Lo que vale en un Hombre debe ser aquello que tiene Valor para Dios
–a propósito de religiones, instituciones y verdades de este mundo-
Entre tanto ruido religioso, mundano, político, y también personal envuelto en lo emocional, en lo laboral, en relaciones familiares, además del griterío interior que nos satura de ideas, sensaciones, deseos, expectativas, pensamientos, frustraciones, secretos, sueños y pesadillas… y la eterna lucha del ego con los Yo que se sobreponen cada ciertas experiencias…perdemos, extraviamos la esencia del haber nacido Hombres comunes y deber morir cuan Hombres Sabios.
Tanto discurrir sobre dogmas, religiones y modos de fomentar la fe…o de sí creer en algo divino y sobre natural…o simplemente vivir de acuerdo a lo que uno ve, toca, siente y cree… y esto con el fin de incorporarnos a una pertenecía que otros hallan en la política, en lo social o en algún recoveco mayor o menor inventado por el andar del Mundo.
Al final, agotados, cansados y fijos en el mismo punto de partida, habiendo probado mucho o aferrando lealtades acérrimas…moriremos. Y unos esperan ser recibidos por su familia ya fenecida, otros creen que será como apagar un aparato que ya no sirve, y muchos esperan las penas del infierno o los cielos abiertos. Que hayas estado tres veces en la plaza san Pedro vitoreando a tu Papa, o hicieras la peregrinación a la Meca, o por los Caminos de Santiago de Compostela, o te hayas roto las rodillas en la procesión de una virgen ataviada, o por muchas mandas pagadas por favores recibidos…igual habrás fallado a la regla de oro que toda santidad ha proclamado sin cesar desde siempre con el fin de que el Hombre de este Mundo logre superar su calidad primaria y suba, ascienda, a la condición que le dignifique ante su Creador.
Si fundiésemos todos los libros sagrados escritos realmente por Manos santas, y testimonio y enseñanza, venidas de Lo Alto y proclamadas desde el Espíritu, seguramente su condensación dejaría algo similar al Sermón de la Montaña.
La superioridad del Hombre descrita por Krisna, las Virtudes enseñadas por el Buda, la Sabiduría de los ancestros originarios de Nuestra América, la Sabiduría de Zoroastro y de los escritos Hebreos…y el sostén vital de Vida de los Sabios de la Antigua China se repiten cuan gong de campanadas siderales en el Sermón de la Montaña que el Cristo nos deja cuan desafío de coherencia y grandeza.
Los Hombre podemos ser buenos y eficientes en muchos aspectos y terrenos, o aparentar ser santos y pulcros, o creer que somos bazofia despreciable porque nada destacado y sobresaliente logramos…o sentirnos dueños de la verdad porque nos respalda la institucionalidad de algún estamento famoso o culturalmente arraigado. Pero todo aquello es una gran falacia, un engaño lamentable, porque si no alcanzamos Sabiduría tal y como el resumen espiritual de toda enseñanza superior nos lo indica y señala… no dejamos de ser simples seres carnales engreídos y además ilusionados por falsas luces del Mundo, y enceguecidos en Espíritu.
La Sabiduría reconoce al Amor como al Padre de toda Virtud. Y la Virtud en términos espirituales es y debe ser una vivencia, una experiencia espiritual, un estado consciente alcanzado por reflexión, meditación, comprensión y acción…práctica de vida aplicada a cada aspecto de la propia existencia.
Cuando decimos ‘Verdad’ no podemos referirnos a la Verdad Absoluta, porque eso es Dios. Para el Hombre la Verdad es y debe ser Interior. Es decir, la verdad externa sin un mundo interno de convicciones probadas, de coherencia, de congruencia, de idea, pensamientos y espiritualidad similar e idéntica a la acción externa…no es verdad. Eso es lo que Cristo llamó fuerte y claro ‘Hipocresía’.
Una Virtud lo es solamente si el acto externo corresponde y se corresponde con un mundo interior de donde emana esta acción y modo de actuar. Y si es ‘Verdad Interior’ no podrá transar su coherencia con realidades externas que se opongan a ésta, ni podrá medirse según conveniencias, y menos puede estar sujeta a omisiones y silencios, incluso negaciones, por temor a los efectos que tenga esta Verdad en los demás, o por la consecuencia que esta coherencia arrastraría a la persona.
