(Ref. Extractos de artículo Matrimonio, Archivos Sacerdocio bajo la Ley de JesúsCristo).
Estamos habituados a escuchar en las ceremonias religiosas matrimoniales que se decreta la unión conyugal “hasta que la muerte los separe”. Esto se entiende normalmente como un mensaje de esperanza que todos comparten para que la pareja se mantenga unida siempre, a pesar de las situaciones difíciles a que se vea enfrentada en el transcurso de sus vidas en común, y que sea sólo la muerte la que produzca una separación física en ellos. Sin embargo, después de la muerte subyace la esperanza de que cuando ambos la enfrenten, se puedan reencontrar, es decir se cree que la separación producida por la muerte es transitoria, y la unión puede ser reunificada en los Cielos. “Hasta que la muerte los separe” está declarando que la muerte separa, anula y termina la unión, entonces ¿por qué se cree que después de la muerte física habrá posterior reencuentro? ¿No hay aquí una contradicción… o no se sabe realmente lo que pasa después de la muerte?
El lazo sustentado en el amor humano, tarde o temprano se termina y en muchos casos inclusive, antes de la muerte física, y esto tiene que ver con que la unión en su mayoría se establece según necesidades personales, apegos, comodidad, seguridad, costumbres, conveniencias, proyectos que se aman más que a la persona con quien se han levantado, arquetipos de felicidad… todas quimeras o condiciones que este mundo ofrece y que no conducen a esa plenitud que el Hombre tanto anhela, y por el contrario muchas relaciones se sustentan en un estado de Ilusión y en otros, conviven bajo un estado de posesión, que se aleja diametralmente del Amor verdadero. Debemos asumir que el matrimonio que se sostiene en el amor humano, aunque nunca se produzca una separación, es sólo una unión para este mundo, porque no trasciende después de esta vida… y lo que es unido por el Hombre, no por Dios, es justamente “hasta que la muerte los separe”. Porque Dios no une personas sino espíritus, y es una fusión de dos en uno para Vida Eterna y Altos objetivos del Reino, más allá de la exclusiva vida en esta Tierra.
Entonces, sí existe un Plan maravilloso para la unión del hombre y la mujer, que trasciende esta existencia terrenal y corpórea. La unión matrimonial puede ser Eterna si es Sellada bajo la Ley del Matrimonio Eterno, gran revelación que JesúsCristo nos entrega y que ha sido desde siempre, porque su base espiritual se rehace a hechos más allá de este mundo, y mucho antes que este mundo: los hechos de la rebelión.
Entonces, ¿Cuál es el valor real, espiritual, trascendental, de la unión matrimonial? Si Dios Creador no hace nada sin un objetivo y función ¿Cuál era el plan de Dios al hacer que el Ser Humano fuese dividido en dos géneros? Génesis nos revela que Dios puso a Adán en un lugar especial de la Tierra; este ser perfecto era UNO. De este mismo hombre los Elohim dan vida a otro Ser, de género femenino. Cuando Jesús dice que hombre y mujer son UNO, esta rehaciendose a los orígenes Adámicos del Hombre, el cual al Principio era UNICO.
Para que el Plan de Salvación de los Espíritus rebeldes y caídos tuviese efecto, dichos Espíritus debían encarnar en un ser imperfecto. Al dividir lo que es UNO y hacerlo dos, diversos y complementarios, la perfección se transformó en imperfección.
La Perfección a la cual debe postular el Hombre es, precisamente, a esa que lo lleve a ser nuevamente un sólo Ser, completo y total.
Asumiendo que es el Espíritu quien NOS VIVE, quedamos en condiciones de comprender el valor del matrimonio. Las Nupcias tienen el objeto de que un hombre en POSESION DE SU ESPIRITU y una mujer, CONCIENTE DE SU ESPIRITU se unan ESPIRITUALMENTE ante Dios.
Cuando la persona ha reconocido y aceptado a su Espíritu como parte de Dios habitando en sí mismo, toda su vida es conducida por el “camino espiritual”; o sea, “camino espiritual” no es la búsqueda de Dios, ni de una religión o doctrina, sino que es reconocer que Dios vive en uno mismo y que es el Espíritu quien NOS VIVE.
