Advenimiento y santidad

En no pocas iglesias de connotación reformadora o evangélicas, sobre todo de origen Adventista,  hubo en sus inicios un denodado esfuerzo por entender y estar preparados para la Segunda Venida de Cristo. La Reforma que rechaza al papado y acusa al catolicismo de ‘Apostasía’ reivindicó el uso masivo de La Biblia cuan única autoridad de Dios entre los Hombres. Desde esa postura de principio doctrinario impertérrito era menester hallar en esta única autoridad declarada aquella respuesta crucial: ¿Cuándo vendrá de nuevo Cristo a la tierra? Basándose en Daniel y Esdras midieron los tiempos haciéndolos cuadrar en el año 1844. Aparentemente nada sucedió, no al menos aquello que los Hombres esperaban, y nuevamente el movimiento bíblico se puso  de cabeza para tratar de extraer de la ‘única autoridad de Dios’ la revelación que parece no emanar de un Cristo Vivo, sino de un libro que habla por Dios, como una nueva Arca de comunicación.

Los adventistas creyeron identificar su ‘error’ al comprender que la ‘restauración del Santuario’, en Daniel,  que avisa la inminencia de la Venida no era algo terrenal, sino celestial;  y que si en 1844 se había restaurado el Santuario Celeste, entonces  habría que contar 2.300 días calendario para el Evento. Tampoco fue.

Entre los ‘adventistas del séptimo día’ la  base sustancial que alimenta su existencia es precisamente el Hecho de la Venida: el Advenimiento. También los mormones estuvieron involucrados en esta búsqueda.

Nos llama mucho la atención este empecinamiento, porque Cristo avisó que vendría ‘cuan ladrón de noche’, es decir, sin que nadie esté preparado ni sea apercibido. ¿Para qué saber la fecha de la Venida?  La preparación espiritual no es un tema de fechas, de eventos, de cadencias  de juicios pendientes. Es una Opción de Vida que nos coloca ante la propia siembra y nos medirá según los propios frutos. El paso por la muerte, desde Cristo, es un Salto de Vida que nos deposita exactamente donde nos llevan nuestros actos y siembra personal, y crucial es en esta vara la medida de la Fe y la Relación Personal con Cristo…y si se pone o no por Obra la Voluntad del Padre. Porque si Cristo es DIOS, y es Dios de Vida ¿Es vital saber cuándo Vendrá Cristo por segunda vez? ¿Acaso el advenimiento de Cristo ante nosotros se nos niega hasta esa fecha y hecho concreto? ¿O es que el advenimiento de Cristo en nosotros se manifiesta en la Relación de Fe con su divinidad…? ¡Obviamente que sí!

Pero este asunto debe dirimirse a partir de una base primordial: que la Salvación no descansa en la cruz, ni en el martirio, ni en la muerte de Jesús, sino que en los HECHOS de los TRES DIAS en el cual el Cristo, el Verbo, provoca los cambios de potestad en la muerte y da inicio a la Nueva Ley de Vida con la Resurrección, la Inmortalidad y la apertura a la Vida Eterna. Y son los Hechos acaecidos en los TRES DIAS posteriores a la muerte de Jesús aquello que establece definitivamente otro punto esencial ante los Hombres: LA DIVINIDAD DEL CRISTO. Y por último, algo que en la historia de las iglesias que buscan fechas y avisos no vemos, no leemos: el Poder y Magisterio del Espíritu Santo. Porque si ‘el Espíritu os enseñará todo’ y ‘el Espíritu Santo será vuestro abogado y consolador’… son una verdad que constituye  una realidad aplicable en la Fe depositada en la relación con Cristo, en Pos de Hacer la Voluntad del Padre…

¿acaso no sabremos del Espíritu y del Espíritu Santo aquello que Cristo nos quiera revelar de su Venida y otros avisos?