El Mal que carcome al Hombre y al Mundo es la mentira. Todos mienten. La gran política se basa en el arte de saber mentir. La gran religión se sustenta en su capacidad de adaptar su verdad a la mentira del mundo. El Hombre en su cotidianidad debe mentir al menos una vez al día para no hundirse en el torbellino mundano. Y la mayor mentira es la que el Ser se hace a Sí Mismo: los auto-engaños van conformando una galaxia de polvo imaginario que brilla como la verdad del sujeto. La peor mentira es la más común: la Omisión. La mentira es la coraza de los cobardes.
Entonces el Amor que nos induce Dios y sus santos y sabios es la base de la Verdad que nos mide y medirá como personas. No el amor de las pasiones, de los bajos instintos, de los celos, de la posesión y la enfermedad del desquicio y sujeción. No ‘los deseos’, no ‘la dependencia’, no ‘la necesidad’. El Amor del cual nos habla la Sabiduría de Lo Alto es un estado de entrega, creatividad, que se logra primero desechando de Uno Mismo todo aquello que no es amor: posesión, deseos, manipulación, celos, mentiras y engaños, adulterio, violencia y sometimiento, dependencia, intereses pre concebidos… odio y venganza (que para muchos es el mismo amor bajo otra forma de demostrarlo).
Para llegar al Amor que el Creador nos impele es necesario entrar en la Virtud de la Humildad. La Humildad es la madre de todo logro superior. Una Virtud no es aparente, o se muestra necesariamente en lo externo: un vestido roto, unos zapatos viejos, un acto distinto y menos protocolar realizado por alguien de rango gubernamental… puede ser un modo de hacer política, pero está lejos de la Humildad como Virtud. La pobreza de cosas materiales no es perentoriamente la Humildad que trasciende, puede ser un efecto, nunca una causa, y sería un efecto si la Humildad es Virtud que se Vive desde el Interior de la persona. La Humildad requiere vencer al ego. Vencerse a Sí Mismo es la gran Victoria del Hombre Sabio. El desapego y la no dependencia de cosas materiales no obligan a la pobreza y la suciedad, o falta de higiene, y menos al desprecio de lo necesario para vivir en dignidad: Pablo, el Apóstol, lo aclara en forma magistral: Cuando mucho tengas haz y vive como si nada tuvieses; y si nada posees vive y camina como si todo abundara. Porque la esencia del desapego y no dependencia es no hacer caso de aquello que abunda y seguir siendo lo que Uno Es, y no lamentarse por lo que no se tiene, y seguir siendo lo que Uno Es. Y Cristo pone un énfasis en un punto vital de la Humildad en cuanto desapego y no dependencia: dar gracias a Dios por lo que se tiene porque es una prueba de buen manejo y administración, y dar gracias por lo que no se tiene, porque es prueba de buena aceptación y confianza en Dios.
El ego es la sombra de la persona que se mira al espejo…dice La Sabiduría. La Humildad obliga a asumir dones, capacidades y talentos…incluso riquezas…no cuan instrumento del ego para dominio de otros o triunfos mundanos efímeros que nunca llevaremos a la muerte ni trascenderán luego de la muerte del cuerpo; más bien, aquello que somos en nuestra integridad debe basarse en un plan, para un objeto de vida, que el sujeto debe descubrir y poner por obra. La Humildad suprema consiste en ir en pos de esa respuesta, de dicho plan, para poner por obra exactamente aquello que da razón y sentido a este paso temporal por una existencia tan limitada en tiempo y espacio. El ego conspira en contra de esta clave fundamental: conforma un mundo propio pleno de triunfos y derrotas subjetivas, y sostiene al Hombre en un universo inexistente y pequeño, pero que la víctima asume como enorme y vital. De esto habla Cristo cuando dice que muchos vendrán en su Día alegando que han hecho esto y lo otro, incluso a su nombre, portentos y milagros, pero Él les dirá ‘Atrás hacedores de maldad’ porque quién no ponga por Obra el designio del Padre no entrará al Reino. Es decir, nadie en este mundo puede hacer o poner por obra según su ego, sus intenciones, sino que es Sabio preguntarse ¿Para Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? Y asumiendo aquello que Se Es y se está dispuesto a descubrir en Uno Mismo, con Humildad, entregarse al designio que viene escrito en todo Espíritu de Hombre. Los santos y sabios descubrieron que para entrar en la Humildad es menester la Inocencia. Ser como niños para entrar al Reino de la Virtud.
