-primera parte-
Proclamamos al Cristo Victorioso, al Dios hecho Carne venido entre los Hombres en la persona de Jesús; a Él, que siendo Dios Salvador, implementó el Plan del Padre: el Plan de Salvación.
Este Plan Salvador se haya unido al Hecho de la Caída y la Trasgresión que llevaron a cabo los Seres Adámicos, los cuales, desde dicho Evento definitorio, perdieron sus cualidades originales y se dividieron en dos Estirpes: una de Caín y otra de Abel (esta última continuada posteriormente por Set y Enoc).
La Ley de Vida predominante bajo tales circunstancias, y de las cuales dan testimonio los Escritos antiguos, bajo la Ley Anterior, establecía un Orden en el cual los Hombres subyacían a merced del Pecado Original; y carente de Salvación posible -situación de Vida que Hombre alguno jamás podría revertir- esa humanidad condicionada por la Ley antigua carecía de proyección inmortal; y al enfrentar la muerte topaba el humano con el Dominio de los Infiernos, o enfrentaba ante sí a los Abismos que conducían a la ‘rueda del retorno permanente’, o se recostaban en el ‘sueño de la espera’ -al cual entraban los Hombres buenos de la Estirpe de Abel, Set , Enoc y Noé- El Reino de Los Cielos se hallaba cerrado. El Espíritu en el Hombre era un prisionero silente y acallado por el gobierno del Alma Oscura de los Deseos, el Conocimiento, el Poder y la Lujuria.
Profetas enviados por el Reino de Dios avisaron La Salvación, la cual no sería de este mundo, sino que Espiritual, Celestial, Trascendental y de Mutación radical en la Ley de Vida imperante. Profetas hubo en tierras de Palestinas y de Israel, y de eso nos dan testimonio los Libros contenidos en La Biblia; pero el Dios de todos los Hombres también envío e inspiró Profetas y Sabios en otros lugares de la Tierra: en Asia y Oriente, entre los pueblos del Sur del mundo… y estas ‘otras ovejas’ del real Pastor Divino, Cristo, el Verbo, asimismo estaban incluidas en el Plan de Salvación, y del mismo modo éstas esperaban al Redentor y Príncipe de Los Cielos.
Jesús, el Hombre, nace de Estirpe Santa, adámica, de Mujer Santa ‘Apartada por Mano del Padre’, preparada espiritualmente desde antes de venir al mundo, contenedora de la pureza de la Eva Original; y sobre su obediencia y entrega son los Elohim quienes depositan el germen adámico, divino, que luego crecerá y se acrecentó cuan Hombre en el vientre virgen de la Eva Inmaculada. No conocemos ni hemos comprobado la veracidad de la aserción que adjudica al Espíritu Santo la potestad de fomentar la vida, como supuestamente habría ocurrido con la ‘Apartada’ María, la Nazarena. Por doctrina y revelación sabemos que el Espíritu Santo posee el gran Magisterio de La Sabiduría, y por Éste y en Nombre de su Santidad los Hombres de Fe reciben Poderes Espirituales para los fines que el Padre designa. Es el Espíritu Santo aquella Madre Sabia que todo lo sabe y todo lo escruta… incluso a Dios. Por ende, no dudamos que una vez colocado el Gen Adámico Original en el cuerpo virgen de María, el Espíritu Santo haya compenetrado dicha creación y con su Sello consignase el Poder y la Sabiduría que serían innatas en el Jesús que crecería en este mundo. Ahora, María era y fue la madre carnal de Jesús, mientras que el Espíritu Santo era -y siempre ha sido- La Madre real, espiritual y eterna del Cristo que es Dios. Por lo mismo: la mujer santa que por obediencia acepta su designio, y muere reconociendo al Cristo en su hijo Jesús, sin duda alguna es Santa… y Virgen no en el mañoso concepto mundano de una virginidad carnal… y Sacerdote del Altísimo por su Fe y Acción. De acuerdo a esto, consideramos inconsistente con la veracidad de la Doctrina Crística la creencia que entrega al Espíritu Santo el poder de engendrar vida, siendo su Sello aquel Poder que consigna Divinidad y Sabiduría. Es el Padre el Dador de Vida, y es la Madre Espíritu Santo la Potestad que confiere Discernimiento y Poder. Y no tratándose de una creación humana genérica, sino de Dios en la Carne, y no cualquier divinidad: sino el Verbo, el Logos, el Alfa y la Omega… es menester aceptar que solamente el Padre y sus Elohim pueden depositar al Dios Seminal en el cuerpo incorrupto de una Nazarena.
