Somos hombres y mujeres cuya fe los ha llevado por la inevitable y enriquecedora búsqueda de respuestas que nutrieran a nuestras vidas con aquel Sentido de Trascendencia que lo mundano jamás nos dará, porque no posee tal alimento vital.
Y en la fe vivimos la contradicción entre nuestro amor a JesúsCristo y la utilización histórica que el cristianismo institucional ha hecho de su figura y enseñanzas. Nos debatimos por años ante la prédica del pecado que se nos quería inculcar, y la liberación del pecado que Cristo nos señala en los Evangelios. Nos angustiamos ante la muerte aún si el Cristo Justo nos revela que la muerte ha sido vencida, pero el castigo y el infierno que escuchamos cuan campana al viento desde nuestra niñez, en las iglesias, nos ponía en una disyuntiva no resuelta y a momentos tormentosa. Nos cuestionamos por cansancio y por sensibilidad esta reiteración majadera, casi alevosa, del Cristo muerto, sufriente y martirizado en la cruz… viviendo en la culpa como si nuestros errores humanos clavaran a cada rato más y más a Jesús en una cruz ahora divinizada, y originalmente madero romano para castigo común. Y nos apartamos del cristianismo eclesiástico por su incoherencia, y por los hechos graves, que sí son pecados, llevados a cabo por la curia y no pocos pastores…y por la politización de las jerarquías que cada vez más asemejan a sendos partidos discriminatorios y sectarios.
Pero no teníamos respuestas: algunos navegamos por el mundo cristiano que se nos presentaba ‘diferente’, para concluir que es lo mismo con diferente forma. Otros nos dirigimos a religiones antiguas: budismo, hinduismo, taoísmo, etc. Algunos pasamos por la Nueva Era en sus diversas expresiones…quedando más vacíos que antes. Muchos practicábamos el I Ching y por medio de esta Sabiduría nos fuimos acercando a Dios. Y de todo fuimos recogiendo aquello que nos alimentaba, con ciertas respuestas positivas a veces, con mayores demandas otras veces. Y también hubo quienes simplemente nos paralizamos, y ya no buscamos, sino que dejamos que la vida nos condujera a la puerta que debíamos abrir. Claro, también algunos ya no creíamos en nada y nos dedicamos al mundo, como concediendo nuestra propia derrota.
Un día escuchamos algo que nos repletó el alma y conmovió nuestro Espíritu: el Hecho Crístico.
La liberación se hizo realidad en nosotros: el Cristo Dios, encarnado en Jesús, nos había elevado en los Tres Días en que derrotó a los infiernos, cerró los abismos y restauró el Espíritu del Padre en los Hombres. Desde ese evento Salvador nosotros, los Hombres, no nacemos en pecado, sino nos hacemos a éste; pero por nuestra Unión con Cristo nos purificamos del pecado: porque la Unión con Cristo es más que el pecado. Conocer al Cristo Vivo, Gobernante, Victorioso, Presente y Sumo Sacerdote…el Dios de los Hombres y de los Ángeles…es la respuesta que nuestro Ser anhelaba y ansiaba.
Sin culpas, sin temor al castigo de un dios demasiado semejante a los varones de las iglesias, sin el pecado cuan mácula perenne, sin un Jesús muriendo cada día nos Bautizamos para adquirir el Compromiso con Cristo: poner por Obra Su Designio… alcanzar al Padre Creador bajo su Guía y su Autoridad.
Nunca será fácil seguir a Nuestro Dios Vivo, el Cristo Victorioso. No porque sea difícil el Camino hacia el Padre Creador, sino porque lo humano, lo mundano, lo carnal, lo emocional van colocando trabas y pruebas que debemos superar con Sabiduría y fortaleza. Y no siempre podemos, y casi nunca logramos vencer a la primera, y constantemente requerimos herramientas de ayuda en esta Transformación maravillosa. Y tales Herramientas están ya estipuladas por el mismo Cristo: y en esto consiste la grandeza de este Camino Espiritual. Oración, Meditación, Retiros, Discernimientos se hallan bien revelados en su forma y contenido.
No se nos pide abandonar el mundo, y se nos insta a amar en la diversidad a los Nuestros: pero Cristo nos conduce a ‘estar’ en el mundo pero no SER del mundo; y Cristo nos enseña que la familia debe ser un núcleo de amor sin posesiones oscuras o dependencias intencionadas. Nada debemos dejar: a todo debemos dar un Sentido Espiritual y de todo aprendemos como si la vida fuese nuestra escuela de Consagración. Y esto que parece natural y bueno, es lo más difícil de aplicar porque requiere Sabiduría práctica y Sabiduría espiritual siempre, a cada instante, en toda decisión. Entonces es que las Herramientas que Cristo nos revela resultan majestuosas, eficientes y milagrosas. Es Cristo el que nos hace el Camino con nuestra Humildad. No hay Hombre en la Tierra que pueda solo: la senda de Dios la debe guiar y realizar Dios desde la Humildad del Hombre.
El Sacerdocio de Cristo vive en nosotros desde el Sello Bautismal. Y al no existir institucionalidad en esta Consagración tampoco el Sacerdocio es institucional, sino de Cristo, Espiritual, Carismático. Nuestra organicidad es Espiritual, para buen uso de las Herramientas y de aprendizaje. No hay ni iglesia, ni institución: sino Comunión en Cristo.
Somos Sacerdotes por Unción de Cristo Dios: no por escuela mental o de materias teológicas, o de conocimiento filosófico. Somos hombres y mujeres Consagrados-as en una práctica de vida que nos va formando por medio del Espíritu, y por nuestra acción Espiritual.
Damos Testimonio de que Cristo es Dios, y es Dios Vivo, Tangible, Gobernante y Presente; y damos Testimonio de Su Magna Presencia y Guía entre Los Suyos. Y si Cristo es Dios Vivo y Vigente…entonces todo hombre y mujer de fe puede entrar en una santa Relación Personal con Su Salvador. Tú puedes.
Consagrados bajo la Ley de JesúsCristo