La Humildad es Ser lo que Uno ES. Para llegar a este fondo sabio y sagrado que todo humano posee se requiere Misericordia.
La tercera Virtud Fundamental es La Misericordia. La Misericordia no juzga; no considera enemigos a sus iguales; al bueno lo considera importante y amigo de aprendizaje, al malo lo asume como maestro y de él aprende; siempre se pone en el lugar del otro. La amplitud de visión, la mirada macro, o ‘ver con los ojos de Dios’ es la vista natural de la Misericordia. Sin Misericordia no hay Paz verdadera, ni Justicia real, ni posibilidad de Unión con otros (comunidad, solidaridad). Los Juicios de la Misericordia no son juicios humanos comunes: porque si por Misericordia ante el que sufre se insta al que ocasiona el mal que cambie, cese su martirio, y advierte los efectos de su acción…no está alzando juicio común, sino que ejerce Misericordia también para con el déspota, al cual llama a la propia salvación. Y al criticar al mentiroso, al apostata, al engañador, y desnudar su falacia, no está enjuiciando en forma común, sino que desnuda una mentira y un error, una aberración o un mal justamente para que en la Verdad el autor se haga libre, corrija y abandone su perdición. En los juicios de Misericordia no hay condena, sino salvación.
La idea mundana de que el Humilde es aquel bonachón que se viste con harapos y tiene actitud de no-pensante…como la falsa idea de que la Misericordia es sinónimo de limosna, de actos benefactores, y que Dios DEBE ser siempre de una eterna misericordia al modo y concepción humana…son estereotipos que no se corresponden a la Virtud Espiritual. Cuando Cristo echa a los mercaderes del templo tuvo gran misericordia por lo sagrado del Padre Dios. La Misericordia de Dios pertenece a Dios, y el Hombre no puede colocar esta Pertenencia Divina sobre su persona como si fuese una camisa que debe adaptarse a toda circunstancia. Lo primero que induce La Misericordia es a entender a Dios, pensar desde el Espíritu y ver la realidad por los ojos del Creador. Así, y solamente así los sabios y santos adquirieron el Don de la Misericordia.
Estas tres Virtudes cardinales son cabezas de toda otra Virtud: la Fe, la Verdad, la Justicia…La Inocencia.
La Meditación, la Oración, la soledad en retiro del mundo y cercano a la naturaleza, las reflexiones críticas, la lectura de textos que enseñan Sabiduría y declaran Santidad…el Discernimiento… el Arrepentimiento, el Perdón…los propósitos de superación…los Compromisos con Dios… la aplicación de metodologías y medios de Sabiduría y Santidad… toda esta buena y sana práctica Espiritual debe tener por objetivo llegar a vivir y experimentar, e integrar, las Tres Virtudes Fundamentales.
Entonces entenderemos que las enseñanzas del corazón del Buda, y el Sermón de la Montaña del Cristo Dios no son una quimera o un ideal inalcanzable, y menos temática para filosofía inservible. Y comprenderemos como los antiguos santo y sabios lograron alcanzar al Reino: por la Madre Sabiduría y por el Camino de Virtud.
Cristo nos propone en el Sermón de la Montaña el mismo Camino de Coherencia que los santos y sabios en todo tiempo han asumido como la única forma de llegar a la Trascendencia Espiritual.
