Desde siempre, el Hombre ha tenido un comportamiento muy similar, y una motivación para justificar su existencia en el mundo; poseer; gobernar y controlar personas, situaciones e instituciones. La historia está plagada de hechos que dan cuenta de esto. El Hombre es alimentado por su ego y ambición de poder y la sociedad se ha organizado haciendo “reconocimientos” a aquellos que son poderosos y cuentan con los medios para influir sobre otros. Grandes conflictos, guerras y sucesos se han producido entre tribus, pueblos y naciones desarrolladas a partir de intereses e ideas que sustentan hombres poderosos.
Un ejemplo de ello es el que hemos visto en estos días en el prolongado conflicto Palestino-Israelí. Observamos que las puertas para una solución histórica en este conflicto -una posibilidad más entre muchas que se han intentado- estaban aparentemente en buen camino, con la intervención de un mediador intencionado en los objetivos de la paz. Pero las posiciones de los representantes de este nuevo empeño de conciliación, que no se intentaba desde diciembre del año 2008, no necesariamente representan a todos los involucrados y los sectores no están dispuestos a ceder. De una y otra parte se interpretan y enjuician las propuestas del presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abbás y del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu. Los detractores de Netanyahu sostienen que la negociación está legalizando la ocupación y encubre los crímenes israelíes, además califican esta negociación como una farsa y advierten sobre represalias. Por otra parte la comunidad Palestina al parecer no se siente representada en esta negociación por su presidente. Jerusalén, como capital “no se transa” para ninguna de las dos partes, y así los límites fronterizos, el control sobre el agua, los asentamientos judíos sobre terrenos ya ocupados, y muchas otras situaciones deben conciliarse para lograr la paz… en medio de ofensivas, cohetes y advertencias.
¿Qué hace que el Hombre se empeñe en tener una actitud como esta, soberbia, dura e intransigente? ¿Qué es lo que en verdad busca defender y proteger en estos tiempos? ¿Imagen, poder, o un orden que cada día se aleja más del Orden de Dios y se acerca más a un caos que es el ambiente natural del principado del mal? Sea lo que sea está claro que lo que se defiende y protege es temporal, satisface los intereses del poder mundano y tiene su raíz y su muerte en este mundo. Porque si se tratara de cosas de Dios, bajo el Orden y la visión de Dios, por tanto espirituales, las acciones de los Hombres serían distintas, simples, humildes, rectas y virtuosas. Pero estamos lejos del punto en que los líderes asuman roles que contribuyan realmente a una paz mundial.
Muchos líderes políticos en el mundo han puesto en sus programas de campaña temas y acciones de interés nacional o mundial que podrían contribuir a mejorar el orden y la no-violencia en el planeta, a superar la pobreza o aportar con acciones para construir un sistema más igualitario y más justo. Pero en cuanto asumen comienzan a darse cuenta que “el sistema” y el poder oculto tras los grandes grupos económicos (que son los señores de la guerra y los que verdaderamente gobiernan) ejercen sus poderes fácticos, y esto trae como consecuencia que los Hombres sucumban ante dicho poder y se hagan cada vez más esclavos de si mismos.
En estos casos ha quedado claro que el Ser humano no tiene la capacidad para generar las condiciones que le permitan entrar en la espiral que lo lleve a tener una visión trascendente y a comprometerse con ella, soportando las presiones de aquellos que están al servicio de lo oscuro y lo caótico. La única vía para salirse de este circulo vicioso, oscuro y belicoso, es rompiendo el paradigma de la libertad que el mundo nos ofrece. Una libertad que no es real, que es ilusoria, chata y sin opciones trascendentes.
Sabemos que Cristo en Jesús dijo: “Mi Reino no es de este mundo”, y también sabemos que quien gobierna este mundo es el Gran Mentiroso, el Príncipe de las Tinieblas. Y si creemos esto ¿tiene sentido seguir buscando en el mundo las respuestas para alcanzar la verdadera libertad? La respuesta es obvia… la verdadera Libertad y Salvación es la que yace en el Espíritu, aquella que antes de asumirla no pasa por el control de ningún otro Hombre, sino que es una Ley de Vida que pasa por una opción personal, de corazón, profunda y definitiva.
Poner todo en manos de Dios Padre y de su Hijo, JesúsCristo, es romper con las dependencias que atan al Ser al mundo y romper con los intereses y el poder de los que son los “primeros” en este mundo, pero que en el Reino de los Cielos serán los últimos. Bajo esa visión ya no hay que dar cuenta a ningún otro Hombre o a un supuesto representante de Dios en la Tierra. Es asumir que la condición que la persona tiene y “posee” queda puesta en manos de Dios, donde la verdad del Espíritu y el propósito central de la existencia consiste en agradar a Dios de acuerdo a Su Orden: para que la abundancia sea el fruto de la cosecha; para que la Paz no sea aparente ni “armada”, sino el vivir a Dios en la razón y en el corazón en todo Ser que se entrega a la Causa Superior; para que la muerte sea una definitiva Transformación en su paso y no una oscura inconciencia donde habrá un severo Juicio ante quien nunca se ha arrepentido y perdonado. Entonces ahí tendrá sustento la palabra del Reino que dice:
“Desde JesúsCristo, todos sois Salvos, y es Ley de Salvación que la muerte no predomine y se tenga nueva vida en la Resurrección, donde JesúsCristo es Juez, Guía y Salvador. Cada uno obtendrá la cosecha de su propia siembra”.