Para quienes se mantienen informados de lo que está pasando en el mundo, ha sido llamativo el curso de los acontecimientos.
Algunos dicen: “desde siempre han ocurrido estas cosas, pero sólo ahora podemos tener la información al momento”.
El tema es que están ocurriendo todo tipo de cosas que no resisten esta postura.
Hace algunos años, digamos 15 años atrás, la frecuencia de desastres tenía cierta periodicidad, pero en el último par de años esta frecuencia se ha hecho más intensa, y en este año está empezando a ser asombrosa.
En menos de un año, en el último mes, tenemos grandes terremotos: Chile, Turquía, China; esto no mucho después del sismo en Haití; y en el intertanto muchos temblores fuertes, como en enjambres: California, Las Islas Salomón, Cuba, en el centro y norte de Chile, que no corresponden a réplicas del 27 de febrero.
A esto se suman inundaciones en Perú, Brasil, en varios países de Europa; erupción de volcanes en Italia e Islandia, y todo esto además del cambio climático y su secuela de temperaturas muy extremas, tormentas y sequías.
Ante este panorama la reacción de las personas ha sido variada: algunos sólo quieren mantener su vida normal, como si nada pasara, algo así como esconder la cabeza como el avestruz; otros toman ventajas de lo que pueden, como decían en la crisis financiera y económica que recién hemos pasado a nivel mundial: “las crisis son una oportunidad”, así algunos han dado rienda suelta a los abusos y a sus bajos instintos, justificando el robo y el saqueo, o la violencia en base al sufrimiento colectivo; otros han visto que es el momento para crear pánico y tener el poder del miedo entre las personas, en vez de guiar hacia la preparación y prevención, manteniendo las reacciones bajo el control de la conciencia y la solidaridad.
Sin embargo pocos se han preguntado con objetividad y honestidad: ¿Qué está pasando? Menos aún se han atrevido a plantearse que es el momento de tener un cambio de mentalidad, que ya los viejos esquemas no resultan prácticos, porque algo está cambiando y estamos todos involucrados: no es sólo un acontecimiento aislado de la naturaleza, es global; no es sólo crisis política y corrupción en este o ese país, es en todo el mundo; no es sólo algún asalto o robo, es decadencia moral generalizada.
El punto es: asumiendo con objetividad este estado de la realidad… ¿qué hacemos? ¿cómo enfrentamos esto?
Está claro que hacer como si nada pasara o entrar en pánico, son extremos que no plantean soluciones, sino que empeoran la situación; y si somos personas honestas, que no vamos a aprovecharnos del dolor ajeno para propio beneficio… ¿qué nos queda?
Una de las enseñanzas que nos dejó el terremoto en nuestro país, nos muestra que muchos optaron por guiar y organizar a las personas, para juntos afrontar las dificultades, y en solidaridad mutua establecer un orden natural y de buena voluntad. Más allá de las creencias previas, o compromisos previos con instituciones que se supone son para bien común, lo que posiblemente primó en estos casos fue la inducción del Alma de quienes se dejaron guiar por esa paz interior que sabe qué hacer y cómo hacerlo.
Cuando el Alma es luz, cuando la paz invade, cuando el ser inquieto busca respuestas, los caminos lo conducen a una plataforma superior: al Espíritu. Creado a imagen y semejanza de Dios, perfecto, que vive en el inconsciente y que debe ser despertado, alimentado y preparado para asumir el gobierno de la persona. Con la conciencia de ésta Verdad, cualquier hecho sucedido a nuestro alrededor será sobrellevado con Sabiduría, y con las Virtudes que nos hacen actuar naturalmente Solidarios, Misericordiosos y buenos guías.
Entonces la pregunta que nos cabe es: ¿qué de mí aflorará en el momento de la crisis? Cuando todo este sistema de burbuja e ilusión se caiga ya completamente, y deba tomar las opciones en el minuto… ¿qué haré? ¿Seré de los que sólo piensan en el propio beneficio, entraré en pánico y el problema será de los demás, o me podré parar firme en el Espíritu sabio que vive en mí, para ser objetivo y solidario?
Entonces… ¿cómo conozco ese Espíritu que vive dentro de mí?
Tenemos esa respuesta.
Puedes conocer tu Espíritu en una relación personal e íntima con CristoDios… ¿estás dispuesto?