No ponemos en tela de juicio que desde tan alta Potestad ella, María, Quién Vive, ejerza Mayordomía sobre grupos de sacerdotes e iglesias en esta Tierra. Pero este ejercicio de autoridad, en una Mayordomía designada por Cristo, no es exclusiva (para) (de) la Santidad de María (siendo esta Potestad un poder que no se haya en manos de los Hombres) ni por causa de dicha Mayordomía debe adorarse a quién de todas formas está sujeta al Reino Trino, y no es Dios en sí mismo, sino que Misericordia Divina para y hacia quienes han extraviado la Relación Personal y Directa con el Cristo Vivo; pues toda Mayordomía Celestial, nos lo Revela el Cristo Vivo, ha sido decretada en particular modo en relación con aquellos que han caído presa de la Apostasía y por causas del mundo se han alejados del Sacerdocio del Altísimo. Es decir: la Santa Mayordomía que la Sacerdote del Altísimo, María, ejerce sobre las iglesias y sacerdocio representa un acto de Misericordia del mismo Cristo ante quienes en su obcecación y rebeldía han perdido la supremacía del Nuevo Sacerdocio de JesúsCristo. Por ende, no es justo elevar a la calidad de ‘Madre de Dios’, o ‘Reina del Cielo’ -y menos ‘Co-creadora’- a una Santa Mayordomía que ha sido permitida y bendecida por el Reino de Dios con el fin de reconducir a buen Camino a quienes se han enredado con sus propios pecados. ¡Escuchen a María, vuestra Santa Mayordomía… porque ella clama para que toda iglesia y sacerdocio reencuentre la Relación Personal y Directa con el Dios de los Hombres y de los Ángeles: JesúsCristo!
El flanco opositor, en la amplia familia cristiana, a la fe mariana proviene, por lo general, de quienes se han aferrado a La Biblia en forma sectaria y miope: simplemente niegan que Dios en su Potestad pueda nominar Mayordomías Santas sobre grupos, iglesias y congregaciones de creyentes y sacerdotes.
Bien sabemos nosotros, por Revelación y Discernimiento, que el Reino de Dios en un complejo de Potestades Santas que sirven a los propósitos de un Plan Único. Pero asimismo estamos claros que no podemos adorar a los mensajeros y Mayordomos, sino que amarlos y obedecer sus indicaciones para de esa manera llegar al punto exacto donde Dios nos quiere. Porque si no nos halláramos envueltos entre luchas que no son causalmente de este mundo, en la cual potestades espirituales y cósmicas se enfrentan desde y para objetivos diametralmente contrario, nosotros, los Hombres, no seríamos asaltados, y estaríamos en paz a merced de nuestra propia libertad; mas la realidad es que esta libertad, concedida por el Dios de Paz para optar y asumir la Conciencia de Su existencia y Potestad, se ha visto infiltrada por el Malo y su principado tenebroso, y debido a esta contradicción Macro y Espiritual de opuestos que se repelen (Luz y Tinieblas) es que los Hombres estamos llamados y obligados a Discernir, Optar y Consagrarnos a una Causa Superior, más allá de este mundo, y trascendiendo la Carne temporal que somos.
Pues bien, así como los infiernos se tornan sutiles y en su manipulación pueden presentar cuan luz aquello que es oscuro… así Dios responde usando más y múltiples medios para mostrar el Camino de Salvación al Hombre. En este contexto, bajo dicha consideración, declaramos que la Apostasía es el mayor mal y la perdición más nefasta incrustada cuan virus en el Cuerpo de las iglesias, pues la Apostasía es el carro del demonio estacionándose en algún galpón institucional. Y es ante esta realidad apostata que el Cristo Vivo intercede por medio de Potestades Santas para re-orientar a quienes subyacen enfermos del virus maldito.
La Apostasía tiende a proclamar algo santo y divino encubierto de argumentos inteligentes, ficticiamente justos, que finalmente conducen a la negación de aquello que se dice defender.
Ante el irrestricto y vociferado apego a La Biblia, que caracteriza en estos días a los nuevos cultos-show, cuan un texto muerto que debe contar con la exegesis obligada… y desde el pastoreo puede ser (y es) abusada en su interpretación… hay una urgente verdad que debe ser puesta en evidencia como cuestión de orden: los cristianos de Fe no podemos escudriñar en la vieja Ley la jurisprudencia para los días del Meridiano de los Tiempos. Justamente: desde los Evangelios y la Vivencia del Cristo Salvador y Victorioso, podemos comparar la Ley antigua, de la Generación Caída, con la Buena Nueva de la Resurrección, el Plan de Salvación y la apertura de los Cielos obrada por el Salvador, y sólo desde esta toma de razón estamos y estaremos en grado de asentar, para nosotros, una Moral congruente con Los Hechos de Cristo; este ejercicio comparativo nunca será coherente arrimándose unilateralmente a la sombra exclusiva de aquello que fue cumplido y clausurado por Dios hecho Hombre.