La Apostasía católica, según los reformadores, debe ser confrontada con la ‘autoridad de La Biblia’. Y con el tiempo el cepo bíblico manejado por el intelecto, por lo formal de la religión y por la interpretación del docto y del teólogo, y manoseada bajo intenciones nada santas de no pocos pastores, o rebajada al sectarismo, al fanatismo y al juicio que condena a todo quién cuestione ‘la única autoridad de Dios en la tierra’… ha producido una nueva arista de Apostasía: 1) la negación del Espíritu Santo o su relegación al misterio sin resolver que queda en manos expertas y alejadas del creyente de a pie; 2) la rebaja de Cristo a un Jesús histórico cuyo sacrificio en la cruz provoca una salvación no muy clara pues el pecado sigue vigente y los infiernos predominan casi como un segundo instrumento de Dios. De hecho, pulula un cartel por las ciudades que dice: ‘Reconoce que eres pecador’. Y  prosigue la campaña del terror sobre los infiernos dispuestos para quién no reconozca a Jesús. Ese Jesús que debe ser reconocido bajo amenaza infernal solamente puede existir en una mente perniciosa y corrompida. Y la voluntad por ‘descubrir’ fechas y eventos extrayéndolos forzadamente de La Biblia es un acto soberbio, pretencioso y demoníaco. El Humilde sabe que lo vital es Morar en Espíritu ante un Padre que Es Espíritu, y nunca romper la Relación Personal con el Cristo Dios. Un Dios de Vida, de Amor y que nos libera del pecado, y nos entrega herramientas para vencer y nunca perdurar en el mal… y lavarnos solamente los pies entre hermanos porque el  verdadero discípulo no ensucia más que sus pies y los lava en el Perdón, en el Arrepentimiento y en la Relación de Amor con su Dios Vivo.

Si la Biblia que los Hombres, no Dios, los doctos  e ilustrados del cristianismo histórico, han declarado como ‘única autoridad de Dios en la tierra’ tiene o no, qué y en qué sentido…Palabra y Verdad de Dios… eso lo dirá, lo demostrará, lo revelará solamente el Espíritu Santo. Por lo mismo, este Libro es un MEDIO que DEBE ser colocado bajo DISCERNIMIENTO del ESPÍRITU y SELLO del ESPÍRITU SANTO.  Es Dios y su Magisterio la Autoridad: el MEDIO habla por Espíritu Santo activo en el Espíritu del Hombre santo. Por lo mismo, para ejercer autoridad humana sobre la Palabra sellada por el Espíritu Santo el Hombre debe ser santo, es decir: Discípulo abnegado de Cristo según su Ley de Vida, en aras de poner por Obra la Voluntad del Padre.

Y es este Discernimiento Espiritual aquello que nos enseña que el Libro que el Hombre ha unificado en realidad describe Dos Leyes en estados de vida humana distintas: una Ley de Vida antes de Cristo, y  afectada por los Hechos de la Caída; y una Nueva Ley que se explaya en los Evangelios y que es la vía de Salvación y de Gloria que ofrece la Resurrección. Dos leyes de Vida y dos estados diferentes y bien demarcados por el Hecho de los Tres Días en que el Cristo Dios vence y cambia a las Potestades que predominaban sobre la muerte y la vida de los Seres Humanos. Apostasía es unir dos Leyes y dos estados que fueron bien delimitados por el Cristo Dios. De este modo: lo antiguo de las escrituras Hebreas refleja la realidad de Israel antes del Hecho Cristico. Lo nuevo de los Evangelios entrega el Camino de Salvación que Cristo nos ofrece y conduce desde los Hechos de los Tres Días. Un Camino para TODO HOMBRE, varón y mujer, sin importar nación, raza, tiempo…ceñido por la Fe, por la Entrega y por la santidad que postula a poner por Obra la Voluntad del Padre.

El Advenimiento o Segunda Venida se halla también bajo esta diferencia primordial: porque si se concibe a Jesús que regresa para ‘salvarnos del pecado y enjuiciarnos’ estamos muy lejos del Dios, de Cristo, que Vendrá ya no cuan varón ni humano, sino en una nube en su calidad divina para enjuiciar al Mundo, no a los suyos, y elevar a los Propios.  Y si es esta  verdad la que nos alienta, entonces no nos importará la fecha ni el cuándo:

porque siendo Dios Vivo podemos acceder a Él y a su Autoridad por la Fe, por la Humildad y la santidad que su propia Ley de Vida nos impele.



Cuando decimos que ‘toda iglesia’ en su concepción, costumbre y dogma es esencialmente del  Mundo, racional, mental, formal y de mayordomías humanas… estamos aseverando que la estructura eclesiástica de por si conlleva a que el creyente nunca alcance su sacerdocio, su consagración y su santidad, pues el concepto de ‘ovejas’ arriadas por ‘pastores’ es ya de por sí una deformación que impide el desarrollo de la Fe y de la Relación Personal con Cristo.

Sacerdocio de Cristo

 

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