Cuando dos seres conscientes de su propio Espíritu tienen por meta Consagrarse a Dios Padre, deben unirse en Nupcias Eternas. Esta unión es eterna porque el Espíritu del hombre y el Espíritu de la mujer, mediante el matrimonio y la consumación de la vida matrimonial en el Espíritu, una vez fallecidos en la carne, serán UNO e INDIVISIBLE en los Cielos.
Es decir, ya no serán “dos seres” sino que un Ser Perfecto, recuperando así su origen Adámico anterior a la Caída.
En los Cielos “nadie se casa”. El matrimonio es asunto de los Hombres en este mundo. Sin división de los géneros no existiría ley de matrimonio. Hay necesidad de la unión de los géneros precisamente porque un Solo Ser Original se halla en Dos personas y eso comporta que no sea posible la totalidad y la perfección espiritual sin la complementación con el otro sexo.
La consciencia del Plan de Dios en las Nupcias, en la enorme mayoría, no existe, y las religiones no lo enseñan o tergiversan sus preceptos al cambiarlos por doctrinas propias. “Hasta que la muerte los separe” es una sentencia que desconoce el valor eterno del matrimonio.
Es cierto que debe existir afecto y gusto humano, pero la pasión de la carne es buena solamente si está bajo la pasión del Espíritu y el entusiasmo por las metas que Dios nos coloca. Para que el valor del matrimonio se halle al unísono con la voluntad del Creador, se debe, antes que nada, tomar conciencia PERSONAL del propio Espíritu y se debe tener Fe PERSONAL en el Plan de Perfección que Dios ha dispensado para la Salvación de los Hombres. Solamente cuando el hombre y la mujer han asumido su pleno conocimiento en este Plan, la unión nupcial toma el cariz que el Creador le ha dado.
En el punto más alto de este Plan de Salvación se halla la Deidad, es decir, la realidad que predijo Jesús: “todos sois dioses”.
Conociendo esta Ley y el Plan de Deidad, no se halla asidero para la teoría eclesiástica que plantea el matrimonio como algo “sagrado” dentro de los límites de la necesidad “moral” de la sociedad. O es Ley para un Hecho espiritual inmediato y posterior, o simplemente es unión efímera para necesidad de este mundo. Teniendo esta Ley, en consideración, no se explica por qué hay un sacerdocio basado en el celibato, y menos se entiende que la mujer no haya sido bendecida con la posibilidad de ejercer el ministerio del Reino entre los Hombres.
El matrimonio civil durará en tanto ambos cónyuges tengan la disposición de mantener la unidad matrimonial. El matrimonio religioso dura, por lo general, “hasta que la muerte los separe”, pudiendo contraer nuevo matrimonio después de la muerte de uno de los esposos. Las Nupcias de Consagración son indisolubles y se mantendrá como Sello de Dios en la eternidad; en donde el hombre y la mujer, después de muertos, se unirán en UNO y ya no serán dos, sino que UNO e INDIVISIBLE. Si las iglesias establecen que la unión dura hasta que la muerte los separe, determina que el hombre y la mujer no serán Uno en los Cielos, por lo tanto, la ley religiosa consume su validez con la muerte de uno o ambos cónyuges.
Cristo nos insta a conocer y vivir el Amor que nace y vive en nuestro Espíritu, un amor Eterno que es “esencia viva de toda la Creación”. Ese Amor en la unión de dos seres no tiene fin pues no se rige por nuestra condición carnal, mortal e imperfecta sino que supera todo lo imperfecto de lo humano para unirse a lo perfecto del Espíritu. Postular a ese lazo de Amor, significa renunciar a lo pequeño del “amor humano”, para estar en el Amor perfecto del Reino, que nos hace partícipes del Plan del Creador.
Quienes nos regimos por la Voluntad del Padre y la Ley de Cristo, y no por las reglas eclesiásticas, concebimos la unión matrimonial como Jesús lo señaló: “lo que une Dios no lo separa el Hombre”… ni tampoco la muerte.
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