Dos Testimonios; dos Leyes de Vida; dos Generaciones: una Antigua (nacida de La Caída y La Trasgresión) que avisa la propia superación en el Salvador que vendrá; y una Nueva que desciende del Nazareno, y es actual -ya en Tiempos de Tribulación y avisos de Cambios- que al manifestarse sella lo anterior e inaugura una Generación que debe postular a poner por Obra la Voluntad del Padre, para así entrar en los Tiempos de la Segunda Venida del Cristo Dios, y ver ante sus ojos el glorioso descenso del Milenio de Paz.
Los textos del antiguo testamento representan, en su totalidad, la vivencia del pueblo Israelita en su relación con Dios bajo el Tiempo de la Caída y La Transgresión, cuando Cristo era anunciado, pero no había Encarnado aún y menos había realizado el Portento de los Hechos de Salvación. Los Evangelios son el Testimonio de la Nueva Ley de Vida, del culmine del viejo Tiempo y el anuncio del Tiempo del Meridiano de los Tiempos. Dos Leyes. Dos Tiempos. Dos Generaciones. Nosotros somos los últimos hijos de la Generación de Rehabilitación sostenida por La Gracia y nacida sobre La Salvación. Nuestra jurisprudencia no puede venir sino de la Nueva Ley, y no puede sino apuntar a la cima de la Voluntad del Padre.
Ahora, bien sabemos que otros pueblos, Santos y Sabios en otras latitudes, recibieron el Plan de Dios y ellos escribieron bajo su lenguaje y cultura lo mismo que hicieron los israelitas. Nadie puede ya discutir que La Salvación de Cristo es universal y no es para un pueblo exclusivo… sino para todo Hombre y Mujer de este mundo, en toda época desde los Hechos de Salvación. Pero es este Hecho de Salvación, y no una escritura, o un libro, sino una realidad transformadora llevada a cabo por Dios hecho Hombre aquello que unifica la historia, las leyes y toda Generación. Si llevamos los asuntos de Dios a un libro, a un pueblo elegido y a una institución única… estamos siendo cebo demoníaco para caída de los creyentes.
La Salvación está en directa relación con los Hechos de La Caída y La Trasgresión y su posterior consecuencia, a saber: potestad de los infiernos sobre la muerte; los Abismos abiertos y el eterno regreso a la misma deuda carnal… o el sueño de la espera de los santos bajo tales condiciones. Esta Ley inferior debía ser rota solamente por Dios, pero no por Dios desde su plenitud divina, sino por Dios encarnado en calidad de Hombre. Así, el Hijo Dios, el Cristo, encarnó en Jesús y vivió en santidad de acuerdo a los designios del Padre, y no en relación a las normas y preconceptos de los Hombres de este mundo. Mas, el Hecho de la Salvación, hermanos católicos, nunca estuvo en el sufrimiento, en el escarnio y en la cruz, sino que estuvo y está en los Hechos de Los Tres Días en que el Dios Verbo descendió a las potestades infernales y arrebato el poder de la muerte de las garras luciferinas, y cerró la ley del Abismo, y resurreccionó a los santos dormidos elevándolos a su derecha; abrió el Reino de Los Cielos y las diversas instancias designadas por el Padre para Salvación e Inmortalidad de los Hombres; removió el eje de la Tierra para planes relacionados con su ‘segunda venida’; retomó cuerpo tangible y por cuarenta días estuvo entre Los Suyos y visitó a sus ‘otras ovejas’; ascendió a Su Reino y por Gracia del Padre descendió la Madre Sabiduría y el Gobierno de todo Poder Santo: el Espíritu Santo. Estos Hechos son La Salvación. Por estos Hechos el pecado no es más que la Salvación de Cristo; por estos Hechos el pecado Original es borrado cuán mácula y el Hombre ya no nace en pecado sino que se hace al pecado; por estos Hechos se impone la Nueva Ley de Vida emanada del Gobierno de Cristo sobre toda existencia que pase por la muerte de la Carne; por estos Hechos la Ley de Resurrección cumple con la transformación del Hombre: de Ser Carnal a Ser Espiritual. Pero lo vital de esta realidad salvadora es la propuesta y exigencia de Fe que La Salvación nos impele: llegar, alcanzar, vivir y poner por Obra la Voluntad del Padre. Y para tan alto grado de santidad es Cristo quién se nos coloca cuan Guía, Conductor y Camino: ‘nadie llegará al Padre si no es por mí’. Y cuando hablamos de Salvación es esta verdad magistral que nos mueve y conmueve: y esta verdad nos obliga a relacionarnos con el Cristo Vivo, Conductor y Guía… pues un cristiano no puede tener otro objetivo de Fe sino ‘llegar y hacer, poner por obra, la Voluntad del Padre’.