Si asumimos el contenido del Sermón, y lo hacemos NUESTRO CAMINO: entraremos de inmediato en el primer conflicto: que con las formas y conocimientos que se nos entregan en las religiones y prácticas de culto no logramos nunca despegar, ni acercarnos…por mucho esfuerzo humano e intelectual que pongamos…a la grandeza y belleza que Cristo nos describe. Porque la religión, y sus iglesias, los cultos y sus asambleas, no están hechas para hacer del Hombre un Ser Espiritual que ponga por Obra el designio del Padre Creador. Son estructuras del Mundo para que el Hombre crea en un dios adaptable, con representación humana y con presencia en edificados; encierran a dios en un libro y lo citan a plena conveniencia; inventan festividades variadas, imágenes milagrosas, procesiones masivas, fanfarreas y danzas…folklore…cultura…creencias…supersticiones…Pero jamás indicarán al Hombre el Camino para llegar a Dios.
El Sermón de la Montaña es una invitación a la Coherencia, a la Verdad de Dios en el Hombre, a la Sabiduría, a la Santidad que no se mide por cánones humanos sino por Vivencia Espiritual. Y en esta declaración magistral del Cristo Sabio se resume el Camino Antiguo que todo Ser honesto y de Fe ha debido, desde siempre, adoptar como propio para alcanzar la Verdadera Vida.
Las Ocho Virtudes de los santos y sabios de la antigüedad, y el Sermón de la Montaña del Cristo Santo, son la misma horma cuyo producto final es el Hombre Superior de los antiguos, o el Hombre Obediente a Dios del CristoJesús.
¿Cómo medir lo justo de lo falaz, y distinguir lo verdadero? Por aplicación espiritual de la Virtud. Antes de alegar doctrinas, o reivindicar iglesias, y forjar esperanzas en hombres, o creer en encarnaciones, o buscar la palabra de Dios…preguntemos ¿qué Virtud buscas en tu Vivencia Espiritual? ¿Qué Virtud has vivido en tu entrega Espiritual? Y si eres cristiano: ¿Has vivido en Espíritu, en práctica espiritual, la Paz, el desapego del dinero, la Obediencia, la Justicia, el Amor, la Misericordia, la Humildad…que Cristo induce a vivir para ser llamados Sus Discípulos? Y si escucháramos un Sí…entonces que aquel que sí declara haber vivido el Sermón del Monte y las Virtudes que no nos hable de dogmas, ni de varones que fomentan esperanzas de cambios religiosos, o de iglesias verdaderas…sino que nos enseñe la Práctica de la Fe para llegar también nosotros a vivir la Virtud que nos hará Hombres Superiores y logrados en Espíritu.
Porque quién vive en Espíritu la Virtud que es Camino hacia Dios, no guardará su tesoro debajo de la cama, ni esconderá su luz, sino que enseñará y entregará con Sabiduría aquello que ya adquirió. Y lo que realmente se logra en Espíritu remece los espíritus, y rápidamente conduce a vivencias que transforman desde el interno, y siempre primero desde el interior.
Si Dios es Espíritu, y el Espíritu en el Hombre (no el Alma, no la mente, no la Carne…menos lo del Mundo)…el Espíritu en el Hombre… es Dios, es la Semejanza de Dios en el Hombre…el Espíritu…entonces no hay nada más que el Camino Espiritual, la Vivencia espiritual, la verdad espiritual…y lo espiritual tiene por llaves que abren puertas a la Virtud del Amor, de la Humildad y de la Misericordia.
El Cristo que se alcanza al vivir las Virtudes… vividas en Espíritu… es un Dios Vivo, con Voz, con Voluntad y Gobernante de un Reino real y tangible.
Nunca se ha tratado de religiones, de iglesias o de libros…siempre ha sido un Combate Espiritual para vencer lo Carnal y Mundano y elevarse hasta la verdadera Vida…porque el Reino de Dios no es de este Mundo.
Al Padre se Ora en Espíritu, porque Él Es Espíritu.
Los Hombres somos Espirituales antes que carnales…Espíritus antes que Carne…Espíritus después de la Carne. Sin vivir nuestro Espíritu y sin Ser Nosotros nuestro Propio Espíritu, nunca lograremos la Vida que nunca más enfrentará a la muerte.
Reflexión de nuestro hermano, sacerdote mayor, Ricardo Andreé
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