Desde siempre Dios ha tomado lo más puro e inocente de este mundo para llevar a acabo su plan.
Los niños. Nunca han sido los poderosos de este mundo, ni los intelectuales e imponentes teólogos de la religión.
Siempre Dios se ha tomado para su gloria los últimos, los ignorantes, los menos entendidos y valorados en su realidad, pero siempre los mas humildes y obedientes ante sus ojos. Lo de Dios es simple y profundo, puro y natural. Todo lo de Dios es semejante a un niño. Y Cristo ya lo declaro: “el que no sea como un niño no entrara al Reino de los cielos”.
Nuestra gran prueba en esta vida es pasar por ella sin perder la inocencia, la obediencia, la pureza y la naturaleza de la niñez. Mantener la esencia de Dios en nuestras almas en un mundo que vive bajo un “orden” contrario a Dios.
En este mundo te hacen nacer pensando en tu futuro, y la sociedad presiona porque nos convirtamos pronto en los deseos frustrados de nuestros padres, y no respetan la naturaleza de un niño que goce con la naturaleza o vibre con el arte y para que decir de los niños que hablan con Dios, son locos desde el nacimiento.
Nosotros sacerdotes de un orden celestial, vivimos bajo las reglas de otro mundo.
Tenemos la gran meta en este camino de liberar nuestra verdadera naturaleza, nuestra índole, aquella naturaleza que es muy viva en los niños y que es manifestación de sus espíritus.
Esa es nuestra misión con los niños. Potenciar sus índoles naturales, y no ahogar lo que nace por naturaleza. Somos guías de nuestros hijos y no dueños de sus vidas.
Las índoles y formas de Dios son muy variadas en cada ser, y solo Dios sabe el verdadero propósito para cada espíritu, pero hay herramientas y enseñanzas que son necesarias para todo espíritu que viene a este mundo con la meta de poner por obra las voluntad del Padre. Y estos elementos entregamos a nuestros niños de forma natural, alegre, didáctica y espontánea. Imitando la naturaleza de nuestra Madre Sabiduría. Con paciencia, amor, respetando ciclos, y siempre enseñándonos de cada hecho en nuestras vidas.
Una de las cosas que todo ser debe reconocer es que antes que humano es un ser espiritual, y que ha existido desde antes de esta vida y seguirá existiendo al pasar la muerte.
Todos somos seres divinos, y la forma de tomar conciencia de esa calidad es viviendo manifestaciones que provengan de nuestro propio espíritu. Por eso una de las cosas que les enseñamos a nuestros niños es a meditar con mantras, y lo realizamos con movimientos inventados por ellos mismos. Sin formalidades, porque Dios es natural en ellos.
Las risas de este “juego” vienen acompañadas de profundas manifestaciones espirituales que sellan la realidad de Dios en sus mentes y almas para siempre. Y crecen con una vivencia nítida y tangible de Dios, aun sin saber de libros o dogmas que hablen de Dios. Viven, sienten y conocen a Dios.
En un mundo cada vez más artificial, contaminado y acelerado, enseñamos la importancia y el sentido de la naturaleza.
En los retiros que realizamos con los niños en las misteriosas montañas del valle de Putaendo, el espíritu de los niños y de todos vive la paz y la alegría misteriosa que se libera al ver la belleza y grandeza de las alturas en las montañas, de los animales que con los días nos ven como parte del paisaje. Con el silencio y el viento del lugar todo se vuelve suave y sensible en los niños.
Al hacer nuestras “fogatitas” en las noches pareciera que nos trasladáramos en el tiempo y que al final lo único que queda de este mundo es nuestra ropa. El fuego despierta una memoria oculta en los niños que se manifiesta en sueños donde ellos son indios y guerreros de la antigüedad. Y las vivencias de la presencia de ancestros en los momentos del fuego sobran.
Los niños saben por estas vivencias que este plan de salvación no lo ejecuta Dios solo, sino que hay y han habido Hombres y ancestros que aun en mundo superiores siguen ayudando a este mundo en este Plan guiado por Cristo.
Y algo vital que esta dispensación nos llama a vivir.
No somos seres individuales que caminamos solos por la creación. No, somos núcleos espirituales y sen llama a vivir el cuerpo espiritual. Un cuerpo compuesto por varios y diversos componentes. Donde cada ser pone su Don a disposición de algo mayor. Incluso la prueba espiritual de uno es la prueba para todo el cuerpo. No es una cuestión de caridad hacia otro, es un orden celestial. Como Cristo y sus 12 discípulos.
Nadie asciende y avanza solo. Esto es una vivencia muy personal con Dios, pero parte de un plan mayor.
Así en la realidad de los niños la solidaridad es parte de un plan, y no es un logro personal.
Y en un mundo dividido por el individualismo y el carrerismo, que inculca el andar personal y mundano, es nuestra misión formar en la unión espiritual, y vencernos para que lo humano no divida lo de Dios, sino que se supere el Hombre común y nazca el Hombre Superior en esencia y no en apariencia.
Esta es la herencia que Cristo no ha entregado a nosotros y que debemos dejar a nuestros hijos. El camino que conduce a la vida y no lo ilusorio del mundo que conduce a la muerte.
Sacerdocio de Cristo