ruptura interior con situaciones, pensamientos o relaciones que aún tienen un peso emocional o mental para la persona.

Los arquetipos comportan el riesgo de perderse en lo subjetivo y eso explica -en el caso de la pedofilia mencionada- las numerosas conductas de justificación y de minimización del problema, asignándolo a casos puntuales o debilidades pasajeras. Inconcebible si nos parece el fundamento de laicos y personas más apegadas a la vida eclesiástica, que postulan que la Iglesia es “Santa y Pecadora”, y así justifican lo injustificable… es Santa porque es de Dios, instaurada por Dios, receptora de la voluntad y el poder de Dios, pero es Pecadora porque está dirigida por Hombres, que son humanos y por eso fallan y se equivocan. ¿Podría permanecer un Poder celestial, puro, inmaculado, perfecto en un recipiente corruptible?

La objetividad es fácil de alcanzar, tómense los efectos de un determinado hecho –haciendo abstracción de su autor o proveniencia- y defínase si eso es bueno, justo, correcto, virtuoso, moralmente aceptable, positivo, sanador, liberador, pleno de alegría y paz… aplíquese luego la conclusión a su autor o responsable. Simple y sencillo.

Nos preguntamos, si estos actos errados, incorrectos, permitidos, encubiertos, dolorosos, oprobiosos hubiesen sido cometidos por un hombre común, juicio y condena pública caería sobre ese ser, recuérdese por ejemplo al “monstruo de Polonia”, que tuvo en cautiverio a su propia hija, y fue partícipe de abortos y actos inconcebibles… más el mismo mecanismo no aplica si el autor responde a un arquetipo de santidad; en el otro polo lo mismo con otros hijos, hijos del dolor, abandonados, con limitaciones, en cautiverio y en silencio obligado, en el primer caso Juicio y condena; en el segundo justificación y perdón…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Clamamos al Hombre: no asigne roles a quien no los tiene, solo JesúsCristo puede ser inmaculado y perfecto, sólo a Él debemos fidelidad, solo Él es y será nuestro Modelo.


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