Tanto el empecinamiento sectario a las letras de un libro sagrado, que, precisamente por ser sagrado, debe ser puesto bajo la Fe y el Discernimiento de Sabiduría para que éste cumpla con su objetivo de luminosidad y verdad, como la repetición majadera en torno al sufrimiento, padecimiento y muerte física de Jesús cuan elementos salvadores en sí, minimizando y omitiendo Los Hechos victoriosos de La Salvación en los Tres Días… son Apostasía.
La verdad de Cristo es simple: los Hechos de Salvación son aquellos que cambiaron al mundo y pusieron al Hombre sobre una vereda superior, en relación a la anterior ley de vida en la cual se hallaba. Dicho grado de elevación tiene un objetivo: que el Hombre de Fe en Cristo alcance la Voluntad del Padre. Y como nadie llegará por Conocimiento o Deseos a la Verdad del Padre… descendió entonces La Potestad de Magisterio y Poder del Espíritu Santo, justamente, para entregar Discernimiento y Sabiduría. Así de simple, así de comprometedor, así de verdadero. Todo el resto: edificados, poder político y económico, supremacía institucional, control de medios de comunicación, riquezas varias, litigios intelectuales… son trampas de este mundo colocadas por el Gran Manipulador, en la cual se hallan muchas iglesias, por desgracia y para dolor de Los Cielos.
El Sacerdocio de Cristo es hoy, debe ser, un sacerdocio amplio, masivo: hombres y mujeres que por opción de Fe Personal desechan el viejo Conocimiento de este mundo y se disponen a ser Instruidos por el Magisterio de Sabiduría del Espíritu Santo; para cumplir con el Plan de Salvación este nuevo sacerdocio siembra en Sí Mismos el Gobierno del Espíritu a través de la Relación Personal con el Cristo Dios. Esta Consagración es el Sacerdocio de Cristo hoy; y la meta por lograr no es la Gracia y la Salvación, las cuales son asumidas con Fe y humildad como Hechos ya entregados por Cristo y el Padre, sino que meta y objetivo santos son alcanzar la plena y consciente Voluntad del Padre, para colocar por Obra el Designio que el Creador ha decretado desde el Inicio de los Tiempos. Porque ya Salvos y en La Gracia Por Cristo, y en la Fe viviendo La Sabiduría del Magisterio del Espíritu Santo, no queda sino postular a lo indicado por el Cristo Vivo: vivir en la Voluntad del Padre. Porque nadie entrará al Reino de Dios si no hace la Voluntad del Padre que está en Los Cielos.
Es urgente ser claros, simples y precisos: los Tiempos de Tribulación que ya vivimos, y la entrada en las Vísperas del Advenimiento de la Segunda Venida del Cristo Dios, y el descenso impostergable e inexorable sobre este mundo del Tiempo del Milenio de Paz, no dan espacio para diatribas sectarias o asentamiento de parcelas de poderes mundanos: todo creyente y consagrado En Cristo debe unirse en la Fe y la Oración, la Acción Espiritual y la proclamación del Cristo Victorioso… porque Él vendrá cuan ‘ladrón de noche’, y no lo hará como Hombre, sino que en su Potestad Celestial, como en una nube… y Los Suyos lo reconoceremos, y Él ‘apartará’ a Los Suyos. ¿Y quiénes son Los Suyos? No lo dirimimos los Hombres o los hombres religiosos, sino que Él en Persona. Por lo mismo: seamos humildes y estemos unidos en la diversidad, amando al Cristo Vivo y Victorioso, buscando con esmero la Voluntad del Padre, desechando lo del Mundo para recibir por fin La Sabiduría de la Madre Espíritu Santo.
En Cristo
Sacerdocio bajo la Ley de JesúsCristo, Dispensación Vísperas del Advenimiento del Milenio de Paz
Santiago de Chile 21 de Diciembre del año 2008